Puede que algunos devotos del jazz contemporáneo se sintieran este fin de semana especialmente afortunados. Y es que Avishai Cohen volvió a pisar Madrid con la serenidad de quien regresa a un lugar que ya le pertenece. El público lo recibió con entusiasmo, aunque, siendo justos, fueron los asistentes quienes parecieron ser recibidos por él. Con un gesto mínimo, el contrabajista israelí convocó el silencio solemne que precede al sonido. Lo acompañaban cuatro compatriotas: el baterista Eviatar Slivnik, el trombonista Jonathan Voltzok, el saxofonista soprano y tenor Yuval Drabkin y el joven pianista de veintiún años Itay Simhovich.
Abrieron con una introducción melódica donde los vientos llevaban la voz principal, sostenidos por un swing gradual que anticipaba un hard bop vibrante, reminiscencias de aquellos años de Art Blakey y sus Jazz Messengers. Entre un riff consolidado y la marcha del shuffle, el grupo jugaba con la memoria. Curtis Fuller y John Coltrane parecían revivir en la escena, regalando una atmósfera urbana y neoyorquina, tan característica de los cincuenta.
Cargando un mástil como contrabajo, con mirada serena y perdida, se embarca en un viaje con melodías ondulantes, similar a brisas de costa y olas marinas. Sostiene un ritmo impredecible con slaps sobre su instrumento, mientras el piano marca el compás imperturbable que la batería y los cromatismos de los vientos acompañan.
Llegado el momento sonó el frenético Smash tan característico de Mark Guiliana y Shai Maestro. Mientras sus compañeros se dejaban vencer por el baile del hipnótico backbeat, Yuval demostró toda su valía con el saxofón, obsequiándonos con un solo sobresaliente. Tras la finalización del tema, el saxofonista se ganó el afectuoso reconocimiento de sus iguales.
Con un control del concierto similar al de un cirujano en su sala de operaciones, nos llevaron desde waltzes a obras jazzísticas de las más experimentales, dignas de Dave Brubeck y su agrupación. Y, al igual que estos últimos, a Avishai y su gente les gusta jugar con tiempos poco convencionales, además de un destacable protagonismo pianístico.
Una vez acabado el concierto sólo se podía oír el rumor de los asistentes bajo un mismo mensaje: «Se me ha pasado volando, yo volvería a escucharlo de nuevo». Y es que fue así: Avishai, con la seguridad de sentirte ya local, conoce bien el gusto de sus espectadores gatos. Una vez más, lo demostró por todo lo alto.
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