Roskilde festival 2025- parte 2

Press tour
El jueves a primera hora asistimos a un tour para la prensa de la mano de Esben, un voluntario que asiste al festival desde 1994, cuando contaba con 6 años. La divulgación de los mensajes del festival es muy importante, por ello te topas a primeras horas constantemente con diferentes grupos de visitantes a los que se les muestra todas las bondades del modelo de negocio roskildense.

Esben esboza un resumen de la historia reciente del festival y hace hincapié en que siempre fue de los más seguros del mundo, incluso cuando murieron 9 personas durante un concierto de Pearl Jam en 2000. En esta visita por varios de los recintos del festival también echamos un vistazo a cómo es el backstage de los escenarios EOS y Apollo junto a la mánager de ambos, Nynne, ya que comparten equipo y edificios. El EOS es relativamente nuevo, con un aforo para 8.000 personas, y este año ha modificado ligeramente su ángulo para evitar chocar con lo que sale del cercano escenario Gaia.

En el escenario Apollo, con un aforo para 5.000 personas, se programa casi siempre EDM, por algo se le llama el escenario electrónico. Lo montan entre 18 personas y tardan 100 horas en dejarlo listo. Consta de 40 contenedores, que, según su responsable de sonido. «hacen un buen trabajo para que el sonido no se desperdigue. Además los traseros están preparados para absorber los choques de sonido».

Este club al aire libre también dispone de multitud de máquinas de humo «para poder generar un techo artificial, así parece un club de interior». De hecho se necesita tanto humo que este escenario utiliza la misma cantidad de humo que el resto de escenarios juntos. No todo es alta tecnología, las luces de las torres se mojaron el año pasado, y para este han colocado -tal cual- barreños al revés para protegerlas de las inclemencias del tiempo.

Respecto al sonido, consiguen mezclar las frecuencias para que se convierta en algo más que escuchar, que también sea sentirlo como algo corporal. De esta configuración surgen dos anécdotas, por un lado podemos hablar tranquilamente con la persona de al lado sin elevar el tono, por el otro, se llega a alcanzar «the brown note». Sobre esta nota la leyenda dice que su frecuencia coincide con la de los intestinos y podría generar una suelta de amarres instantánea. «Nos ha pasado, alguien defecó en esa esquina y la seguridad no pudo llegar a tiempo. Me lo tomaré como un cumplido» comenta el técnico entre risas. «El Apollo es considerado todos los años de los mejores clubs de electrónica del norte de Europa, y eso que sólo funciona cuatro días al año. El sonido aquí es brutal, brutal en el buen sentido» sentencia.

Proseguimos el tour en la zona de Food is Now, el área gastronómica donde intentan divulgar sobre la importancia de la comida. Charlamos con Jonas, food curator y programador de esta sección inédita en otros festivales de música. «Intentamos que haya muchos eventos, el reto es que toda la gente joven del camping aprenda sobre la importancia de la comida, que cuiden más la tierra, que tomen menos carne y más vegetales» explica.

En ese momento el chef Matt Orlando da una charla sobre sostenibilidad en la comida y podemos probar algunas de sus ideas: cremas hechas con lo que hasta ahora se consideraban restos sin uso o galletas muy ricas de de no chocolate, es decir, de THIC (This Isn’t Chocolate). En total 12 chefs presentarán durante estos días su visión de la comida en un sector que se ha convertido en un Food Hub con múltiples propuestas culinarias. «Hay que cambiar la idea de que la comida de festival es una hamburguesa» apostilla Jonas.

La siguiente parada es en la instalación Return to Sender realizada por The Nest Collective, un grupo keniata que con este asentamiento se propone concienciar acerca del sobreconsumo. No es casualidad que esté justo enfrente del puesto de merchandising, con mensajes claramente enfrentados. Varios componentes del colectivo y un programador del área de activismo del festival nos explican su propuesta «Cuando llega al sur la ropa del norte, la gente del norte cree que ayuda, pero en realidad no es así, ¿quién se beneficia realmente de todo esto?». Dentro de un cubo hecho de ropa donada se exhibe un vídeo con imágenes del segundo mercado al aire libre más grande de África, en Kenia. «El fast fashion estropea al medio ambiente. Son los negocios más habituales pero tienen aspectos muy dañinos» proclaman.

Por último observamos el frontal del escenario Gloria, todos los años dedicado a alguna causa. En esta ocasión exclama contra el trato que se les da a las personas disléxicas. Según nos explican, en el sistema educativo danés se les etiqueta desde la infancia con un sello rojo, dando a entender que nunca llegarán al nivel de los del sello verde. Por esto mismo la artista danesa Julie Nymann pinta todo de verde y denuncia a un sistema que, no sólo no ayuda a las personas con esta condición, sino que las empuja hacia abajo. El programador de activismo también nos invita a probar una instalación donde se ve el mundo como una persona en silla de ruedas «cuando uno lo siente es cuando entiende el porqué de la accesibilidad».

Jueves
El debut musical del día sería con MRCY, que en disco sonaban clásicos pero que en directo son más modernetes con toques hip hoperos y jazzeros sobre ritmos africanos, gran telón de fondo para una profunda voz soulera con incisivos falsettos. Al dúo británico de cantante y bajista les acompañan teclista, batería y guitarristas. Cuando volvieron a sonidos más trillados demostraron que componen temas como los mejores como ‘Sierra’, con sabor a clásico, o ‘Days like this’, con la que terminan de lucirse provocando un baile masivo en un inicio mañanero más que prometedor.

La energía positiva, los vientos y los ritmos brasileños siempre son infalibles bajo el -este año implacable- sol danés. Seu Jorge planteó un duelo de sensibilidad entre su voz y el saxo durante ‘Everybody Loves the Sunshine’ (versión de Roy Ayers), e hizo lo propio bailando con la trompeta en ‘Shock’. «Do you like bossanova? Let’s do It!!» retó el de Río de Janeiro, que hizo disfrutar de lo lindo con ‘Amiga da minha mulher‘ y cerró con el clasicazo carioca ‘Mas que nada’ de un Jorje Ben Jor que pudimos ver en el mismo escenario hace unos años.

Cambio de tercio con el trío de saxo, bajo y batería de Alabaster DePlume. Su excéntrico líder propone un jazz progresivo de sensaciones oníricas, todo lo contrario que lo que nos esperaba a continuación. Couch Slut y su noise salvaje atronó en el incomparable ambiente del Gloria para todo tipo de sonidos. Las nuevas plantas del escenario pueden verse de diferentes maneras según la iluminación: exóticas, románticas o incluso distópicas, como en esta ocasión, con la banda tocando entre la maleza dándole un toque The Last Of Us más que interesante. No nos cansaremos de repetirlo, que importante es que los sonidos extremos suenen bien. De toda la rabia que soltaron nos quedamos con el tema que dedicó la vocalista «al gilipollas de mi ex novio Chris». «Fuck you Chris!!» le gritaron los daneses a coro.

Hay artistas que parece que vienen de otro planeta. Baloji ejecuta una suerte de gospel del espacio exterior con inspiración congoleña, configuración de sonido trapera y tres coristas muy protagonistas con armonizaciones precisas y preciosas. En el cóctel hay afrobeat, voces hímnicas y hasta arreglos EDM. Con más outfits que Madonna, el belga representa el espíritu clásico con ejecución moderna.

Seguimos con las corazonadas del alma con Thee Sacred Souls. ¡Qué bolaco!, el cantante sale hasta de la carpa, paseándose entre la concurrencia mientras seguía cantando. Hasta las siempre atentas cámaras del festival le perdieron la pista en varios momentos. La banda es excelsa, de lo más impresionante que hemos visto en el género desde Sharon Jones, con esa misma capacidad de alargar canciones mediante el groove, improvisar y dejar un poso con mensaje. «It’s All About LOVE People» sentencia el de San Diego (California) entre cortes como ‘We don’t have to be Alone‘ o el temarral ‘Can I Call You Rose?’ que con vientos y coros fue una auténtica gozada de vivir. Al rato, entre platos de legendarios spaguetti roskildense, el equipo hispano comentaba que el Arena empezaba a perfilarse como nuestro escenario favorito para esta edición.

Viajamos a África con la fiesta, la energía, el limbo, la conga y las coreografías de Kwashibu Area Band. «Roskilde, this is the place to be!» aclaran, y concretamente en ese escenario en ese instante, añadimos. Los de la capital de Ghana son un colectivo que desata bailes contagiosos y crea una comunión absoluta con el público. Una hora de cardio de manual, crossfit para qué.

Teníamos muchas ganas de degustar el pop de Beabadoobee y -quién nos lo iba a decir- nos gustó más su banda que ella. Nos da la sensación de que su voz está muy tratada artificialmente, mientras que los músicos se mostraron juguetones y potentes. Decidimos buscar un postre que sí que estuviera a la altura, y resulta que en un lateral del escenario Avalon hay una pastelería, hornos incluidos, y saboreamos bollos recién hechos con Dreamers’ Circus de fondo.

Volvemos al Arena para el recital de Beth Gibbons, por siempre lideresa de Portishead. En solitario ofrece aportes tribales y ambientes oscuros, ganando siempre las sutilidades con flauta, violines, vientos, percusiones… La voz del trip-hop presentó su nuevo disco Lives Outgrown con el público al borde de la lágrima durante ‘Floating on a Moment‘, pero el momentazo llegó cuando la británica interpretó ‘Glory Box’ y todos los amigos se abrazaron mientras un ligero confeti se suspendía en el aire. No cabía otra conclusión que una ovación final con Beth emocionada.

Recordemos cómo va esto de la industria musical mainstream, ¿tenemos alguna diva femenina ocupando el nicho country?, ¿no?, pues aquí está Tanner Adell para reivindicar su sitio. En un show muy popero con bailecitos, mucho pregrabado y demás parafernalia entre temas resultones como ‘Buckle Bunny’. Divertido para un rato. Aquí no sólo hay música, el recinto del festival para presentaciones de performances es el Platform, donde la turca Göksu Kunak ofreció un espectáculo de variedades con forzudo incluido y musicote de fondo, un auténtico Freak Show.

El good feel music es un género que siempre apetece y Bright Eyes son de lo mejorcito de la categoría. Con un jocoso mensaje autorreferencial tras el escenario «You are now at a Bright Eyes concert». Una pena del constante murmullo de cotorras que estropearon una ‘First Day of my Life’ con banjo, menos mal que la energía de ‘Rainbow Overpass’ pudo con todo. Conor Oberst también quiso mencionar y valorar la dignidad humana contra el terrorismo.

De un tiempo a esta parte el hip-hop concentra los headliners. Stormzy llegó con presupuesto para pirotecnia (300K de euros según algunos mentideros) y todos sus hits: ‘Shut Up’, ‘Backbone’ o ‘Vossi Bop’, también una ‘Blinded by Your Grace, Pt. 2’ que parece sacada de un musical y decora con tímidos fuegos. El británico también recordó cuando estuve en el festival hace 10 años y la confianza que le dieron esos shows para el futuro.

Llegamos al Gloria para ver a unos Kumo 99 muy recomendados, y nos pareció curiosa su propuesta entre el darkwave de The Weeknd y el digital hardcore de Atari Teenage Riot. Unos cientos de metros al sur Arca llevó unos muy buenos visuales, pero no logró conectar con el público pese a un buen sonido y ritmos bailables. Es un gran productor pero en directo es algo decepcionante. Cerramos el día con las atmósferas opresivas de Amenra.


Texto y fotos: Rafael Mozún

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