The Yardbirds – Sala Heineken – 10/12/2010

Muchos huecos y espacios vacíos se vieron en la cita madrileña con The Yardbirds. Habrá personas que lo achaquen a una publicidad escasa; sin embargo, y como ya les ha pasado en otras ocasiones, hay novatos en el género que aún no entienden la existencia de esta formación sin alguno de los tres guitarristas que les dieron fama –léase Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page–. Craso error, ya que, todavía contando con únicamente dos de los miembros fundadores –y menudo par, las leyendas británicas Chris Deja y Jim McCarty–, The Yardbirds es una apuesta totalmente vigente, con sentido absoluto y una coherencia incuestionable. El alma de sus espectáculos en directo sigue hechizando a todo melómano que asiste a sus aquelarres de blues y r&b.

El quinteto, que actualmente se cierra gracias a los fichajes de Ben King, Andy Mitchell y David Smale, se ciñó a un repertorio la mar de extenso pero que se logró acotar en una duración no superior a la hora y media de música ejecutada desde el corazón. ‘Train Kept A-Rollin’’, como no podía ser de otra manera, incendió la fría noche con esa locomotora que lleva a dos amantes por la consumación del sexo de vagón a vagón. Esta versión del clásico popularizado en la década de los 50 por Tiny Bradshaw’s Big Band es uno de los platos fuertes del combo en directo; tan es así que, para la película de Michelangelo Antonioni Blow-Up (1966) se escogió la tonadilla en la versión de estos Yardbirds –aunque en su transformada letra llamada para aquella ocasión ‘Stroll On’–.

Please Don’t Tell Me ‘Bout The News’, que les funcionó a la perfección en su CD de 2003 Birdland, ‘Drinking Muddy Water’, del LP Little Games, o esa perla pop que resultó en los 60 ‘Heart Full Of Soul’, ayudaron a establecer una tónica de calidad bien entendida, con sentimiento y pasión en igual medida, al mismo tiempo que demostraban lo cómodos y felices que se sienten sobre el escenario. ‘My Blind Life’, canción original del baterista McCarty, afronta una visión maciza, con un compacto sonido que arrastra la guitarra y aporta cierta modernidad. La composición era una de las novedades que pergeñaron para el álbum Birdland –redondo en el que también ofrecían hueco a regrabaciones de material clásico–, nuevas creaciones de las cuales sólo recuperaron tres en este show de viernes noche.

Tanto el guitarrista rítmico como el solista, tanto Dreja como King, sonaban adecuadamente posicionados en sus pasajes concretos; aunque lo mejor llega en los pequeños duelos o doblajes en notas, momentos en los que la Gibson Les Paul de Chris y la Fender Telecaster de Ben se funden en pura mutación indescriptible. ‘The Nazz Are Blue’, ‘Crying Out For Love’, ‘Shapes Of Things’ o ‘Five Long Years’ deparan al público presente en la sala Heineken más oportunidades para alimentarse de la historia viva de la música británica, de un nombre que tiene tanta importancia en la British Invasion como lo puedan tener The Animals o Gerry And The Pacemakers. Sin embargo, de la primera decena de composiciones me siento obliga en marcar con rotulador fluorescente ‘You’re A Better Man Than I’ –de igual manera conocida cual ‘Mister You’re A Better Man Than I’–. Esos minutos que tomó la canción hizo que sintiésemos al desaparecido Keith Relf metiéndose en el cuerpo de Mitchell cuando nos preguntaba cantando si es necesario que los hombres mueran por su país.

De la segunda ronda agradó, y mucho, la parsimonia original de ese ‘Still I’m Sad’ a la que años después el también quinteto Rainbow dio un nuevo sentido inyectando velocidad y un dramatismo vocal envidiable a cargo del en la actualidad fallecido Ronnie James Dio. El ritmo entre militar y marcha fúnebre que ofrece Jim tras los parches en sus basamentos instrumentales es la clave. Tampoco defraudó el medley en el que se enlazaron ‘For Your Love’, ‘Happening Ten Years Time Ago’ y ‘Dazed And Confused’, uno de los éxitos que Led Zeppelin incluyó en su larga duración homónimo de 1969 pero que Jimmy Page ya había tocado con The Yardbirds en los días en los que Relf lucía estética psicodélica y un prominente mostacho. ‘Little Games’ desplegó un desarrollo rítmico trufado de batería, bongos y maracas –hasta David Smale se animó sonriente a mutear algunas notas sobre las cuerdas de su bajo Fender Jazz Master–. El broche dorado los pusieron cerrando, ya en el apartado de bises, con ‘I’m Not Talking’ y la rendición a Bo DiddleyI’m A Man’. De matrícula honorífica.


Texto: Sergio Guillén. Fotos: África Paredes

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