La cantautora vuelve con una colección de canciones de esas que van calando y -a la cuarta escucha- ya nos parecen clásicos irrebatibles. Actualmente hay multitud de propuestas de resignificación del folclore, pero muy pocas consiguen el impacto de la canaria.
En un disco de Valeria Castro no tiene mucho sentido hablar de influencias o estilos, ya que lo importante es la reacción que sus composiciones provocan en el escuchante. Los tempos pausados bajan nuestras pulsaciones y la unión de su voz y sus letras consiguen dejarnos al borde de la lágrima apenas juntando unas sílabas. Una respuesta emocional que dudamos que pueda facturar una IA.
Sigue apostando por las minúsculas en los títulos, persistiendo en una modestia y una timidez inusitadas. Aunque claro, contrasta con un music business con necesidades promocionales sofocantes e insalubres. Valeria parece buscar su propia manera de afrontar las obligaciones no musicales, y un caso similar de camino en paralelo a la industria es Silvia Pérez Cruz, que colabora en ‘debe ser’, y nos parece el espejo perfecto para una carrera larga y próspera.
Parte del disco está grabado en México, país que se adapta a la perfección a su zancada lenta pero segura, a su conexión con la tierra y a unas letras de hallazgos cotidianos salpicados de realismo mágico. Quizás por eso una incursión en la cumbia con ‘Sentimentalmente’ nos parece totalmente natural.
La producción es del tipo “muy compleja que no se nota”, tremendo piropo para Campi Campón que toma de la mano a una de las voces del siglo para ensanchar su propuesta autoral sin perder la chispa.