Oceana significa otra de las locuras editadas bajo su nombre. La escalada de Sherinian a lo largo de esta ruta le lleva a toparse con los más variopintos estilos, deteniéndose en unas variaciones experimentales de verdaderos tintes progresivos –¿quién ha nombrado a sus Planet X?– y hasta de jazz metalizado. El Toto Steve Lukather se engalana con delicadeza en tres de los temas, ‘Mulholland’, ‘Euphoria’ y ‘Seven Sins’, llevando por derroteros de fusión melódica unos fraseos de guitarra sensacionales. En ‘El Camino Diablo’ Doug Aldrich dispara hacia el hard musculado y evolutivo dentro de una de las pocas piezas que no están compuestas únicamente por Sherinian y el baterista Simon Phillips.
La mano derecha de Billy Idol –vocal que, por cierto, ya apareció hace unos años en otra obra de Derek–, el guitarrista Steve Stevens, declara su amor por las seis cuerdas y se me antoja totalmente en consonancia con las diabluras instrumentales de su CD Memory Crash. Joe Bonamassa o Tony MacAlpine –indescriptible las sensaciones que deja ‘Five Elements’ en el oyente– también acercan sus mástiles al fuego de la hoguera en otros tantos cortes.
Un nuevo acierto que se incluye en la suma bajo unos modos que ya se han hecho habituales en un instrumentista como Derek. Todavía sabiéndose seguro en el supergrupo Black Country Communion, este teclista saca tiempo de la nada para seguir ampliando las estancias en esa construcción solista que ya parece una mansión. Un acalorado aplauso para él.
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