Hay ciertos resortes que despiertan recuerdos íntimamente ligados al apartado más lúdico de nuestro subconsciente: aquel que nos lleva a las infinitas tardes palomiteras de la infancia, en las que todo era seguro, cálido y, sobre todo, había sido creado únicamente para nuestra diversión. De pulsar estos resortes han hecho los mexicanos Twin Tones una fructífera carrera: las bandas sonoras de Morricone o Nicolai, temas clásicos del surf o del rock versionados en este estilo, a semejanza de los clásicos de The Ventures, o la propia imagen del “malo” de las películas italianas del Oeste, indefectiblemente vestido de charro, todo lo que nutre el imaginario colectivo de más de una generación ha entrado a formar parte de su repertorio.

La madrileña La Boîte presentaba una sorprendente media entrada, meritoria en las fechas y temperaturas en que nos hallamos, y que dio fe del buen recuerdo que los aztecas han dejado en sus anteriores conciertos en la capital, con el ahora convaleciente Daddy O’Grande y acompañando a Los Coronas. Presentaban en esta ocasión “Trío de Mercenarios”, su último disco íntegramente compuesto por versiones de temas cinematográficos de sus “maestros”, los anteriormente citados Ennio Moriconne o Bruno Nicolai, entre otros. Paradójicamente, en la presentación de este homenaje han sustituido la maravillosa trompeta que tanto feeling aportaba a su estilo, y que tan imbricada se halla en todo lo mexicano, por un flautista que, entre otros, emulara los ya clásicos silbidos del imaginario “spaghetti western”. Esto que a priori no debería ser perjudicial ha acabado privando al sonido Twin Tones de una de sus principales características.

Este alejamiento de la garra charra de la que hacían gala en anteriores ocasiones merced a la impresionante presencia del trompetista Eduardo Montesinos ha ido en detrimento de su fuerza escénica, que parece centrarse más ahora en las cuestiones sónicas que estéticas. Una apuesta peligrosa, tanto más cuanto su actual repertorio, repleto de medios tiempos, adolece de una cierta monotonía temática, precisamente por esa querencia a un muy determinado ámbito musical y huída de lo previsible, no por meritoria necesariamente mejor.

Queda ahora por ver si este nuevo esquema en los directos será definitivo o si, por el contrario, recuperarán su alianza con el añorado Montesinos una vez cumplido este sentido y sincero homenaje a sus “maestros” del celuloide, regresando a sus raíces surf y a su sangre auténticamente mexicana, sin necesariamente olvidar los divertidos guiños cinematográficos, pero aportando una mayor variedad y, sobre todo, energía al espectáculo. Más sangre, más sudor, más tequila… y menos autocomplacencia.

Texto y Foto: Almudena Eced

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