Crónica de Dropkick Murphys en La Riviera – 16/02/15

Comenzaré la crónica por el final: loados seáis, Dropkick Murphys. Porque esa es sin duda la conclusión de su última visita de la mano del Celtic Punk Invasion Tour. Llevábamos ya tres años con la mosca detrás de la oreja, después del descafeinado concierto que dieron en el Azkena Rock Festival del 2012, y posteriormente en esta misma sala, la Riviera, junto a Frank Turner y la MODA en 2013. En esa ocasión vinieron sin Ken Casey, que es sin duda lo mejor del grupo, lo que sumado a un setlist mediocre y una puesta en escena más flojeras de lo habitual, hizo que nos quedáramos con cierto sabor agridulce. Cierto declive de su directo, unido a que llevan diez años sin sacar un disco brillante como los de antaño, nos hizo encaminarnos a esta nueva cita más escépticos de lo habitual. Pues bien, unas pocas canciones más tarde, no pudimos sino comentar: the boys are back. Hora y media después coreamos con todas nuestras ganas ese mismo verso. No era para menos, los Murphys volvieron a demostrar todo su poderío como mejor saben hacer.

La velada fue inaugurada por el cantautor punkrocker Bryan McPherson. Tiene poca gracia oírle a menos que entiendas sus letras, de largo las más afiladas de todo el cartel de la noche. De hecho, su contenido político y psicotrópico le han costado la censura en conciertos como el House Of Blues de Anaheim, dado que está gestionado por The Walt Disney Company y desgraciadamente Mickey Mouse es menos punk de lo que desearíamos. El escenario de una sala como la Riviera se le queda muy grande, pero fue interesante escucharle un rato. Su momento de gloria lo alcanzaría un rato después cuando los Murphys le invitarían a tocar primero un tema en solitario durante su set y después acompañado por todo el grupo durante la interpretación de “Caps and Bottles”.

Con Blood or Whiskey llegó el momento más esperado de la noche dado que nunca les habíamos visto en directo y sus discos son fantásticos. La acústica de la sala no se lo puso fácil, pero dieron un concierto impresionante. Derrochan energía y cada tema es mejor que el anterior: “Requiem for a King”, “Poxy Pub”, “Sober Again”, “They Say No!”… Singalongs sin trengua y melodías irresistibles que los irlandeses tocan con una gran vitalidad que además logran transmitir al público. Sólo podemos reprocharles que, a pesar de que tengan 20 años de historia y vivan tan cerca de nuestro país, no se dignen a visitarnos a menudo, o como mínimo, de lustro en lustro. Sólo por ellos ya hubiera merecido acercarse a la orilla del Manzanares en esta fría noche de lunes.

The Mahones, por el contrario y pese a ser canadienses, son unos viejos conocidos de esta ciudad, aunque esta fue la primera vez que pisaban una sala de gran aforo dado que suelen hacerlo en garitos como Gruta 77 donde, todo sea dicho, son mucho más disfrutables. Esta noche si hay un grupo que sonó realmente mal fue este. Las canciones fueron un barullo absoluto y a veces daba la sensación de que estaban tocando todo el rato la misma. Si bien es cierto que la mayor parte de culpa de que eso ocurra es suya, dado que no poseen la versatilidad de la banda que les precedió. Sin embargo, tienen buenas canciones como “Paint the Town Red”, “The Hunger & The Fight”, “Is This Bar Open ‘Till Tomorrow” o el obligado cierre “Drunken Lazy Bastard”, pero 25 años de formación deberían dar para más. El único instrumento folclórico que tuvo cierto protagonismo fue el acordeón de la siempre irresistible Katie “Kaboom” McConnell, pero últimamente tiende a desatar demasiado su vena hardcoreta (más allá de su look y relativamente reciente abstinencia alcohólica) y sus chillidos no resultan precisamente un adorno de las canciones. En fin, con todo el pesar de nuestro corazón hemos de admitir que la media hora que tocaron se nos hizo un poco larga.

Suerte que con los Dropkick Murphys nos pasó todo lo contrario. 25 temas tocados sin descanso y con la fuerza, soltura y entrega de antaño lo hicieron posible. Sobre una proyección con el nombre del grupo humeante y la invariable intro de los ChieftainsThe Foggy Dew”, los siete escuderos del desmadre céltico saltaron al ruedo para descargar uno de sus últimos temas en un comienzo “Out of Our Heads”, pero seguida de tres trallazos imparables como “Citizen C.I.A.”, “The Gang’s All Here” y “The Warrior’s Code”. A estas alturas, aunque sabíamos que dedicarían la mayor parte del tiempo a repasar canciones de sus últimos discos, ya intuíamos como mínimo un repertorio a la altura de las circunstancias. Un comienzo muy potente fue seguido por “Prisoner’s Song”, el medio tiempo “Rose Tattoo”, que sin duda es uno de sus hits más recientes, y la magnífica versión de la tradicional “Rocky Road to Dublin”, aunque ésta no sería la última ya que tampoco faltó el clásico “The Wild Rover” tocado con su particular estilo.

A partir de entonces bajaron un poco el ritmo en cuanto a pelotazos propiamente dichos se refiere. Eso sí, tocaron la excelente “The Auld Triangle”, así como el single “On the Attack”, entre un buen puñado de temas de los últimos años algo descafeinados. Lo contrario que ocurre con “The Outcast” del Blackout, del que echamos de menos tantos temas, o “Barroom Hero” del Do Or Die, del que solo tocaron el último verso y estribillo. A destacar también las infalibles “Boys On The Docks”, versión de Murphy’s Pub incluida en este último disco, aunque en el bis que estaba por llegar nos regalarían otro corte más. Sin embargo, antes de irse a secar la sobaquera aún faltaba una canción por tocar, su gran éxito nominado al Oscar y que se puede catalogar de perfecta: “I’m Shipping Up to Boston”. Locura máxima junto a los cantantes de todos los grupos teloneros y el público al completo convertido en un coro cervecero. Sin duda alguna, lo recordaremos siempre como uno de los momentos más épicos que se pudieron vivir en Madrid en un concierto de punk a lo largo de esta década.

Después de eso y mientras recuperábamos el aliento empapados en cerveza rancia y sudor propio y ajeno, durante el break previo al bis, murmuramos lo complicado que sería un bis a la altura de un concierto tan soberbio. Pues bien, lo consiguieron. Después de la pegadiza “The Boys Are Back” llegó el clásico “Kiss Me, I’m Shitfaced” con el hermanamiento generalizado y la invasión femenina del escenario de rigor. No da lugar a las sorpresa, pero es una delicia revivir este momento una y otra vez. Eso sí, los años pasan y modas repelentes como la de los selfies hacen que la foto quede deslucida, salvo en el móvil de las que agarraban a Ken, Al o James para retratar el momento, claro está. Lo mismo ocurrió con los tíos llegado su turno durante “Skinhead on the MBTA” y la brutal versión de Sham 69, “If the Kids Are United”, pero daba lo mismo, todo era fervor y amplias sonrisas en una noche inolvidable al alba de la semana. Let’s go Murphys, por muchos años.


Texto: Javi JB
Fotos: Pablo Roc
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