Viernes:
Madrugar casi siempre merece la pena en el festival de Roskilde, el ambiente mañanero es diferente, más relajado, con más disparidad de edades entre la concurrencia y con propuestas tan valiosas como originales. ¿Quieres algún ejemplo de cómo este festival cambia la vida de la gente? El danés Anton Friisgaard asistió hace siete años a un concierto de música gamelan de Bali en este mismo festival y decidió reinterpretarlo dándole una vuelta de tuerca experimental entre los instrumentos balineses, los ritos ancestrales y las atmósferas nórdicas. El resulto es Teratai Åkande, una apuesta personal de relax y meditación que decenas de personas disfrutaron tumbadas en el escenario Platform.
Proseguimos con otra invitación al relax, al camino de paso lento que diría el gran Muerdo. Nala Sinephro toca el arpa, también los sintetizadores, y se acompaña de batería saxo y teclados. Muestra mucha sabiduría musical bajo los amplios desarrollos jazzísticos sobre los que giran larguísimos temas instrumentales.
Ya habíamos tenido suficiente calma, había que bailar y desde la isla de Reunión -colonia francesa en el océano índico- llegan Votia. Reunión es una isla a medio camino de África y la India, y ese mixtura se siente en la música maloya que ha sobrevivido al dominio francés. Lidera la formación Marie Claude Lambert Phileas y seis percusionistas, que vuelven a hacer que esta música signifique lo que era en sus orígenes, festiva y de celebración, una algarabía contagiosa.
Desgraciadamente el show de Samara Cyn terminó antes del tiempo estipulado y no pudimos verla, volvimos a pasar por el platform para sorprendernos con la coreografía de Louis Schou-Hansen y retornamos a los sonidos más extremos en el Gloria. Sentir este antiguo edificio agrícola rugiendo y temblando cuando pasas a su lado es otra experiencia más del festival.
Súper estrella en su país quiere ampliar horizontes. Es el caso de Fujii Kaze, que factura canciones pop con buenos estribillos y se rodea de una banda más que competente, de esas que se nota que todos tocan «bastante menos» de lo que podrían. La lluvia añadió unos cientos de personas a la carpa Avalon y el japonés se lució al piano, al saxo y cantando. Antiguo niño prodigio en su tierra natal, hizo una buena versión de ‘Love’s a Losing Game’ de Amy y mostró influencias sorpresivas, como un claro regusto a la ELO más clásica como en el nuevo tema ‘Love Like This’.
De paso pudimos ver un rato al rapero Artigeardit, uno de los favoritos de los programadores de Roskilde y del público. Llenó el Orange con temas como ‘Er Her’ o ‘Voicemail‘.
Nuestra siguiente parada la esperábamos con ganas. Como dice la información oficial del festival, se esperaba un «High Energy Concert», y exactamente eso es lo que dieron Electric Callboy. Qué intensidad, cuánto sudor, qué divertidas las proyecciones, menudo inicio brutalérrimo con ‘Elevator Operator’. Está todo pensado para ser muy interactivo, con bromas por doquier y letras sobreimpresionadas en plan karaoke. ¡Hasta cambio de pelucas!. Su propuesta está a medio camino entre Rammstein y un programa de variedades de los 90 con sobredosis de pirotecnia. Igual la segunda vez que les veamos ya nos sabremos todos los trucos, pero la primera experiencia frente a los alemanes es insuperable.
Enjuagamos el sudor tiempo después en el Orange con Doechii, que actuó sin banda aparente, algo muy raro en Roskilde y menos aún en el escenario más grande. Soltó sus éxitos encabezados por ‘Anxiety’ y consiguió una buena ejecución, pero estas divas raperas mainstream son, por definición, muy reemplazables.
¿Qué es lo peor de un festival como este u otros del tamaño? Los solapes. Al ojear el horario del viernes maldecimos la alineación temporal absoluta de tres conciertos que teníamos en verde: The Hu, Allie X y Magdalena Bay, pero creo que escogimos perfectamente cuando apuntamos al Arena donde actuarían los terceros.
Hace unas décadas el synth pop parecía estancado, caduco incluso para grandes públicos. En 2013 llegaron Chvrches y ahora mismo hay varias propuestas que han revitalizado el género, como Nation of Language o la banda que nos ocupa: Magdalena Bay. Curiosamente este estilo parece siempre relacionado con dúos compositivos y artísticos y aquí se vuelve a cumplir la regla. Los norteamericanos son la cantante Mica Tenenbaum y el productor Matthew Lewin, y suenan a clásicos por todas partes pese a su apenas seis años dentro de la industria.
Sus temas son sustanciosos, nada de estribillos resultones mal acompañados, y añaden muchos elementos progresivos insertados sutilmente, con varios orgasmos floydianos incluidos. En escena domina la imagen de un podio y un espejo con alas. La cantante juega sobre él y con las proyecciones, dejando bastantes instantáneas para el recuerdo. Sus canciones están bien compuestas y mejor resueltas, como podemos ver en el broche de oro al concierto, una ‘The Beginning’ brillante de glam barroco y estribillo magistral aderezado con un solo de teclado.
Pudimos ver en Madrid hace unos años a Black Midi, ahora el 50% de la formación, Georgie Greep se presenta con su propio nombre y sigue con su rock loco. ¿Quince minutos de tema instrumental?, ¿algo de latin jazz? Siempre nos recordó a Frank Zappa, y la comparación viene a cuento porque también rompe dos o tres convenciones musicales por tema. Tiene energía rockera con estructuras de riff que devuelven respuestas de jazz, hay un violonchelo y muchos juegos entre guistarras. En disco nos sonaron rockeros, en directo parecen una banda de jazz hasta arriba de drogas duras.
Aunque los headliners siempre aparecen juntos sin jerarquía, la cabeza oficiosa de esta edición del festival no podía ser otra que Olivia Rodrigo. Nuestro temor a las actuaciones de las divas actuales está más que documentada, casi tanto como el playback, los pregrabados y los plagios descarados ocultos sobre producciones vergonzantes. Pues bien, Olivia nos encantó. Muchos medios intentan inventarse batallas y piques, pero no tiene mucho sentido porque Rodrigo no persigue el trono pop de Taylor Swift, sino que irrumpe en el escenario con guitarrazos desde el primer momento, reclamando para su trasero el lugar más alto de la nobleza rock mainstream.
Es rock de estadio sin aristas, pero sin duda rock de estadio con ovarios (saludos a David Mercadeo Pop): solos de guitarra que podrían ser del mejor rock duro de los 80, planos de cámara desde debajo de un suelo transparente y temas como ‘good 4 u’ más potentes en directo que cualquier concierto de Green Day. Además Rodrigo canta sin miedo a las pequeñas imperfecciones, lo que la aleja totalmente del estándar actual de homogeneidad sónica absoluta disfrazada de revolución. Cuidadito con Olivia, ya es la mejor.
Un Burning Love más tarde comentado la jugada y ya estábamos disfrutando del electro maloya, la evolución del estilo que disfrutamos horas antes, esta vez con sensaciones físicas y volumen atronador de la mano de Jako Maron. Aún quedaba tiempo para un poco de hip hop con Schoolboy Q, aclamado por la chavalada nórdica en temas como ‘Collard Greens‘.
Seguidamente nos encaminamos hacia el Orange y su cierre con Jamie XX, que hace exactamente 10 años nos regaló un final de Roskilde 2015 inolvidable. Lamentablemente dejó sus grandes temas para el final. Muy al final. Aburriendo hasta que decidió tirar de todos sus hits. Cuando se pone clásico es cuando lo hace mejor, especialmente con sus samplers setenteros. Su último disco In Waves fue de lo mejorcito del año pasado y terminamos saltando con ‘All You Children‘.