Aquella mañana de domingo nos levantamos con una resaca tan notable como las ganas que teníamos de asistir al minifestival de metal extremo programado en la sala Arena esa misma noche. Como principal reclamo: los grandísimos Rotting Christ. Como secundarios de lujo: Negură Bunget y Twilight of the Gods. Y luego un par de grupos nacionales que podría buscar en Internet pero no sería justo con la crónica porque en ese momento no sabíamos que tocaban.

El caso es que la tarde comenzó siendo un despropósito y acabó en odisea por las calles de Madrid. Una confrontación con conatos de reyerta, seguida de una persecución y posterior disnea, que no viene a cuento detallar, nos imposibilitó llegar antes de las nueve y media a la calle Princesa. Es decir, nos perdimos a todo el cartel, salvo a Rotting Christ. Qué le vamos a hacer, una pena. Aunque más lamentable hubiera sido no asistir al increíble recital que dieron los griegos. Y eso es algo que le pasó a prácticamente toda la comunidad metalera madrileña.

La forma en la que la crisis afecta a los conciertos es igual a cómo afecta a las clases sociales. Mientras los pobres se hunden en la miseria los ricos duplican su capital. Mientras los conciertos mainstream siguen agotando entradas, la escena underground sufre los achaques de un indigente moribundo. El Palacio de los Deportes se llena hasta la bandera cuando toca un grupo de pop británico de esos que salen en la portada de la Mondo Sonoro. Mientras tanto, la fidelidad de los metaleros se pone en entredicho y apenas un centenar de personas se animan a comprar la entrada de un concierto como este. Rotting y compañía tocaron para cuatro gatos, ante la mirada triste y resignada de la promotora. Pero eso sí, los atenienses (y según nos contaron también Twilight of the Gods y especialmente Negură Bunget) estuvieron brillantes.

Rotting Christ regresaron a Madrid tres años después de su anterior visita junto a Finntroll, Samael y demás hijos del Averno, y esta vez como cabezas de cartel. Su impecable trayectoria, tras 26 años de trayectoria y 11 álbumes de estudio en su haber, les han encumbrado como una de las bandas de metal extremo más relevantes del viejo continente y siguen defendiendo el escenario con furia titánica.

En esta ocasión el grupo, con los cofundadores hermanos Tolis a la cabeza, vino con dos novedades bajo el brazo: ni el guitarrista Giorgos Bokos ni el bajista Andreas Lagios, siguen en el grupo (en su lugar entraron el año pasado George Emmanuel y Vaggelis Karzis respectivamente), con la polémica que suscitó entonces, y esta vez tocaba presentar su soberbio disco Kata Ton Daimona Eaytoy (el diablo está dentro de mí, como en el epitafio de Jim Morrison), publicado en marzo de este año, y que sin duda figura entre las mejores referencias metaleras del 2013.

Su último single, “Χ Ξ Σ” (666), que ya se ha convertido en todo un símbolo del grupo, fue el tema sabiamente elegido para abrir su actuación. Con vibrante tensión introductoria acabó estallando en vociferio y volando nuestras mentes desde el primer acorde. Absoluta intensidad resuelta en un primer tramo estupendo compuesto de “Dub-Sag-Ta-Ke”. “Athanati Este” y “Kata Ton Demona Eautou”, en el que el cuarteto sonó tremendamente compacto, entregado y lleno de salvaje pasión. Sin embargo, fue la arrolladora “Thy Mighty Contract”, en el vigésimo aniversario del histórico The Sign of Evil Existence.

Una de las más coreadas resultó ser la pegadiza “Societas Satanas”, versión del otro proyecto blacker de Sakis, Thou Art Lord, que precedió entre headbangings a nuevas canciones como “In Yumen-Xibalba” y “Grandis Spiritus Diavolos” que funcionan a la perfección en directo. También muy celebrada fue la otra versión del setlist, el clásico “Non Serviam” de los canadienses Blasphemy. Esta precedió a la apoteósica recta final, compuesta por “Noctis Era”, “King Of A Stellar War” y “Archon”. Una hora escueta que nos supo a demasiado poco, motivada claramente por la escasa asistencia y seguramente por tratarse del último concierto de la gira. No obstante, dieron un concierto irreprochable que, a falta de repasar el calendario, se encuentra entre los cinco mejores eventos de metal a los que hemos asistido en los últimos doce meses.

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Texto: Javi JB
Fotos: Marti Pérez
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