Billy Idol siempre ha sido una figura de escenario, un punk que en las postrimerías de los años 70 no se empeñó en trabajar desde las miras de corto alcance. Un poco en la medida del primer Adam Ant, funcionando como inadaptado en tiempos de cambio que desde una marca original evoluciona hacia un sonido rotundo, cuidado y abierto a influencias. Solamente que, mientras Adam fue prontamente deglutido por la escena tras sacar algunos discos sin sus Ants, Idol alcanzó el estrellato internacional moviéndose precisamente cual solista. Generation X fueron el punto de partida, y Tony James (futuro pilar de Sigue Sigue Sputnik), bajista y a la sazón compositor junto a Idol de los mayores pelotazos del cuarteto, tándem ideal para las correrías del chulesco cantante. En tres años, del 79 al 81, dejaron editados un trío de obras fundamentales para entender el sonido en el que se estabilizaría Billy en la década ochentas: Generation X, Valley Of The Dolls y Kiss Me Deadly.

Cierto es que de 1982 a 2006 el cantante originario de Stanmore (Middlesex) no ha grabado más de siete álbumes de estudio. ¡Pero menudo septeto de ediciones! A excepción de la bajada a los infiernos que resultó Cyberpunk –CD del que sólo se salvaba el sencillo ‘Shock To The System’, y en el que se incluía una horrible versión del ‘Heroin’ de Lou Reed–, Billy Idol no se ha tenido que arrastrar por el fango. Todo lo contrario. Siempre luce vitalista y triunfador, con canciones que de una u otra manera cautivan o hacen bailar; incluso en su disco de villancicos, el Happy Holidays, le sale bien el querer desenvolverse como un auténtico y sincero crooner. Pero Idol no ha alcanzado su estatus de leyenda sin ayuda, ya que el guitarrista Steve Stevens, un virtuoso y aguerrido músico del neoyorquino Brooklyn, ha compartido sesiones de estudio con el vocal para cuatro LPs, sin contar inabarcables horas sobre los más variopintos escenarios de todo el mundo. Y, por fin, le llegaba el turno a Madrid.

En el setlist de la noche, al igual que está pasando en el resto de su gira europea, se entremezclan los grandes singles de Idol con las canciones más emblemáticas de Generation X; sin olvidar, faltaría más, las versiones que también le consiguieron su buena parroquia de acólitos en los Estados Unidos (el ‘Mony Mony’ de Tommy James And The Shondells y el ‘L.A. Woman’ de The Doors). Eso sí, los madrileños disfrutamos de una pieza extra que sirvió para tributar al asfixiante calor que ha tomado nuestra ciudad al asalto y sin la menor contemplación. Billy, antes de arrancarse con la preciosa ‘Sweet Sixteen’ –inspirada en la historia de amor truncado de Edward Leedskalnin y la posterior construcción de Coral Castle en Homestead (Florida)–, cantó esa tonada veraniega que compuso para su vinilo homónimo de debut y que no es otra que ‘Hot In The City’.

Sin embargo, eso sería en el ecuador del concierto, pues la noche se disparó y excitó primeramente con dos canciones de Generation X: ‘Ready Steady Go’ –en cuya letra proclamaba en 1979 su amor por Cathy McGowan, una de las presentadoras del programa británico musical de los 60 de igual nombre que la tonada, espacio del que Idol mamó todo el rock and roll que pudo y más– y ‘Dancing With Myself’ –sencillo que, todavía formando parte del larga duración Kiss Me Deadly, en la reedición en CD de 2002 del disco Billy Idol se incluiría de igual manera, por haber sido regrabado en 1981 para que funcionase como uno de sus primeros pildorazos cual solista–. En este arranque, y todavía enérgico, a Idol se le notaba midiendo sus fuerzas, buscando el camino idóneo. Parecía que no llegaba a las cumbres requeridas en cuanto a tonalidades se refiere, algo que quedó atrás a partir de la tercera canción, en la que él y el micrófono se hicieron uno. ‘(Do Not) Stand In The Shadows’ rompió una vez más esos moldes de cómo se hace rock con gancho y rebosante cebo en la punta –y eso que han pasado veintinueve años desde que la estrenó–, ‘Flesh For Fantasy’ cautivó hasta al punk más aguerrido con su sinuosidad erótica –«cara a cara, espalda con espalda… ves y sientes mi ataque sexual»– y las nuevas ‘Postcards From The Past’ y ‘Too Far To Fall’ demostraron que el león sigue siendo tan fiero como lo pintaban varias décadas atrás.

Kings And Queens Of The Underground’, una medio tiempo/balada que hallaremos en su próximo disco compacto, resulta puntal del género. Preciosa composición en la que Steve Stevens se muestra sutil con la acústica y totalmente inspirado. La letra de la canción recorre toda la ascensión a la fama de Idol y es una narración tremendamente emotiva. ‘Eyes Without A Face’, ‘Heavens Inside’ (del que fue último lanzamiento es estudio de Generation X), ‘Love Like Fire’, ‘Blue Highway’ y ‘Rebel Yell’ –agitando puños en alto y pidiendo los asistentes «more, more, more!»– no decepcionaron. Eso sí, al atacar el doblete ‘King Rocker’ y ‘Running With The Boss Sound’, del vinilo Valley Of The Dolls, Billy se lió con la letra y con el primer estribillo y, si no llega a ser por la pericia de su resolutivo combo, se va tan histórica creación al traste; aunque, una vez pasados los coros iniciales todo se resolvió satisfactoriamente.

White Wedding’ y ‘Mony Mony’ quedaron para los bises, con una banda tan al cien por cien como ya pateaba culos en los primeros minutos del show. Steve no ha perdido ni un ápice de pericia, clase y estilo, actualmente con una estética más glam rock setentas que nunca. La base rítmica del bajista Stephen McGrath y el baterista ex Steve Vai Jeremy Colson es algo digno de genuflexión tras genuflexión: inaudito, soberbio, como disparos de un fusil de repetición. Ahora bien, mientras el ex The Cult Billy Morrison estaba totalmente embebido por el espíritu punk desde las seis cuerdas de su guitarra, Derek Sherinian parecía volar por otras alturas, nada identificado con el espectáculo que se estaba produciendo en La Riviera. Poco queda de aquel jovencito que giraba con Vincent Damon Furnier en su tour Alice Cooper Trashes The World en 1989; hoy en día, Derek es uno de los más talentosos teclistas de música experimental o progresiva y, viendo su actitud en esta velada, más pareciese estar sumido en las reflexiones técnicas que le atenazan cuando interpreta con sus Planet X que luciendo teclas junto al icono Idol.


Texto: Sergio Guillén. Fotos: Raúl Ranz

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