Ende — Gestos Invisibles (Flor Y Nata Records, 2010)

El pop puede ser independiente sin tener que, por obligación, portar la pegatina de indie. Al igual que no todo el rock alternativo facturado en los 90 casaba con los estatutos de lo que se venía a conocer popularmente cual grunge —que se lo digan a los siempre cambiantes Stone Temple Pilots—. Ende tienen en Gestos Invisibles la llave con la que abrir el portón que lleva a un mundo de melodías no necesariamente sedientas de situarse en las fórmulas para la frecuencia modulada.

Con paladar renovado degustan unos estribillos jugosos, de textos capaces de saciar expectativas y abrir oídos a otros mensajes más allá de las tres o cuatro reglas primordiales en las tonadas de amor. Me atrevería a decir que hay algo de la pluma de Antonio Vega en sus frases cuando en ‘Castillos En La Arena‘ escucho: «Siempre voy corriendo a ningún lugar; yo sólo voy despacio cuando no quiero llegar. Y no encuentro calma si tú no estás, y cuando estoy contigo no se me ocurre de qué hablar». Excelsos y siempre de etiqueta en cuanto a lo sonoro se refiere.

A medio camino entre Jeff Buckley y Coldplay, acariciando los desarrollos de la faz más calmada de los Manic Street Preachers post 1998, Ende encuentran un lugar desde el que vender sus instantáneas musicales cargadas de un peso en sus letras que no suele ser norma en la escena pop del nuevo siglo.


Sergio Guillén

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