En su constante evolución entre estilos sobre los que imprimir su voz, la chileno-mexicana se llena de glamour jazzero de mediados del siglo pasado y sigue ofreciendo sus problemas personales en 14 episodios de melodramatismo. Hace unos meses pudimos verla protagonizando el musical Cabaret en Ciudad de México. No parece casualidad, hay un nexo claro entre ese papel y el disco que nos ocupa. Sobre las tablas del Kit Kat Club su Sally Bowles resignificó el legendario y asentado espectáculo en una actuación para la historia (ojalá saliera alguna grabación).
En el tema que da título al trabajo la podemos imaginar sobre un gran piano, delante de una orquesta, psicoanalizándose hasta autodenominarse ‘Femme fatale’, una etiqueta que resignifica como la mujer segura de sí misma que es. ‘Mi hombre’ relata con desesperación una relación algo más que tóxica «Él me miente, me pega fuerte, ¿qué puedo hacer?». Tanto en este tema como en ‘Veracruz’ hay trazas de un autotune que no aportan nada más que definir la década de grabación para futuras generaciones.
‘Otra noche de llorar’ se convirtió en clásico de manera instantánea en su -ya histórico- estreno en directo frente a más de 65.000 personas en el Vive Latino 2025. Inicia con un susurro y, entre cuerdas y vientos con sordina, su voz asciende sutilmente hasta lo fatalmente desgarrador en una actuación vocal superlativa. La canción del año.
‘Esto es amor’ añade toques souleros y coros de «baby» como si fuera una banda de chicas de los 60 con moño, en una composición firmada a dúo con Conociendo Rusia. Insospechadamente Sujatovich sale indemne del duelo. Con un despecho muy a la mexicana afronta ‘El gran señor’ y abraza el spoken word en una ‘1:30’ que Laferte define como free jazz existencialista.
Las colaboraciones con Nathy Peluso o Tiago Iorc resultan curiosas pero descafeinadas. Menos mal que en el tramo final del álbum hay joyitas como una ‘Melancolía’ mecida entre violines, la magnífica ‘Ocupa mi piel’ o el blues profusamente orquestado de ‘Vida normal’. Con una voz como la de Norma Monserrat Laferte a veces la mejor producción es la más clásica, ella no precisa de artificios de estudio. En la balada ‘My one and only love’ comparte armonías con Natalia Lafourcade y Silvana Estrada, que colorean magistralmente una sencilla base de guitarra ¡quién pudiera haber estado en esa sesión de grabación!
La DIVA con mayúsculas sigue trabajando en su legado por y para la posteridad. Su ascendencia en el estrellato mexicano es absoluto, el día que se decida a hacer un disco de rancheras no hay duda de que conseguirá las mejores versiones de varios clásicos. Sólamente tiene a dioses como Juanga o Rocío Dúrcal aventajándola y la mexicana no deja -parece increíble- de mejorar su voz añadiendo nuevos matices y sentimientos a un instrumento que arrasa corazones con cualquier inflexión. ¿Mexicana?, ¿no era chilena? Ya lo dijo Chavela Vargas: las mexicanas nacen donde les da la chingada gana.