En ocasiones tenemos el enorme privilegio de asistir a eventos que se salen de lo común. Cuando digo “en ocasiones” quiero decir que es algo bastante inusual porque por normal general, en lo que a actividades culturales se refiere, en este país somos de sota, caballo y rey. Pues bien, el directo que ofreció Flying Lotus el pasado 13 de julio en la sala Joy Eslava de Madrid fue uno de esos raros acontecimientos. Llevábamos bastante tiempo queriendo enfrentarnos al angelino bautizado como Steven Ellison y es que hasta el momento, la única oportunidad de verle había tenido lugar en el Sónar. Su primera visita a la capital fue gracias a Carhartt y las Blackbook Sessions y es que, como ya hemos comprobado en ocasiones pasadas, este vínculo de vanguardia es capaz de organizar fiestas memorables.

Se podría decir que Flying Lotus es el beatmaker de la década. Tanto que incluso su madrina, la omnipresente Marie Anne Hobbs asegura en un alarde de ardor que FlyLo es el Jimmy Hendrix de nuestra generación. Pajas a parte, es indiscutible que el colega es capaz de retorcer el sonido como una contorsionista borracha. En su electrónica de conservatorio, los samplers, sonidos y remezclas en sus manos se agitan con la habilidad de un trilero. Desde que surgiera de la nada su primer trabajo hace ya un lustro, el aclamado 1983, despegó hacia una cima que aún no ha alcanzado, pero a la que se acercó mucho gracias al genuino Los Ángeles y su último disco Cosmogramma, que sin duda es uno de los más interesantes del año pasado y cuya excusa sirvió para venir a presentarlo.

Como no podía ser de otra forma, Warp Records da cobijo al señor Lotus, y toda esta batería de datos, sumada a la inercia de la apariencia, es la que consiguió una amplia entrada en la Joy Eslava a pesar de lo malas que son estas fechas (con un Madrid semivacío y demasiados festivales en la agenda), que no había más artistas en el cartel, además de sus acompañantes, que la entrada no se podía adquirir de forma online y que costaba 25 lereles en taquilla y que no sea un estilo de música ni muy accesible, ni que se prodigue en demasía por estos lares. Pero bueno, este es un concierto al que todo el mundo quiere asistir, formes parte de una escena u otra. Allí había músicos de jazz, periodistas, dj’s de toda índole e incluso raperos como Frank T. En definitiva, gratísima sorpresa por todas las partes: su presencia, su actuación y la calurosa respuesta del público.

A FlyLo le acompañaron sobre el escenario Richard Spaven, encargado de dotar de percusión al conjunto con su batería y el experimental Dorian Concept, tras los sintetizadores y los teclados. El director de orquesta se encargó de lanzar las bases como frisbees desde su iBook impoluto y una Maschine. Desde el primer momento ya pudimos intuir el trasfondo soul y free jazz que se agita en cada una de las composiciones de Steven Ellison, como por ejemplo la pausada “MmmHmmm ft. Thundercat”. Ser familia de los Coltrane tiene que calar bastante hondo. De este modo, la anarquía de los ritmos rotos camina como un lagarto sobre las aguas de sutiles armonías. Un comienzo beligerante se aseguró el arranque gracias a “Dance of The Pseudo Nymph” y “Galaxy in Janaki“, sobre bases de carácter hip hop, enlazó con sonidos más cósmicos y afrofuturistas, gracias a “Computer Place” o “The Astral Plane”, esta última menos intensa de lo que cabía esperar (obviaremos su tímido intento de demostrar sus carencias a la hora de rimar). Y eso que el carácter y pegada drumming de Spaven dota de mucha más fuerza al conglomerado electrónico. En ocasiones más motivado este factor analógico que el propio FlyLo, que tiró de programación y en según que momentos, se limitó a trastear con la mesa de sonido.

La danza de los tres guerreros del uptempo que ya batallaba a esas horas en la Joy Eslava, se vio acompañado de fogosos visuales compuestos por dispares formas geométricas que vibraron de manera espontánea. En uno de los tres puntos de inflexión que hubo a lo largo del set, FlyLo aprovechó los cambios de estilo y ritmo para conversar con el público y demostrar su simpatía alabando a las mujeres y la arquitectura madrileña. Hacia la mitad del repertorio FlyLo tiró de samplers, en la onda de Africa Hitech y el viaje entró en ebullición gracias a los poderosos graves de “Nose Art”. El público se agitaba convulso entonces y ponía los brazos en alto al ritmo de los latentes loops y breaks de la triada. De su disco Los Angeles, dos perlas de regalo “Camel” y “Breathe Something / Stellar Star”. Poco a poco la velocidad fue creciendo y “Dance of the Pseudo Nymph” o el momento de máximo éxtasis “Kill Your Co-Workers”, animada con palmas por parte del respetable, coronaron a Flying Lotus. Un vesperal cierre, apenas hora y veinte después de que comenzara la jarana, nos dejó con ganas de mucho más. El artista de 27 años, con una sonrisa en la cara tan grande como su Mac, se disculpó diciendo que si por él fuera estaría dando cera toda la noche. Suerte que el after-party de Chelis y Arkanoid en Charada, al que además se apuntaron Flying Lotus y Dorian Concept, apaciguaron nuestros cuerpos sedientos de más música enferma.


Texto: Javi JB
Fotos: Pat Blanco

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