El norte y el este de Europa: del Báltico a los Balcanes

Encontrar e identificar pautas comunes en la música de lugares tan distantes como Noruega o Bulgaría sería una tarea casi titánica, porque la enorme diversidad y riqueza cultural europea consigue que hallemos, no sólo en cada país, sino en cada región una gran variedad de estilos musicales. Muchas de las músicas tradicionales europeas, además del componente pagano de cada región, se han formado también a partir de la influencia de la música culta y la religiosa, a lo que hemos de añadir la recreación colectiva del folklore a partir de la interpretación personal de cada músico. La homogeneidad aquí no es más que un esquivo fantasma y es esa diversidad el único hilo conductor de esta entrega, además del geográfico, lo que hace que este recorrido sea aún más interesante.

Europa del norte

Suecia es un país muy rico en su tradición musical, basada en los violines, y sus músicos siempre han tenido un notable interés por la fusión y la mezcla. Ya en los años sesenta músicos de jazz suecos grabaron con músicos africanos por ejemplo. Y en el folk también encontramos esa temprana fusión, en su caso con el rock, con bandas como Filarfolket, Groupa, Norrlater o Väsen. Aunque la formación que realmente ha conseguido aportar un planteamiento totalmente innovador ha sido Hedningarna. Una banda que comenzó como un proyecto eminentemente tradicional, apoyándose sobre todo en los cantos propios de la región de Karelia, una zona históricamente muy disputada y que actualmente pertenece una parte a Finlandia y otra Rusia, aunque también ha sido de Suecia anteriormente. Uno de los discos más interesantes que podemos encontrar para adentrarnos en la tradición sueca es Nu Blir Sommar, de Johanna Grüssner & Mika Pohjola, una colección estupenda de canciones populares en formato jazz.

La historia y cultura de Suecia y Noruega tiene muchos puntos en común y no sólo por la subordinación de la segunda a la primera durante casi todo el siglo XIX. Sin embargo, en lo musical sí que existen ciertos contrastes, sobre todo, en el plano cuantitativo. Parecen haber traspasado fronteras muchos más artistas suecos que noruegos, de donde destaca sobre todo Mari Boine, conocida por su peculiar mezcla de jazz y de la tradición musical del pueblo sami o lapón. Curiosamente uno de los ejemplos recientes más atractivos de la tradición noruega ha venido de la mano de dos guitarristas norteamericanos, Henry Kaiser y David Lindley, que en el álbum The Sweet Sunny North se dedicaron a recoger el panorama musical del país desde una óptica cercana a la etnomusicología.

En Finlandia, aún estando bajo la enorme sombra del gran compositor Sibelius, que usó frecuentemente el folklore de su país para sus composiciones, no es fácil encontrar grupos de música popular. Pero tenemos a Kankaan Pelimannit, cuyo trabajo Suvitunnelma recoge un buen número de piezas de Viljami Niittykoski, que fue un reputado musicólogo y folklorista de comienzos del siglo pasado.

Europa del este

Muchas de las regiones de Europa del este podrían estar en cualquier lista de las más disputadas de la historia y es que griegos, romanos, mongoles, turcos, soviéticos o rusos han luchado por hacerse con el control de estos territorios. Durante los años de dominio de la Unión Soviética las expresiones culturales autóctonas tuvieron un enorme y sorprendente crecimiento, gracias en parte al aislamiento de la zona del resto de mundo. Pero, a partir de 1991, la cultura occidental irrumpe en todos los territorios que habían formado parte del bloque soviético y con ella la fusión de géneros explota. Por ello, muchas de las bandas y los músicos que vamos a ver aquí mantienen hasta cierto punto su tradición musical, porque gran parte de ellos han acabado por mezclar su folklore con el pop, la electrónica o el jazz.

En las regiones del este la influencia bizantina fue enorme durante muchos siglos y esto también tiene su reflejo en la música, aunque la influencia de Turquía también es relevante, sobre todo en géneros como el manele, un estilo típico de las zonas rurales de países como Rumanía, Serbia, Bulgaria o Albania. La mezcla es curiosa, porque incluye sonidos romaníes, balcánicos y orientales y sus temáticas más habituales se asemejan mucho a las del blues en sus inicios, girando en torno a cuestiones como la bebida, el desamor y, sobre todo, los problemas y desdichas diarias de la población más humilde.

La popularización de la música de las bandas gitanas del este ha venido con las bandas sonoras de Goran Bregovic en las películas de Emir Kusturica y éste último además ha girado por gran parte del mundo con su banda The No Smoking Orchestra. Sus composiciones tienen mucho de las bandas actuales de gitanos rumanos, cuyo origen son los lautari, unos músicos del siglo XV que iban de aldea en aldea para trabajar amenizando todo tipo de reuniones y celebraciones. Pero más cercanos a la tradición rural están Gheorghe Zamfir, que es uno de los músicos rumanos más importantes, intérprete de una especie de flauta de pan rumana llamada nai românesc; la banda Taraf de Haïdouks, que gozó de gran éxito en los años 90; el violinista Ion Albesteanu y los rusos Loyko.

Bulgaria es uno de los países más interesantes, porque tiene una tradición muy personal a pesar de su inclusión dentro de los sonidos balcánicos. El folklore búlgaro es posiblemente uno de los más ricos de toda la región y la primera muestra de la que tuvimos constancia a nivel popular en Occidente fue el Misterio De Las Voces Búlgaras, interpretado por la sección femenina de la orquesta y coro de la radio televisión búlgara y que ya comentamos en el artículo sobre Músicas del Mediterráneo.

El folklore europeo es de una riqueza apabullante y, una vez más, tendremos que dejar en el tintero un gran número de músicos muy interesantes, como Zaklonisce Prepeva, Safet Isovic, Djordje Balasevic, Ivo Papasov, Tomaz Pengov, Ljoba Jence, los húngaros Illés, una de las formaciones que mejor ha mantenido el folklore propio de Croacia y Serbia: Vujicsics, o los polacos Kroke, que se basan en un repertorio tradicional, sobre todo klezmer al que añaden improvisaciones, pinceladas de otros géneros occidentales y unos excelentes arreglos.


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Del Báltico a los Balcanes
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jmvilches

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