Jueves 10 de julio
Debo admitir que añoro cuando el festival comenzaba el miércoles o acababa el domingo. Cuando entras en la vorágine del Mad Cool es difícil cansarse. No obstante, el jueves empezó con fuerza y eso hizo que cogiéramos el ritmo entusiasta muy rápido. Los primeros en sorprendernos fueron Mother Mother, unos canadienses poco conocidos en España pero que llenaron sobradamente el escenario principal. Tienen buenas melodías y las defienden con fuerza y buen sonido. Aunque si hay un grupo que entra en esa definición es Fidlar, una de las escasas concesiones al punk rock del line-up de este año y a los que hemos podido disfrutar en otras ediciones. Los californianos abarrotaron uno de los escenarios-carpa en lo que supuso la mayor sudada poguera de todo el festival. Hicieron dos versiones: “Wonderwall” de Oasis y “Feel Good Hit Of The Summer” de QOTSA. Mucho más acertada la segunda que la primera. En general no sacaron su mejor sonido, pero nos lo hicieron pasar en grande.
Poco después, en el segundo escenario principal nos encontramos con el también repetidor Leon Bridges, y que, una vez más, fue uno de los nombres con más clase del cartel. Estuvo tan cautivador como siempre, pero el horario (aún muy soleado y caluroso) no le benefició para que entráramos de lleno en la cadencia embriagadora que caracteriza su propuesta. De todos modos, los tramos más intimistas de su neo soul de matices psicodélicos nos subyugaron más que su vertiente R&B. Nos dio tiempo a asomarnos a Royel Otis, un dúo australiano formado por Royel y Otis, que parece haber sido concebido en el garage de TikTok, si es que tal cosa existiera. La voz mixta del segundo tiene un timbre melódico y casi nostálgico que hace que te enganche, aunque no te diga nada lo que canta. De hecho, sus versiones propias no tienen nada de especial, pero las versiones que les han hecho famosos, “Murder on the Dancefloor» de Sophie Ellis‐Bextor y «Linger«, de The Cranberries, son una auténtica delicia.
Gracie Abrams fue la primera estrella en congregar a una gran masa en el escenario principal. La hija del director de cine J. J. Abrams que nos hizo odiarle por el final de Lost, tiene solo 25 años pero ha conseguido calar profundamente en la generación Z (el público estaba íntegramente formado por veinteañeros) pero la verdad es que tiene canciones como para gustar a todas las edades. Canta, toca el piano y la guitarra acústica con soltura y tiene la actitud de quien ha nacido para esto. A mitad de su concierto llegó el contratiempo del que más se ha hablado del Mad Cool de este año: el corte súbito de luz del escenario. No volvió hasta la última canción “Close to you”. Media hora en la que Gracie tiró de soltura e improvisó un a capella desenchufada para las primeras filas. La mayoría de fans no lo olvidarán para mal, pero habrá unas cuantas que no lo harán para bien.
Desgraciadamente Iggy Pop corrió la misma suerte en el escenario contiguo. Al parecer, las altas temperaturas seguían haciendo estragos en el sistema eléctrico y la Iguana y su banda tuvieron que comenzar el concierto veinte minutos después. Lo peor es que en los festivales no se puede recuperar el tiempo perdido y los minutos de silencio son canciones que no escuchas. Pero si alguien sabe pisar a fondo ese es el ex líder de los Stooges. Llevaba sin verle desde que se lanzaba al público y subía de vuelta al escenario con el labio sangrando sin inmutarse. Con los 78 y las veinte vidas que arrastra ya no está para esos trotes, pero sigue ejecutando “Gimme Danger”, “I wanna be your dog” o “Search and destroy” con una eficacia admirable. La banda es tremenda y los vientos hacen que las canciones suenen incluso mejor.
Hubo tiempo para pasar a decir hola a Bright Eyes, necesario teniendo en cuenta que hacía bastante tiempo que ellos no se pasaban a saludar por aquí. Da gusto ver a Conor Oberst entonar canciones como “We Are Nowhere And It’s Now” y “First Day Of My Life”. E igual que hablamos de reencuentros, hagámoslo de despedidas. Un rato después se subieron a ese mismo escenario Refused en el marco de su gira de despedida para reivindicar su influyente The Shape of Punk to Come. Sospecho que aún los veremos en algún otro concierto hasta que cuelguen, presumiblemente, las botas, pero, sea como sea, pensar en no volver a escuchar “New Noise” en directo me llena de nostalgia. Ya no desatan la locura del pasado, pero sigue siendo una de las canciones más explosivas que se hayan escrito. Y Dennis Lyxzén sigue igual de bailongo a pesar de que hace un año sufriera un infarto, así que no podríamos alegrarnos más de su recuperación.
Muse suscitó la misma expectación que de costumbre. Es el headliner perfecto, tanto como reclamo como por resultados. En esta ocasión vinieron sustituyendo a Kings Of Leon tras su caída, y yo creo que salieron ganando hasta los fans de Kings Of Leon. Recibimos a Bellamy y los suyos con el culo apretado temiendo otro apagón, que afortunadamente no sucedió. El show fue algo similar a lo que Muse nos tienen acostumbrados, como en pasada edición del Mad Cool 2022 por ejemplo, aunque algo más sobrio, contenido y, por momentos, aburrido. Aunque la verdad es que musicalmente tuvo de todo, desde clásicos, a novedades y prescindibles. En general, un concierto a la altura de una de las bandas de rock más trascendentales de las últimas décadas, fuegos artificiales de cierre inclusive.
Hubiera sido el broche perfecto de la primera jornada, si no fuera por la guinda que nos aguardaba con Weezer. Una espina que por fin nos íbamos a sacar con su regreso a Madrid después de más de dos décadas de ausencia. Un grupo de culto que siempre lamenté que, por alguna razón, me resultara un poco deprimente a pesar del innegable valor de su primera discografía. El día anterior, gracias al entusiasmo del público barcelonés, dieron un concierto épico en Razz. Aquí sabíamos que no ocurriría lo mismo, pero confiábamos en que Rivers Cuomo saliera enchufado por la energía de la noche anterior. Estuvo cumplidor, pero el sonido fue tan mediocre que empañó bastante una ristra de hits que sonaron menos power pop que nunca. No fue inolvidable, pero sí un check necesario.
Viernes 11 de julio
Lamentablemente nuestra logística de llegada hizo que nos perdiéramos a Hermanos Gutiérrez, a los que confiamos ver muy pronto en algún espacio más íntimo, así que la jornada comenzó con uno de los headliners del día: Benson Boone. Una estrella pop internacional gracias a una combinación de algoritmos, vídeos virales y realities musicales. Una cosa llevó a la otra y “Beautiful Things” se convirtió en un hit global que a mi particularmente me parece difícilmente digerible. Sin embargo, su actuación me calló la boca. No me conmueve, pero tiene canciones que funcionan y una voz poderosa. Va sobrado de presencia escénica, actitud y capacidad de conectar con el público. Y si no te interesa su música, solo por sus saltos y volteretas sin perder el más mínimo fuelle, ya merece la pena verlo.
Era la primera hora del festival y los solapes interesantes se sucedían sin piedad. Tuvimos que pasar de Bad Nerves, sabiendo, eso sí, que los disfrutaríamos en el Tsunami Xixón el finde siguiente (toquen donde toquen no os los perdáis porque son revitalizantes, una de las bandas del momento), para embriagarnos con Future Islands. Y es que si hablamos de carisma, el de su vocalista Sam Herring, es imbatible. Es un grupo con muy buenas canciones y verle interpretarlas resulta hipnótico. Su presencia y movimientos son simplemente magnéticos.
Al concierto de Alanis Morrisette le precedió un trailer con aires nostálgicos que recordó al público que en su día fue la cantante de pop rock más grande del mundo. Quedó claro por la masiva congregación frente al escenario que no hacía ninguna falta el autobombo. Su prestigio está tan intacto como su voz. Y según se iban sucediendo las canciones que la encumbraron a vender decenas de millones de discos (Sin ir más lejos, Jagged Little Pill fue el primero que compré en mi vida), volvimos a constatar su relevancia musical. Las más coreadas: “Hand in my pocket”, “Ironic”, You oughta know” y “Thank U”. De lo mejor de esta edición. Justo después, Jet actuaron en el escenario y a la hora a la que debería haber tocado la canadiense. ¿Es difícil entender que un one hit wonder siga ocupando semejante posición en un festival de esta categoría, pero al menos a la gente le sigue divirtiendo cantar “Are You Gonna Be My Girl?”. Aunque bastante irrelevante, es un grupo que suena bien, así que un concierto suyo nunca va a ser una pérdida de tiempo, pero resultaba más interesante pasarse por una de las carpas para dejarse llevar por la candidez de Mychelle antes de ir ver a Artemas. Un británico (como la mayoría de nombres del Mad Cool), de orígenes chipriotas, que también debe su fama a TikTok y el hit “i like the way you kiss me”, pero demostró que es mucho más que eso. Como artista aún se le ve a medio hacer, pero demuestra tener muchas ideas. Además, su amalgama de sonidos synth-poperos y darkwaves supuso una frescura que habríamos agradecido que se hubiera prodigado más en esta edición.
Noah Kahan fue, probablemente, el nombre mejor posicionado y más desconocido para el público español pese a que en EE UU y Reino Unido haya logrado encabezar los rankings. A medio camino entre Mumford And Sons y Vance Joy, practica ese country-folk agradable y manido que tanto gusta a la audiencia anglosajona. Especialmente cuando se adentra en el público para tocar en acústico bajo la luna llena. Por contraste, un preludio perfecto para la tormenta que estaba por llegar. En primer lugar, de la mano de Battlesnake, una banda metalera australiana que parece un cruce teatralizado entre King Gizzard y Judas Priest. Tan cachondos como cañeros y muy divertidos. El entrante perfecto para abordar con energía lo que estaba a punto de acontecer: la mayor descarga eléctrica de todo el festival.
De nombre, Nine Inch Nails. Después del histórico concierto que dieron en el Mad Cool 2018 ya sabíamos que volverían a encumbrarse como lo mejor del festival. Sobre todo, porque en aquel line-up tenían cierta rivalidad, pero en esta ocasión tenían todo a su favor para arrasar. Y así fue, no se ciñeron ni a los horarios, empezando cinco minutos antes y adelantando otros diez su despedida. En esa hora y media desataron una tormenta de tal magnitud que aquellos que no los conocían y se quedaron salieron con boca y ojos muy abiertos. Solo con el comienzo os podéis hacer una idea: “The Beginning Of The End”, “Wish” y “March Of The Pigs”. Un despliegue industrial salvaje en el que cada descarga estaba medida al milímetro, desde el diseño lumínico a la realización audiovisual que retransmitía por las pantallas toda la fuerza del escenario en un impresionante plano secuencia. Y de cierre, una de las composiciones más sobrecogedoras de la historia, la cante Trenz Reznor o Johnny Cash, “Hurt”, esa canción que hace que te tengas que acordar de seguir respirando.
Sábado 12 de julio
De nuevo la jornada comenzaba con unos hermanos sobre el escenario. En este caso los Teskey Brothers tirando de clasicismo blusero y mucha sensibilidad. Mientras tanto, el nuevo icono queer noruego Girl in Red, practicaba en el tercer escenario un pop demasiado centenial como para lograr emocionarnos, y la española afincada en Londres Miss Blanche, desplegaba, con más pasión que talento, un R&B muy neofunk, arropada por una banda más numerosa que la de Olivia Rodrigo, entre vientos, coristas y bailarinas. Un rato después se subieron a ese mismo escenario los estadounidenses Pvris y esos sí que lograron poner la carpa patas arriba con un pop rock enérgico y muy pegadizo. Mientras, en el segundo escenario principal Finneas, al que siempre le perseguirá el apellido de “hermano mayor de Billie Eilish” nos hizo pensar en aquel cartel del Mad Cool 2020 cancelado por el covid en el que estaban confirmadas su hermana y Taylor Swift (impensable cinco años después). Como co-responsable de las canciones de Billie Eilish, queda claro que el pop se le da bien. No sorprende, pero tiene canciones bastante agradables. No resulta muy efusivo, lo sé, pero tampoco da para mayor elocuencia.
Últimamente hemos tenido la suerte de ver en festivales a St. Vincent cada año. Y eso que no se puede decir que su psyco pop-art rock industrial sea lo más accesible y comercial del panorama, pero su presencia dignifica y eleva cualquier line up, así que esperemos que no decaiga esta dinámica. Este no fue uno de sus mejores días en lo que a sonido se refiere (se escuchaban más las maracas que las guitarras), pero los excéntricos y teatralizados movimientos de la magnética Annie Clark, la sensual química del resto de la banda y la afilada vibración de composiciones como las que cerraron el concierto, “Sugarboy” y “All born screaming”, lograron el efecto abrasivo de siempre. Cogió el relevo un grupo antagónico en todos los aspectos: Thirty Seconds to Mars. Como llevamos mucho rato de crónica me limitaré a decir que su planteamiento es llenar su vacío creativo con visuales de estudio y todo tipo de recursos de show de estadio, como fuego y serpentinas. Claramente les funciona, así que Jared Leto y compañía, podéis seguir así, que canciones trascendentales a estas alturas no creo que os salgan.
Otros que encaminan su puesta en escena en esa dirección, aunque desprovistos de artificio, son Arde Bogotá. Encumbrados como el nuevo fenómeno del mal llamado indie español, quedó demostrada aquí también la pasión que desatan en el público nacional. Uno puede pensar que el cantante ha escuchado tantas veces su comparación con Bunbury que finalmente ha decidido resignarse a la evidencia y cada vez lo imita más. Todo el grupo suena afectado y muy impostado y es mejor no fijarse demasiado en las letras de sus facilonas canciones porque se rebozan demasiado en el remilgo y el cliché. El truco para disfrutarlo es desconectar un rato el cerebro y divertirse cantando “qué vida tan putamente dura”, que es perfectamente posible, no digo que no, pero, finalmente, fue mejor idea irse a contonearse con Glass Animals y temazos incontestables como “Heat Waves”.
Recta final del Mad Cool 2025 y última headliner: Olivia Rodrigo. La intro de “We Got The Beat” de The Go-Go’s fue toda una carta de presentación. Podrían haber escogido una de las Runaways también, aunque a la hora de la verdad sea más una versión posh de Paramore o Avril Lavigne. Y es que, como ellas, no es una estrella de pop blandito más, sino que le da verdadera importancia al sonido guitarrero y tiene una banda bastante sólida para sustentarlo. Es por ello que nada tiene que ver su show con el de la headliner del año pasado, Dua Lipa. No hay coreos espectaculares, ni ornamentos y eso no es ni mejor, ni peor. Tampoco tiene hits masivos, solo canciones de “indie” pop pegadizo que calan (y de qué manera) en una audiencia muy joven (salida en gran medida de la factoría High School Musical), pero desde luego parece una buena influencia. Lo que sí parece calculado al milímetro es cada gesto y mirada. Nada resulta espontáneo o natural, lo que la aleja a años luz de ese aura riot grrrl que le hace tanto tilín. También de Alanis Morrisette, puestos a compararla con otro nombre del festival y a la que alguna vez ha citado como referente. Y es que le falta demasiado para tener la originalidad, canciones y actitud de la canadiense. Sea como sea, Olivia Rodrigo tiene solo 22 años y por ahora ha elegido el camino correcto.
Nosotros también al optar por Justice en lugar de Bloc Party, los dos encargados de la clausura del festival. Aunque estamos seguros de que los que eligieron a los londinenses vieron y escucharon de refilón también el show de Justice, porque fue tan desmesurado, impresionante y apoteósico que hubiera sido imposible contenerlo. Mira que llevo siguiendo la carrera de Justice desde hace veinte años y desde hace tiempo sé de lo que son capaces, pero es que siempre logran sorprenderme. Este fue su regreso al Mad Cool siete años después y si entonces reventaron el Loop, en esta ocasión desbordaron el segundo escenario principal con uno de los mejores lives electrónicos que se pueden ver en el mundo. El dúo francés sacó su más fina artillería de hits a través de remixes soberbios, de la mano del mejor sonido de todo el festival y con un despliegue tecnológico que realmente desbordaba los sentidos. Realmente no puedo imaginar una clausura mejor que esta.
Porque para qué engañarnos, esa fue la verdadera clausura del festival. Al día siguiente tuvo lugar la primera colaboración de Mad Cool con Brunch Electronik, de igual modo que hizo el Primavera Sound en su única edición madrileña hace dos años. La diferencia es que aquella fiesta contó con nombres como Ben Böhmer, CamelPhat, Diplo o Vitalic y en esta hubo que confirmarse con Peggy Gou, un dj set de Jungle, Mau P y Macarena Hoffmann. Que no es por quitarles mérito a ninguno de ellos, pero son niveles cualitativos por diferentes. Quedó claro eso sí lo bien que funciona la dj coreana como reclamo. Lástima que, a juzgar por su selección y mezclas actuales, de la sensación de que con el tiempo la balanza se haya decantado más a su faceta como influencer que a la de deejay. Pero bueno, fue un tardeo agradable con gente ajena al festival y muchas dosis de postureo poco melómano, de igual modo que sucede en las fiestas de la popular marca electrónica.
Un año más, el Mad Cool se corona como el festival del año en Madrid. Es verdad que hemos echado en falta más conciertos memorables (este año podemos contarlos con los dedos de una mano), más eclecticismo (el abanico de géneros se ha reducido y hemos visto a demasiados artistas compartiendo el mismo sonido) y mucha más electrónica de primer nivel (The Loop antes era una referencia electrónica y ahora prácticamente una zona de paso), pero sigue siendo un entorno de placer en el que hay espacio para las nuevas tendencias, algunas de las mejores bandas del mundo en lo suyo y donde siempre es inevitable descubrir propuestas interesantes. Resulta desolador comparar los line-ups del pasado con los actuales, pero es que el declive es global, así que es inútil lamentarse. Así que disfrutemos del presente, que es lo único que tenemos. Y soñemos con el futuro también, que el año que viene será el décimo aniversario del Mad Cool y apuesto a que nos traerá momentos increíbles.
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eres muy cursi escribiendo.