Roskilde festival 2025- parte 1

Nuevo verano y nueva visita a tierras danesas. Para nosotros hace ya una década que los días finales de junio son tiempo de revisitar todos los rincones roskildianos, sorprendernos por los cambios pero también congratularse por lo inmutable de muchos de sus postulados que hacen del Festival de Roskilde una cita ineludible para el que escribe. Un evento donde la música es lo principal pero al mismo tiempo es lo de menos, un lugar de encuentro y reencuentro para cientos, miles de personas que lo habitan cada edición.

Hollamos el aeropuerto de Kastrup y agarramos el tren directo a la antigua capital de Dinamarca, en la actualidad décima ciudad en población y que casi cuadriplica sus habitantes durante la celebración del festival. Los asistentes son de todas las edades, los que están entre 18 y 24 son el 80% pero no es raro encontrarse con venerables abuelos que gozan relatando batallistas de otras épocas. En 2025 pudimos charlar con un local de 63 años que asistió por primera vez al festival en el 75. Vive a apenas 2 kilómetros del recinto y le gusta que la gente vista «vintage Roskilde merchandising». No, no le saludamos a primera hora tras un concierto de jazz, sino por la tarde tras un bolaco de The Chisel. Genio y figura.

Por si no había quedado claro, a esta fiesta hay que llegar sin prejuicios y con tus mejores galas. Sin prejuicios porque los mejores conciertos los darán nombres que el primer día ni conoces. Tus mejores galas porque es el momento adecuado para sacar del armario esa boa que hace tiempo que no usas, esa pajarita o ese sombrero, y jugártela con ese peinado imposible que siempre deseaste en silencio. Esto vale para todo el mundo, hasta en la sala de prensa charlas con periodistas de los medios más importantes de Escandinavia que escriben sus crónicas envueltos en purpurina y con vestidos naranjas.

Martes
Siempre nos gusta pasear por el recinto antes de que -el miércoles- abra para el público general. Hay puestos de comida recibiendo cajas, graffiteros finalizando sus obras o mobiliario festivalero a medio montar. También hay sorpresas, como un concierto privado para voluntarios en el escenario Gloria, donde la Bedrock Blues Band se reivindican como unos músicos soberbios, unos servidores públicos del blues de enorme calidad.

En los dos escenarios que están activos durante toda la semana -the first days- podemos otear varias propuestas. Destacamos la de Biji, un dúo sueco de ascendencia kurda que ofrece una visión contemporánea de su cultura madre. Hiphop, afrobeat, drum’n’bass y electrónica en un buen revoltijo con sabor mediterráneo aderezado con originales proyecciones como en ‘Chopi‘ o ‘Left Right‘. El líder rapero es carismático y no deja de bailar proponiendo saltos que se han hecho virales mientras señala -entre el público- varias banderas de Kurdistán. Una primera muestra -veríamos cientos durante los días siguientes- de cómo la inmigración entendida sin odio genera un hervidero cultural riquísimo.

Museo del rock
A unos 15 minutos andando del festival se encuentra Ragnarock, el museo del rock danés. Aprovechamos para hacer una visita donde pudimos toquetear luces y sonidos en su faceta más inmersiva, admirar la memorabilia beatle de Birtha, una fan danesa que compartió muchos momentos con los fab four, conocer todo tipo de aparatos reproductores de música desde antiguos fonógrafos hasta el iPod pasando por el walkman o el discman o visitar cómo han cambiado los estudios de grabación durante las últimas décadas. Además se exhibe mucho material de bandas de éxito en Dinamarca. Ahí no acaba todo, en la tienda puedes adquirir carteles de multitud de ediciones del festival de Roskilde, una nutrida selección de merchandising Beatle y hasta una chupa de cuero para sentirte más ramone que nadie.

Miércoles
Inaugurados los festejos mayores, comenzamos con la chilena Akriila y su ofrecimiento de mezclar un poco de todo entre electrónica y toneladas de autotune. Como excepción una correcta versión de ‘Limón y Sal’ de Julieta Venegas en acústico. Pasamos a los británicos Kokoroko, siempre jugosos y juguetones, tanto con sus temas más jazzeros como cuando se ponen bailongos a lo Jungle con ‘Just Can’t Wait’, de su reciente editado LP Tuff Times Never Last.

De un estilo de jazz a otro con Kassa Overall, que ofrece desde su batería una visión del hip-hop jazzificada por un talentoso pianista y coloreada por dos saxos. Pocas cosas hay mejores que iniciar el festival escuchando jazz disfrutón y fresquito aposentados en la mullida hierba del primer día. El estadounidense además termina en alto deslizándose sin miedo hacia el soul.

La ración de metal del día llegaría con Jinjer. Los ucranianos visten de riguroso negro -hasta los instrumentos- para que nada ni nadie se despiste y el público se concentre en su muro de sonido repleto de power blasts. Instrumentalmente son precisos como un reloj de pared suizo y su cantante Tatiana Shmaylyukun domina todas las técnicas vocales, desde el agudo más peligroso para el cristal hasta los guturales más terroríficos. «Scream for me Denmark» desafía con éxito la eslava ante un circle pit. A todo ello suma una plataforma delantera para que la diva ejercite una sucesión de poses desafiantes que hizo las delicias de los fotógrafos.

El plato fuerte en español de esta edición fue el dúo argentino de Ca7riel & Paco Amoroso, que recibieron clamores devueltos por llamaradas desde el primer segundo. Los raperos enlazan temas sin respiro: ‘Dumbai’, ‘Baby Gangsta’, ‘Impostor’… y la máquina de baile está más que engrasada. Tienen el dominio de las dinámicas de unos veteranos con el vocabulario de la generación z. Siempre en groovimiento. La sudorosa carpa Avalon se queda muy pequeña con miles de cuerpos brillando y saltando mientras los sudamericanos modifican beats y grooves con la habilidad de un DJ en el cóctel (exitoso) de estilos más rico y variado de los últimos tiempos.

‘Sheesh’ es el momento de los láseres, en una escenografía pensada para escenarios mucho más grandes, pero a Escandinavia han venido a sembrar. Lo define muy bien Ca7riel cuando pregunta: «You dont understand me but… Do you feel me?», «No me vais a entender, ¿pero me sentís?». No sería el único mensaje, «Si estás peleado con un amigo dile sólo que lo amas» y miles de rubios y rubias saltan entre humo y estrobos. La pareja se separa para interpretar en solitario ‘McFly’ y ‘Todo el día’, pero el tópico de que la unión hace la fuerza resurge con ‘Ola Mina xd’.

La banda que llevan los cantantes es superlativa, del funk al rock pasando por varios sabores de hip-hop salpimentado con varias tendencias electrónicas. ‘La que puede, puede’. Nos pasó en 2019 con «la» Rosalía y ahora otra vez, los daneses se saben todas las letras. Mientras otro argentino, Trueno, hizo una gran actuación en 2024 pero tuvo mala suerte con el tiempo, en 2025 Ca7riel y Paco triunfaron por todo lo alto. Incluso solapando buena parte del bolo con lo siguiente que iríamos a ver: Fontaines DC.

Escuchar en 2025 temas como ‘Starbuster’ o ‘Favourite’ es atestiguar clásicos de la historia de la música ejecutados en su prime. Los británico además son algo más que música, muestran declaraciones sobre Palestina por las pantallas e incluso paran el concierto para hablar de ello y dar voz a afectados, que cantan en árabe y denuncian todo colonialismo. Incluyendo el de Groenlandia, situación recibida con perplejidad por los daneses. Por definición del propio concepto, el nacionalismo es eso que uno sólo ve en los demás.

Desde Jakarta llegan Ali, banda de rock con sonoridades de oriente medio. Sabemos que Dick Dale, el rey de la guitarra surf, era de origen libanés y de esa herencia sacó gran parte de sus éxitos. Pues Ali también juegan con esa fructífera vertiente oriental del mediterráneo. No hace falta bypass alguno, los indonesios lo bordan en un escenario Gloria cuya escenografía, humo y luces engrandece la propuesta.

En disco Wet Leg nos dejaban más bien fríos, pero en directo su shoegaze potente y su carismática frontwoman nos convencen. ‘Chaise Longue’ desata una tormenta sónica y aprovechan para presentar temas de Moisturizer, segundo LP que editaron oficialmente días después. Hablando de tormentas, el cielo se rompió sobre Selandia y cayó agua en cantidades industriales.

En 2024 en el brat summer nos perdimos a la diva Brat porque solapó con Foo Fighters. Un año después, y con el concepto que pergeñó su equipo de promo ya caduco, fue la lluvia -el diluvio más bien- lo que deslució una actuación que, sin ser mala, tuvo que luchar contra los elementos en un escenario Orange donde triunfar es muy exigente. No fue por falta de actitud, Charli XCX salió puntual pese al agua y disparó su retahíla de éxitos ante un público enardecido.

Uno de los grupos de moda de este año eran Fat Dog, un grupo de guitarras que actuarían en el Apollo, el escenario electrónico. Les afectó la lluvia suficiente para que su retraso de 90 minutos nos llevara a las primeras filas de su bolo. Se supone que los ingleses mezclan rock y electrónica con actitud punk, pero su inicio no nos pudo recordar más a Califato 3/4: escalas parecidas a los sevillanos, ritmos sostenidos en el maquineo y excentricidad general. Los perros gordos son más agresivos y añaden en ocasiones algo de rollo balkan o hasta un ritmo que recordaba a un pasodoble techno, pero su apuesta se diluye a los pocos minutos en una rave aburrida y predecible. Divertidos para un rato, pero puro hype.

Por el camino al Arena nos encontramos a los colombianos Meridian Brothers, pero su estilo latino arrastrado no nos convenció. Y eso que nos encanta la cumbia rebajada. Deftones están viviendo una segunda juventud. Chino Moreno y compañía lanzarán nuevas canciones en breve y mientras tanto demuestran que sus temas y su estilo de música sigue vigente. Los de Sacramento picaron de todos sus discos y, aunque el estado vocal de Moreno no es el de antaño, la potencia del combo sigue arrasando por donde pasa.


Texto y fotos: Rafael Mozún
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