Low. Sala Joy Eslava, Madrid. 16 – 05 – 2013


Si el slowcore desdibujara sus iniciales y desintegrara sus fonemas, los sonidos del habla de su música se construirían en base a postulados de un rock religioso cuyos discípulos mirarían al cielo en busca de la música gloriosa que construyó obras maestras impolutas, como lo fueron “Things we lost in the fire” o “Secret name”, de Low. Si otros álbumes no alcanzaban tales cotas celestiales, su recorrido, -desde aquella primavera de 1993-, es una carrera irreprochable de grandes canciones; siempre apasionantes. Y es que, para el seguidor de siempre de Low, el grupo es uno de los mejores del mundo; en su estilo y en todos los posibles. Ni que decir tiene que otro de sus álbumes, “The great destroyer”, se queda muy cerca de los citados.

Llegaron a España para presentar su reciente “The invisible way”, otra de su conmovedora colección de canciones, que vuelve a cerrar de un portazo la cuentagota salida de discos esperados en 2013 (Primal Scream, Deerhunter, Vampire Weekend, Justice, Daft Punk, etc, etc).

Y como Low no engañan a nadie, su música sigue puliendo los mismos esquemas de siempre, entre el desgarro emocional de una de las mejores voces femeninas del mundo (Mimi Parker, más presente en el último trabajo del grupo) y la implacable de Alan Sparhawk.; ahora bajo la producción del líder de Wilco, Jeff Tweedy para este décimo disco de estudio de la banda de Minnesota.

La noche en la Sala Joy Eslava madrileña la abrieron el matrimonio estadounidense formado por Buck y Shanti Curran, Arborea. Formándose en el año 2005 y procedentes de Maine, acompañantes de Low en sus conciertos en España, son una suerte de folk en la versión más “camp” del término y concepto, que con su último y quinto trabajo “Fortress of the sun”, brincan con las voces a lo Joanna Newsom y retozan como un millón de figuritas de Lladró por sus melodías suaves y aterciopeladas. He de reconocer que su exorcismo de ninfas me acaba cansando y me cuesta entrar en ese delicado mundo que crea sus atmósferas etéreas. Aún así, deberían explotar mucho más las canciones cantadas a dúo. Las que cantaron a dos voces se me hicieron menos espesas y también disimulando la candidez recorrida por los lugares comunes de la canción folk que practican.

Inmediatamente al salir Low se hizo un respetuoso silencio en la sala. El trío arrancó su solemne concierto con la primera de las canciones de su último trabajo, “Plastic cup”, donde desde el primer momento se da cuenta uno de la innegable seña de identidad de la banda y el signo de su último gran trabajo de estudio.
De las tres o cuatro veces que les he visto en vivo, esta fue, sin lugar a dudas, en la que la voz de Alan Sparhawk se hizo notar en mayor manera. Los melancólicos susurros de la siempre comedida Mimi Parker sólo fueron un acompañamiento para la inmensa voz y la modulación perfecta de su acompañante (siempre más comunicativo con el público), estirando los tonos cuando Parker las había cortado en seco. Sparhawk estuvo soberbio, inmenso y enormemente magnético.

De ahí pasaron a la distorsión de “On my own”, la canción más arisca de su trabajo, el bucle guitarrero que haría pasar a ambientes más reposados con “Clarence White”, la espesura sonora de la monumental “Monkey” de su celebrado “The great destroyer” (como he comentado antes, uno de sus mejores trabajos), y de ahí al tema más pop de “The invisible way”, una “Just make it stop” que funciona como respiro a la atmósfera envolvente y taciturna de su colección de canciones, como ocurría con “Step” en “The great destroyer”.

Aunque hicieron un somero repaso a su último trabajo (faltó “Mother”), también tuvieron tiempo para dedicar tiempo a otros, como “Sunflower” (de “Things we lost in the fire”), donde su magnitud como banda queda palpable en vivo, y la voz de Alan Sparhawk se suavice bajo el eterno manto de su rasgada voz. Fue, una vez más, una hora y media de emoción e inteligente (por el dominio que tienen de su música) puesta en escena, aunque a algunos les pueda resultar un tanto fría.

Low no hacen trampa al presentar sus trabajos en vivo, y mucho menos a sus seguidores. Y siguen haciendo discos como aquella ciudad eterna iluminada por los destellos fugaces de una lluvia que abotarga las almas y deja abatido al que los escucha. Es una banda que practica una música enormemente cuidada y son dignos de figurar como emblema de una generación de incondicionales que son testigos de una de las bandas más cautivadoras del Planeta. Volved…siempre.


Texto: Ángel Del Olmo

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