Crónica de Gorillaz en Pulse of Gaia 2025

Gorillaz siempre fue un grupo extraño. Uno totalmente diferente al resto de grupos que escuchábamos cuando surgieron a finales de los noventa. Tenían un aura de misterio indescifrable, tanto por su música, como por sus miembros o su propósito. Y eso que desde el principio supimos que era un proyecto de Damon Albarn: el ultra famoso cantante de Blur que, en esa época, había sacado su disco homónimo y el super hit “Song 2”. Pero claro, se trataba de una banda virtual completamente adelantada a su tiempo concebida como una sátira de la “basura manufacturada” que ponían todo el día en la Mtv En definitiva, un grupo que nunca entendimos del todo, pero siempre nos flipó. Tenía todo el sentido del mundo que la primera vez que los viéramos en directo en Madrid fuera también rara: su 25º aniversario en el marco de un festival nuevo emplazado en un recinto igual de novedoso: el festival Pulse of Gaia en el campus de Cantoblanco de la Universidad Autónoma de Madrid. El line up tampoco era convencional: dj’s de música electrónica colocados por delante y por detrás del grupo que nos ocupa, que realmente era el único reclamo popular para vender entradas. Como Gorillaz, todo muy extraño y que, igual que ellos, resultó ser perfecto.

Zamna, la promotora del evento nacida en Tulum, aún es poco conocida en España, pero está decidida a conquistar Madrid desde su desembarco hace un año en La Pinilla de la mano de Paul Kalkbrenner. Esta vez contaba con un nombre aún más grande para darse a conocer y, por primera vez, fuera del ámbito estrictamente electrónico. Su otra carta de presentación era su alianza con la ONG Re:wild, centrada en la sostenibilidad medioambiental. De esto nadie se enteró, pero la organización aseguró que parte de los ingresos de las entradas fueron destinados a proyectos de conversación y biodiversidad, así que bravo por ellos. Sea como sea, dado el campo de trabajo de Zamna, es lógico que a media tarde ya estuvieran los djs nacionales e internacionales Klaverson, XRIX y Scram en b2b con Vava, desplegando diversos palos del tech-house en ambos escenarios, The Bloom y The Roots, aunque fue con los ucranianos Woo York cuando el segundo se animó realmente, hasta que la gran mayoría de los asistentes se agolpó en el principal para recibir a la otra banda del line-up: Thundercat, nombre artístico de Stephen Lee Bruner. Los fans del crossover thrash hardcore sí que le tenemos bastante ubicado por haberle visto tocando junto a Suicidal Tendencies en varias ocasiones durante la década que formó parte del grupo, pero pocos conocían sus canciones en solitario. Ahora, básicamente hace una mezcla de RnB progresivo y funk acid jazz y eso le llevó a que Kendrick Lamar se fijara en él. En cualquiera de los géneros que practique, básicamente toca el bajo como un loco. Da gusto verlo, aunque como cantante demuestre más entusiasmo que talento. Sea como sea, el público estaba con ganas y lo acogió con coreos y aplausos. Gatotrueno se fue contento.

Eran las 22:15 cuando Damon Albarn reaparecía en un escenario madrileño (la anterior vez fue junto a Blur hace dos años en la Riviera durante el efímero Primavera Sound de la capital) para superar toda expectativa junto a su banda de directo y colaboradores a lo largo de una hora y media inolvidable, pero, antes de nada, pongámonos en situación con un breve quién es quién. Albarn es el único miembro permanente de la banda desde el 98. El otro co-fundador es el ilustrador Jamie Hewlett (conocido también por Tank Girl), pero Albarn lleva ya unos cuantos años apartándole de la primera línea. De hecho, eso quedó patente en el concierto. Durante la mayoría del setlist, los cuatro miembros virtuales actuales -porque hay cuatro que ya no forman parte de la banda- (Niccals, 2D, Hobbs y Noodle) quedaron relegados a meros visuales de telón de fondo, o ni si quiera aparecieron en escena.

En cuanto al resto de miembros reales de directo de esta gira (recordemos que los oficiales de estudio son únicamente Albarn, Hewlett y, desde hace diez años, el productor Remi Kabaka Jr.) vinieron los teclistas Mike Smith y Ruth O’Mahony-Grady, los percusionistas Karl Vanden y Jaega Mckenna-Gordon, el guitarrista Jeff Wootton, el bajista Seye Adelekan y un estupendo grupo de coristas, que fueron los que más ovaciones se llevaron. Imposible no echar de menos la época en la que los miembros de The Clash Mick Jones y Paul Simonon formaban parte de la banda, aunque a quien más añoramos es sin duda a la voz que para mí es puro Gorillaz: Haruka Kuroda, aunque solo estuviera un año en la formación y hace ya más de veinte años de eso. Y ya como dato anecdótico, en sus casi tres décadas de historia, han colaborado con la banda unos 60 artistas. En fin, que Gorillaz es todo un universo creativo que conjuga decenas de géneros musicales y centenares de influencias y por eso resulta tan especial. Decíamos al principio que Gorillaz es una banda adelantada a su tiempo y es que su existencia parece un reflejo perfecto de los tiempos que vivimos hoy. De hecho, un cuarto de siglo después de su peak de popularidad, siguen teniendo 33 millones de escuchas mensuales en Spotify, se han convertido en uno de los grupos más demandados del circuito festivalero del momento, tienen exposiciones temáticas, presencia en Fornite, van a sacar nuevo disco y están tocando canciones que nunca habían tocado en directo. Por eso, fueron recibidos con histeria tanto por aquellos que vivieron su debut, como por los recién llegados a su música.

Desde el pistoletazo de salida con “M1 A1” ya nos llamaron la atención (que no sorprendieron) dos cosas: el aspecto trasnochado de Albarn que, con su atuendo, parecía un general que llevaba semanas sin tumbarse y un sonido inmaculado, no tan habitual en eventos one-shot como este. También de primeras sonó la razón de ser del frontman look: “The happy dictator”, el adelanto del que será el noveno y prometedor disco de la banda (The mountain, marzo de 2026), a través del megáfono que tanto le gusta al cantante. Lo que seguro que no le gusta tanto después de este concierto es la careta de Noodle, lanzada desde el público y que, al ponérsela se despistó a mitad de la celebradísima “19-2000” y tuvo que parar para que la banda comenzara de nuevo. Para colmo, al quitársela, se olvidó de ponerse de nuevo las gafas y como ve menos que un topo sin ellas, tuvo que empezar dos veces la siguiente, “Rhinestone Eyes”. Contratiempos que suman desenfado al show, pero que evidencian que estaba un poco adormilado, incluso desganado, con el piloto automático puesto, vaya, pero eso no deslució la actuación (al fin y al cabo, viene siendo la actitud clásica de Albarn) porque las canciones son tan buenas y sonaron tan bien que poco más se puede pedir.

Bueno sí, por pedir hubiéramos pedido un setlist más largo (se ciñeron milimétricamente al contrato que marcaba noventa minutos). De esta forma quizás no hubieran obviado todas las canciones post Humanz, a excepción las nuevas. En cuanto a los colaboradores, estuvo fantástico el rapero angelino Bootie Brown (fundador de The Pharcyde) en “Stylo” y “Dirty Harry”, impecable De La Soul en el himno generacional “Feel Good Inc.”, curioso el rapero argentino Trueno, reivindicando su patria ante la mirada divertida de Albarn, sentado durante “The Manifesto” como si la cosa no fuera con él, e inoportuno Sweetie Irie, que entró como un elefante en una cacharrería al final de “Clint Eastwood” para reinterpretarla con su particular estilo.

Y ese fue el final tras un farfullo en español de Damon Albarn que dijo algo parecido a “todos en el mundo nos convertimos en viejos”, así como deprimente epitafio. Pero sí, no nos queda otro remedio que darle la razón. Las luces se encendían, sonaba la versión de Ernie Burnett del “My Melancholy Baby” de Ella Fitzgerald, pero las 16.800 personas presentes se negaban a aceptar que se había acabado el viaje. Hubiera sido bonito que acabara con un alegato pro-palestino, aunque fuera con el visual que días atrás habían proyectado en el concierto organizado por Brian Eno, pero no hubo sorpresas, más allá de la sorpresa de ver a Gorillaz a estas alturas de la vida y en estas peculiares circunstancias que, la verdad, resultó ser algo inolvidable. Necesitamos a Gorillaz en estos tiempos oscuros. Por lo pronto, en ese momento teníamos también a los top djs Maceo Plex, Kevin de Vries y Reinier Zonneveld para hacernos bailar hasta que llegara la lluvia. Un fiestón techno a la altura de las mejores del otoño y, si hay una agenda repleta ahora mismo en Madrid, es la electrónica, así que nos deshacemos en halagos ante el Pulse of Gaia. Esperemos que sea el primero de muchos.

Texto: Javi JB
Fotos: Zamna

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