Ryan Bingham — Tomorrowland (Axster Bingham Records, 2012)

Después de tres discos y galardones varios, Ryan Bingham se encontraba en un momento dulce, sí, pero complicado a la vez. ¿Qué ofrecer ahora que tenía una mayor repercusión? El Country estaba bien, pero no sería divertido repetir, como tampoco lo era pasar por una fórmula acústica. Para empezar, salió de Lost Highway Records para fundar Axster Bingham Records y autoeditarse con un sentimiento «totalmente liberado» que le diera la libertad de «hacer lo que queremos sin tenerle que rendir cuentas a nadie«, asumiendo que «ya no hay reglas«.

«Tomorrowland» es un disco que entraña un título futurista, pero que más bien «no se trata tanto de algo que esté cara al futuro, sino que trata de dejar muchos otras cosas atrás«. En cuanto al sonido, la cosa cambia, pues junto a Justin Stanley (Eric Clapton, Sheryl Crow…) el propio Bingham se ha sentado a los mandos de la producción para entablar una labor sobresaliente muy alejada del sonido árido de entregas anteriores. Las guitarras acústicas son relevantes, tanto o más como las eléctricas, pero con riffs ampulosos que determinan un sonido cargado de reverb, como en el caso de ‘Never far behind‘ o cristalino y hasta épico en ‘Rising of the ghetto‘. Por cierto, de los trece cortes que vertebran este plástico, hay varios que superan los seis minutos de duración, como en la recientemente nombrada ‘Rising of the ghetto‘ por sus ocho minutos de gloria que van a morir desde la mitad de la canción, hasta el final, pues el entusiasmo se mantiene en una meseta emocional que advierte una fuerte subida de tono… que no decepciona con el impresionante y soberbio solo de guitarra que enmarca la recta final dejando un poso de silencio brutal sirviendo de antesala a una de las mejores canciones de toda la carrera de Ryan Bingham: ‘No help from god‘.

Verdaderamente, si hay algo en este «Tomorrowland» que lo caracterice, son los restos del incendio que dejaron las historias de «Junky Star«. Eso requiere que muchas canciones de este álbum tengan la rota voz de Ryan como pieza solitaria con la formación básica de guitarras y percusión con escobillas que se repiten también con ‘I heard ‘em say‘. Pero en el caso de ‘No help from god‘, la melodía navega por los mares del «Oh Mercy» de Bob Dylan, muy hermanados con una obra simplemente emocionante que arrolla cualquier atisbo de color, arremetiendo con su melancolía directamente al centro del pecho: «Some say that angels are all looking down / I only saw vultures circling around«. Será el himno ideal de los desheredados, como ‘Never far behind‘ que, por su lado, instruye en esa concluyente observación social. Positiva, pero sin olvidar lo obvio.

Después de este torrente de aflicción, ‘Keep it together‘ es un jarro de agua fría para despertar del sentimiento gris anterior. Se erige como hijo de las sesiones de «Roadhouse Sun» por su parecido con ‘Buebird‘, aunque, evidentemente, no lo es.

Heart of rhythm‘, atropellado y enérgico, era la carta de presentación de este cuarto LP, que convierte el ritmo de la canción en un Mustang del 78 con la cuarta marcha metida, hasta que a los dos minutos baja de intensidad para golpear muchísimo más fuerte (con destellos de piano) pocos segundos después. Letra ahogada bien definida que da gusto escuchar tantas veces como sean necesarias para entender bien el trasfondo y la influencia más sucia que igualmente determina ‘Guess who’s knockin’‘. Dicho esto, Bingham tenía el objetivo de construir un disco basado en el Punk-Rock de Iggy Pop o The Clash.

Aunque sin duda alguna, la sorpresa general comenzará nada más empezar el álbum con ‘Beg for broken legs‘ y ‘Western Shore‘. Sonido pesado (para bien) con las acústicas de doce cuerdas (más en ‘Western Shore‘) pero con un aliciente muy interesante: arreglos de cuerda que recuerdan al ‘A day in the life‘ de The Beatles, exactamente —y como se demuestra- al final de ‘Beg for broken legs‘.

El patrón del género americano del Country se realza en dosis suficientes a la llegada de ‘Flower bomb‘, ‘The road I’m on’ y ‘Neverending Show‘. Muy solemnes y constantes. De vieja escuela y correcaminos. Pero la que realmente vuelve a los orígenes es ‘Too deep to fill‘, de sonido nocturno-americano con ese ritmo de tren que ya atesoraban ‘Southside of Heaven‘ (‘Mescalito‘) o ‘Day is done‘ («Roadhouse Sun«). Cierra el largo esta bonita cantinela con una letra que habla de despedidas y de objetivos en el mapa en busca de a redención.

No habrá armónicas ni demasiado slide, pero ni falta que hace. «Tomorrowland» muestra al mundo al mejor Ryan Bingham que, a su vez, se abre en canal para expulsar los demonios que en su interior habitan. Merece ser escuchado con calma y acompañado en soledad con un buen Bourbon. Si puede ser a oscuras o con la vista perdida, mejor todavía.


Texto: Carlos H. Vázquez.

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