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Soledad Vélez — Wild Fishing (Absolute Beginners Records, 2012)

Hay cantantes femeninas con talento vocal que se creen tan poderosas, tan crecidas en su ego, que piensan que con sus gargantas pueden levantar canciones de la nada y darles sentido completo. En escasas ocasiones logran sus propósitos, pues en la mayoría de los casos lo que inyectan en el oyente es puro sopor. Por otro lado están nombres como el de Kate Bush, Sally Oldfield o Milla, bellas voces —portentosa, en la caso de la de Bush— que conocen la magia y el motor que les puede ofrecer una arreglo instrumental agradecido y pensado para casar con su apuesta. Es entonces cuando un disco brilla de verdad, como es el caso de este Wild Fishing.

Y es que Soledad Vélez pertenece a este segundo grupo descrito: fémina con arrestos para poner su voz en primer plano, pero que prefiere jugar en equipo acompañándose por una instrumentación tan jugosa como minimalista. Y subrayaría lo de jugosa pues, todavía alejándose de las pomposidades, cada canción está dotada de multitud de detalles impresos por medio de guitarras, banjos, teclados o percusiones, que son como pequeños grandes mundos en su mera existencia.

Wild Fishing es un disco luminoso en ese sentimiento sombrío que recorre algunas de las canciones, gritos de desconsuelo o susurros en la oscuridad. Vélez se viste, en pletórico estado de gracia, con unos ropajes de telas a cuerpo de tonadas íntimas, inquietantes y hasta tocantes con la esencia más descarnada del blues y el folknegro. Un misterio hecho voz y canciones.

Sergio Guillén

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