El uso de los dispositivos móviles en los conciertos

En los últimos años, los celulares se han convertido en una extensión inseparable del cuerpo humano, presentes en cada momento cotidiano y también en espacios donde antes predominaba la experiencia directa y colectiva, como los conciertos. La irrupción masiva de los dispositivos móviles en los espectáculos en vivo ha transformado no solo la forma en que el público disfruta la música, sino también la manera en que los artistas interactúan con sus seguidores y gestionan su imagen. Este fenómeno plantea un debate cultural sobre los límites entre la memoria digital y la vivencia emocional.

Durante las décadas pasadas, asistir a un concierto implicaba sumergirse por completo en el ambiente sonoro y visual del espectáculo. Hoy, sin embargo, buena parte del público vive el evento a través de las pantallas de sus teléfonos. Fotografiar, grabar o compartir fragmentos del concierto en redes sociales se ha vuelto un acto casi automático. Para muchos, es una forma de conservar recuerdos y de conectarse con otros fanáticos que no pudieron estar allí. En ese sentido, los móviles amplían la experiencia: permiten una difusión instantánea y dan visibilidad a artistas emergentes o eventos locales.

No obstante, también hay un costo. Cuando cientos o miles de personas levantan sus teléfonos al mismo tiempo, la atención colectiva se fragmenta. En lugar de mirar al escenario, el público mira las pantallas. Muchos músicos han expresado su frustración por tocar ante un mar de pantallas encendidas, donde la interacción espontánea con el público se reduce. Además, el uso constante de celulares puede afectar la calidad del sonido y del ambiente lumínico, generando distracciones tanto visuales como auditivas.

Otro aspecto relevante es el registro y la difusión del material grabado. Aunque algunos usuarios lo hacen con fines personales, otros comparten videos completos en plataformas digitales sin tener en cuenta los derechos de autor o el deseo del artista de controlar su representación pública. Esto abre un debate sobre la propiedad del contenido y la ética en tiempos de hiperconectividad. Muchos festivales han comenzado a establecer políticas restrictivas o zonas libres de móviles para preservar la autenticidad de la experiencia.

Por otro lado, ciertos artistas han sabido convertir los dispositivos en aliados. Algunos incorporan las luces de los teléfonos como parte del espectáculo visual; otros promueven el uso de aplicaciones interactivas que permiten al público enviar mensajes o votar en directo por la siguiente canción. En estos casos, la tecnología refuerza el vínculo y transforma la pasividad en participación creativa.

En definitiva, el uso de los dispositivos móviles en los conciertos encierra una paradoja: ofrecen la posibilidad de amplificar la emoción y perpetuar el recuerdo, pero al mismo tiempo pueden alejarnos del instante irrepetible que define la esencia de la música en vivo. Encontrar el equilibrio entre registrar y vivir, entre conectar y desconectarse, es el gran reto de la experiencia musical contemporánea.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *