Enfrascarse en la búsqueda de las tradiciones musicales de regiones tan vastas como las que engloba este texto es siempre una tarea cuando menos complicada, tanto por la enorme riqueza cultural que hallamos como por la escasa bibliografía publicada al respecto. La historia de las zonas que nos ocupan está llena de periodos convulsos, imperios que se desmoronan mientras otros se expanden, movimientos culturales que van y vuelven de occidente… pero, sobre todo, y desde el siglo VII, el Islam como elemento aglutinador de múltiples culturas y poblaciones que hasta entonces habían sido nómadas e independientes. Además, y en lo estrictamente musical, tenemos que abrirnos paso entre la enorme cantidad de artistas surgidos en los últimos treinta años que reproducen muchos los cánones musicales occidentales, especialmente el pop, mezclándolos con sonoridades propias de sus regiones, como el armenio Andranik Madadian, y que apenas son relevantes en lo que a la tradición se refiere.

Israel

Gran parte del legado musical que Israel mantiene actualmente es herencia de la Palestina anterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque no es nada desdeñable la enorme aportación que los judíos que llegaron a estas tierras a partir de 1945. Con ellos viajó el klezmer, el mizrají, la música griega e, incluso, muchos sonidos de origen ruso. Y en los noventa se produce un nuevo cambio con la llegada de miles de músicos judíos procedentes de la extinta Unión Soviética. Con este panorama, el acercamiento a la música de Israel se complica, pero un nombre resaltará sobre la mayoría desde entonces: Noa. Aunque mezcla numerosas influencias que van desde el folk americano de los sesenta hasta el jazz, su música tiene siempre un fuerte componente de la tradición yemení. Por cierto, que Noa tiene la que muchos han llamado su homóloga palestina, Rim Banna, que tiene una trayectoria más que interesante.

Lo cierto es que, aun con una tradición fuertemente sostenida en lo político, Israel ha abrazado con fuerzas cualquier manifestación musical que procediera de los Estados Unidos desde la década de los sesenta. Y lo podemos observar perfectamente en la obra de artistas como Chava Alberstein, Shlomo Artzi, Etti Ankri, David D’O, Shiri Maimon y Harel Skaat o Ninet Tayeb. El proceso de aculturación a la que Estados Unidos ha sometido a gran parte del mundo en los últimos 70 años ha sido profundo…

Palestina

Desde los orígenes del conflicto entre Palestina e Israel, hace ya casi un siglo, la música de este pueblo ha estado muy condicionada por la política pero es a partir de 1948, cuando el territorio palestino queda bajo dominio israelí, cuando el mensaje se radicaliza. Por motivos obvios, la mayor parte de los cantos siempre han sido conocidos como una creación colectiva sin mencionarse en ningún momento el nombre de ningún autor en concreto. Un buen acercamiento a la música palestina podría comenzar por el disco Palestina: música de la Intifada, de 1989, y continuar con Le Trio Joubran, de quienes ya hemos hablado en alguna ocasión.

Líbano

El caso de los libaneses es complejo, porque hasta 1975 era un país próspero, bastante desarrollado y conocido por ser uno de los países más abiertos y tolerantes de la zona. Pero a partir de aquel año la guerra civil asola el territorio y acaba con gran parte de su riqueza cultural. El nombre más conocido es Fairouz, considerada como la digna heredera de la egipcia Oum Koulsoum y que tuvo el acierto de incluir en su música elementos foráneos como el tango o la rumba caribeña. Pero en el Líbano también encontramos gente como Abdel Halim Hafez o Farid El Atrache. La historia reciente de muchos músicos libaneses está ligada a Siria, el país vecino en que muchos ciudadanos se refugiaron de la devastación de la guerra y esto ha provocado un trasvase cultural que ha dado como resultado interesantes sonidos a cargo de sirios como Meada el-Hanawi, George Wasouf o los más recientes Kulna Sawa.

Irán

Como en otras regiones orientales, en Irán nos encontramos con una compleja situación política en los últimos decenios que no nos ha permitido un acercamiento en profundidad de su tradición musical. En Occidente apenas hemos vislumbrado sus sonidos, más que a través de las aportaciones de músicos exiliados, como Ali Resza o Kooch, y sobre todo en la obra de Hossein Alizadeh.

La Unión Soviética

Más allá de las marchas militares y los himnos que ocuparon un papel preponderante durante demasiado tiempo, el extenso territorio que ocupaba la Unión Soviética está plagado de regiones con su propia cultura e identidad. Países como Moldavia o Ucrania tiene una tradición musical más ligada a la rusa, mientras que en Letonia, Lituania y Estonia tiene muchas similitudes con las de otros países bálticos. En Asia central los países, con sus diferencias, sí tienen mucho en común entre ellos. Por ejemplo, la tradición musical de Kazajistán está íntimamente ligada a la Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán, aunque cada uno de ellos tiene manifestaciones populares propias más locales, como el falak tayika.

En la zona del Cáucaso nos vamos a centrar en Armenia por ser uno de los más interesantes, y es que una región como ésta, que ha sufrido uno de los mayores genocidios de la historia y cuya trayectoria en el pasado siglo ha estado trufada de regímenes totalitarios, bien podría haber perdido (como casi ha ocurrido en varias ocasiones) su enorme legado musical. Pero la dedicación y esfuerzo de unos cuantos músicos, entre los que podemos destacar Sayat Nova y Djivan Gasparyan, durante los últimos años ha conseguido poner en valor su tradición musical y llevarla a unas cotas altísimas de calidad. Djivan Gasparyan y su duduk, el intrumento nacional armenio por excelencia, es uno de los músicos armenios más conocidos, sobre todo por su participación en numerosas bandas sonoras y sus colaboraciones con gente como Loreena McKennitt, Ludovico Einaudi, Berrogüeto o Derek Sherinian.

Aunque nacido en Siria y afincado en Grecia, podemos englobar aquí por su ascendencia armenia a Haig Yazdjian, que está considerando como uno de los mejores intérpretes de oud de la actualidad y tiene en su haber algunos de los discos más interesantes de finales de los noventa, como Talar o Garin. Mariam Matossiam tampoco nació en Armenia, pero sí sus padres, y ella misma ha contado en varias ocasiones que una de sus mejores inspiraciones es su madre, “una fuente inagotable de viejas canciones armenias”.

Mongolia

Conocidos especialmente por el uso del canto difónico o khoomei, el panorama musical mongol contemporáneo aporta mucho más que esta peculiar técnica, con bandas como Altan Urag, que fusionan excepcionalmente su tradición con el rock progresivo, o Egschiglen, cuya aproximación a la tradición pasa por un leve filtro occidental, lo que hace que sus discos sean muchos más digeribles para cualquier oído que se inicie en estos sonidos. Desde una óptica más rural tenemos Namgar, que incluso meten algo de distorsión de vez en cuando, y más centrado en las voces nos quedamos con Talyn Duulal.

En la frontera con Mongolia se encuentra un país poco conocido, Tuva. Perteneció, como tantos otros pueblos que tenían su propia identidad y fueron absorbidos, a la antigua Unión Soviética, y actualmente es una república. De ella proceden Huun Huur Tu, una formación muy interesante que destaca sobre todo por el tratamiento que hacen de las voces mediante la técnica antes mencionada de origen mongol y con el que consiguen un peculiar sonido que podría asemejarse por momentos al de una flauta. Aunque incorporan elementos actuales en su música, la base es la tradición popular de la región.

Como en otras ocasiones, sirvan estas líneas como sucinta ojeada a las tradiciones musicales de estas regiones, puesto que ahondar en cada una de ellas sería una tarea titánica para la que no estamos preparados. Sin embargo, un recorrido somero sí puede servir a los más interesados para seguir investigando e indagando la enorme riqueza cultural y musical de estos territorios.


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