Jesus Christ Superstar. Entresijos de una ópera rock (Primera parte)

Esta obra, probablemente más que ninguna otra, se merece el calificativo de auténtico exponente de lo que ha de ser considerado cual creación de ese género revolucionario llamado ópera rock. A lo largo de la pronta a ser analizada genialidad, nacida de las mentes de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber, encontramos los parámetros que debería seguir toda composición para poder llegar a ser catalogada dentro de tan característica disciplina: mucha teatralidad, pasajes que se repiten a lo largo del libreto, una historia conceptual o el uso de instrumentos eléctricos para la ejecución de la misma. Si hablamos de la temática en sí, hemos de darnos cuenta de una cosa muy importante. Hace aproximadamente diez años se estrenaba la controvertida obra teatral Mesías y a nadie le afectó lo más mínimo; pero en aquellos tiempos que corrían por 1970 fue un auténtico shock la presentación de esta obra Jesus Christ Superstar. Ya que –con la Iglesia hemos topado– trata uno de los temas más reconocidamente tabú que existen: la religión; y más en concreto, los últimos días en la vida de Cristo.

La imagen que da de la historia esta composición no gustó al grueso más conservador de los espectadores, ya que nos presenta a un Judas que sólo busca el bien para su pueblo, a un Pilatos que hasta el último momento quiere intentar salvar al Superstar y a un Jesús demasiado humano. Sin querer entrar en debates sobre si es acertada o no esta visión de los hechos, sí es cierto que la obra intentaba ser una recreación y no una blasfemia. Aun así, y tras muchas críticas por parte de las plumas demodé de todo tipo de medios de información, la ópera rock Jesus Christ Superstar acabó convirtiéndose en todo un éxito; llegando a ser adaptada para la gran pantalla en 1973 y saltando el charco para ser representada en nuestro país –al igual que en decenas y decenas de ciudades a los largo y ancho del globo terráqueo–. Y hasta aquí es donde quería llegar, a esta división que, todavía siguiendo el libreto compuesto por el tándem Rice/Lloyd Webber, mostraba ciertas diferencias muy notables.

La primera idea fue la de representar la obra en un teatro y convertirla en el típico espectáculo de Broadway. Para aquel primer casting ya se tenía elegido de antemano quién sería Jesucristo. Ian Gillan, por entonces recién llegado a los Deep Purple, acababa de sorprender a la crítica especializada con su trabajo en aquel Concerto For Group & Orchestra, así que la pareja de oro del musical no dudó en escogerle como candidato definitivo. Otro papel esencial en esta representación sería el de Judas, para el que llamaron a Murray Head, un hombre hecho ya a los escenarios. Sin olvidarnos de Yvonne Elliman y Barry Dennen que harían de María Magdalena y Poncio Pilatos respectivamente –resaltando a estos dos últimos, ya que tanto Yvonne como Barry seguirían siendo parte de la compañía a la hora de pasar el espectáculo al cine–. Pues bien, todavía siendo la versión original una creación realmente novedosa, no llegas a percatarte de sus errores hasta que se estrena en las salas el largometraje del mismo nombre. Así que, para que lo podáis entender con más claridad, paso a analizar de manera iniciática estas dos versiones al mismo tiempo para que os deis cuenta de lo que os hablo.

Ambas se inician con su majestuosa ‘Overture’, que no es otra cosa que una de las más reveladoras introducciones que se hayan compuesto nunca. Llena de teclados pomposos y futuristas, cambios vertiginosos en el tempo, guitarras sutiles pero cortantes. Es esa representación de cómo se prepara la compañía teatral para empezar a realizar su mascarada. De ahí saltan a ‘Heaven On Their Minds’, uno de los temas con más fuerza de esta ópera rock y que la canta el mismísimo Judas. En su adaptación cinematográfica, este personaje está representado por Carl Anderson, y es aquí el punto en el que empieza a flojear la obra original. En la versión para teatro, Murray Head no siente el texto, sólo lo canta. De esta manera todo queda como muy plano, como si escucharas a un grupo de rock y ya está, nada más. Pero Carl Anderson es diferente, y no lo digo porque le estés viendo gesticular en la pantalla. No necesitamos ver su imagen. Hasta en la versión de la banda sonora original de este filme se nota: Anderson tiene garra, fuerza arrolladora; no canta las estrofas, se las escupe al mundo. Una frase tan reveladora como «All your followers are blind, too much heaven on their minds» («Tus adeptos están ciegos, sólo piensan en tus cielos», que diría Teddy Bautista en la versión en castellano) queda sosa en la boca de Murray pero amenazante en la de Carl Anderson.

De este inicio se salta a la famosa escena de ‘What´s The Buzz’ en la que los Apóstoles preguntan a Jesucristo por el futuro que les tiene preparados. Aquí hay que reconocer que en la versión teatral sale a flote un toque hippie –recordemos que es una obra donde toda la indumentaria que llevan sus actores está basada en una estética concordante de alguna manera con el citado movimiento contracultural– que no aparecerá en la película, una alusión a todo aquel movimiento por el amor libre. Cuando María Magdalena entra en la escena repitiendo, una y otra vez, la frase «Let me try to cool down your face a bit…» («Deja que te limpie un poco la cara») a Gillan se le oye dar algunos de sus grititos característicos para acabar afirmando «Mary… mmmmm… That is good!» (algo así como «María… mmmm… ¡Qué bueno!»). Aunque esta frase aparece en todas las versiones, el sutil toque sexual de los gemiditos sólo se puede escuchar en la interpretada por Ian Gillan –ya sabéis, haz el amor y no la guerra–.

Pero sigo trayecto viaje a través de esta genialidad sonora y me doy cuenta de que hay un hueco: en el formato Broadway de la ópera rock no podemos encontrar el tema ‘Then We Are Decided’, que sí está en la copia para la pantalla. Esta composición se basa en los pactos secretos que realizan Caifás y Anás, comprobando sus maquinaciones contra la Superstar. Una tonada fundamental pues nos enfrentamos por primera vez con la impresionante voz de Bob Bingham haciendo a un Caifás poderoso y cruel, mientras que la burlona garganta de Kurt Yaghjian nos presenta a un Anás maquiavélico y que se mueve por la pantalla como un cuervo que sólo sabe hostigar a unos contra otros. Ambos son dos personajes que dan mucho sabor en el cine pero que Victor Brox y Brian Keith, a los que les tocó batirse el cobre de estos papeles sobre las tablas, no les supieron dar relevancia. Nos saltamos ‘Everything´s Alright’ para llegar hasta ‘This Jesus Must Die’ en cuya interpretación podemos volver a resaltar las figuras de Bingham y Yaghjian, que no las de los otros dos últimos.

Y con éstas llega ‘Hosanna’ y el gran error; garrafal, diría yo. Esta es la escena en la que Jesús escucha a sus séquito cantarle aquello «Hosanna hey… Sanna sanna sanna houwww», que diría el ínclito de Santiago Segura caracterizado de heavy en el largometraje El Día De La Bestia. Pues bien, el fallo se encuentra en las últimas estrofas de la canción. Cuando están todos cantándole «JC, JC would you fight for me?», vamos que le preguntan que si luchará por ellos, en la versión de teatro se le puede escuchar a Gillan cantar con la multitud. Pero bueno, cómo es esto, Jesucristo se canta a sí mismo; cuidado con esos errores. En cambio no pasará así en la segunda copia pues Ted Neely, insuperable en su papel de JC Superstar, se está calladito escuchando “tranquilamente” a sus fieles. En fin, tranquilamente hasta que le dicen aquello «JC would you die for me?» («JC, ¿morirías por mí?»), y ya le dejan descolocado para el resto de la presentación.

Pero antes de cerrar esta primera parte del monográfico dedicado a la obra de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber Jesus Christ Superstar, me gustaría romper una lanza a favor de la que considero tercera versión: la española de 1975. En nuestras tierras fue el tándem Ignacio Artime/Jaime Azpilicueta el que se encargó de su fiel adaptación al castellano. Y entre sus actores, aunque ahora suene a guasa por el devenir de sus carreras con los años, estaban figuras de la talla de Camilo Sesto, Ángela Carrasco o Teddy Bautista. Sí señoritos y señoritas, estos cantantes eran por aquellos tiempos unos auténticos portentos de la voz. Resaltar, además del trabajo de Camilo como Jesús, la labor de Bautista (Canarios) que interpreta a Judas rozando las cotas de calidad alcanzadas por el mismísimo Carl Anderson en la copia para cinéfilos. Sin olvidarnos de un insustituible elenco de músicos que desarrollaban a las mil maravillas la partitura que salió en su día de la cabeza de Sir Andrew Lloyd Webber. Una versión que, aunque no lo parezca, es imprescindible si te gustó la original. Pero ésta es ya otra historia, una narración que tiene sus más claros exponentes nacionales en 1975, 1984 y 2007; madeja que se desenredará en la segunda parte de este monográfico.


JC SUPERSTAR
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Sergio Guillén

sguillen

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