Bob Dylan – “Tempest” (Columbia, 2012)

De nada sirve que lo siga evadiendo, Dylan es bluesman. Aunque a decir verdad, “Tempest” (Columbia, 2012) no se queda ahí y mantiene la racha de notables discos desde que en 1997 saliera “Time out of mind”, continuando el granado talento con “Love and theft” (2001), “Modern times” (2006) y “Together through life” (2009). Hay quién considera este LP como obra menor (¿entraría aquí “Christmas in the heart”?), pero el sonido próximo a Nueva Orleáns le da un empaque más avaricioso que se ajusta al gusto de Dylan en cuanto a referencias, tanto musicales como literarias y hasta personales. Es el trigésimo quinto disco de estudio y el que marca el 50 aniversario desde el homónimo debut de 1962. Expectación hay, desde luego.

Se podría decir que “Modern times” se erigió como un disco de transición en lo que a voz y sonido de banda se refiere. Cualquiera que escuche los discos desde aquel trabajo del 2006 reconocerá las guitarras de Denny Freeman, más directas y rasgadas que las de Charlie Sexton en “Love and theft”. Sin menospreciar la impresionante labor del Heartbreaker Mike Campbell con “Together through life”, pero esto ya sería harina de otro costal tomando como ejemplo canciones como ‘Jolene’ o ‘Beyond here lies nothin’’.

La producción de esta serie de entregas sería también un puntal importante; sonido limpio y claro con la áspera voz como centro. Salvo en “Time out of mind” con la co-producción de Daniel Lanois, Dylan (bajo el pseudónimo de Jack Frost) se encargaría de producir todos y cada uno de los registros siguientes. El oscuro sonido encontraba un interesante contrapunto con el cáliz del Folk (en menor medida) y el barro (más frecuente) sin caer en la repetición o en el ritmo “correcaminos” para no hacer de una extensa canción (¿recuerdan los más de 15 minutos de ‘Highlands’?) un sermón pesado. Para “Tempest”, Dylan contó con los escuderos de directo y de estudio habituales: George O. Receli (batería), Tony Gartier (bajo), Charlie Sexton y Stu Kimball (guitarra) y Donnie Herron (pedal-steel). Como en “Together through life”, David Hidalgo (Los Lobos) repite para ofrecer sus artes en la guitarra, tres (instrumento cubano), acordeón y violín. ¡Gran acierto! Además, las sesiones de grabación entre Enero y Marzo del presente ejercicio se concentraron de nuevo en los Groove Masters Studios de Santa Mónica (California).

¿Y qué hay en “Tempest”? Pues para empezar, la portada es simple pero significativa, mostrando la imagen de una de las esculturas de la fuente dedicada a la diosa griega Atenea, localizada frente al Parlamento de Austria (Viena) y tallada por el escultor Carl Kundmann entre 1893 y 1902, influida por “El éxtasis de Santa Teresa” de Gian Lorenzo Bernini. Eso por un lado. En cuanto al título; se haría referencia a “The tempest”, obra de William Shakespeare, aunque el propio Dylan ya ha indicado que no van por ahí los tiros, sino que la cosa va encaminada hacia la odisea del Titanic. Y ahí está el centro de su idea, pues la propia canción que da nombre a este artefacto se desarrolla durante 15 minutos en los que manda la lírica de Bob Dylan cantando desde la perspectiva del iceberg. Pero a medida que la canción avanza, la sutileza instrumental progresa obviando el aire Folk del grueso de la melodía hasta empatizar con la muerte y el impacto del trasatlántico postrándose al servicio de la letra, más narrativa, en una destacable pieza de cuento. Igual uno puede recordar ‘Desolation row’, tanto por su similar duración y hasta ritmo, pero ‘Tempest’ sugiere algo más. Mantiene el ritmo constante hasta los momentos finales, en los que progresa y se desarrolla la instrumentación de violines de manera genial.

Con cuentagotas, algunas de las secciones de “Tempest” que aparecieron días atrás (como ‘Early roman kings’, ‘Scarlet Town’ y el single ‘Duquesne whistle’) podían llevar la cabeza a algo más cercano al Blues, pero no es así una vez escuchado todo en su conjunto. De acuerdo, ‘Early roman kings’ es una especie de ‘Hoochie coochie man’, de Muddy Waters narrando una historia de la antigua Roma con sus rencores y traiciones. Como nota, el acordeón conecta perfectamente con algunos pasajes tex-mex que ya aparecieron anteriormente en “Together through life”. ‘Scarlet Town’ es corta, pero intensa. Las referencias a Jeremy Grove y a Barbary Allen (protagonistas del folclore musical de Escocia y el norte de Inglaterra) se entrelazan con una nocturnidad que se deja ver también en la sangre que vertebra el relato metafórico de ‘Tin angel’ o en la venganza recurrente de ‘Pay in blood’ de verbos atropellados. Sensacional, por cierto, por su grácil y contoneante percusión.

Duquesne whistle’ sirve de apertura, pero también como presentación a un gorgoteo tosco arremetiendo sin más dilación la literatura de ferrocarriles y demonios de mala vida. Su entrada es tímida, muy añeja por la aguda combinación del piano y el teclado hasta que, largos segundos después, el conjunto tal de la banda rompe el tiempo dando paso a Dylan: «Listen to that Duquesne whistle blowing / Blowing like it’s gonna sweep my world away / I’m gonna stop in Carbondale and keep on going / That Duquesne train gonna ride me night and day».

Tempest” tiene lo mejor del Bob Dylan que se conoce en este siglo. Sin exagerar. Como ya se ha dicho con anterioridad, este LP tira más hacia el Folk, mientras que LPs anteriores se familiarizaban más con el fango de la ampulosa electricidad. No obstante, hay algo de eso en este disco, como en ‘Narrow way’ (algo así como ‘Tweedle Dee & Tweedle Dum’ en “Love and theft”), aunque la mayoría de los temas se componen de patrones cadenciosos muy sutiles que lindan con el Folk y hasta con pequeños detalles del Rock and Roll old school y el Country, como en ‘Soon after midnight’, atesorando un pedal-steel precioso o la ironía y el “ego” como andamiaje de ‘Long and wasted years’ en una suerte de rimas muy bien traídas que ironizan con los personajes del propio Bob Dylan en pasadas canciones y hasta con su persona en sí.

Lo mejor (entre lo mejor, valga la redundancia) es que el disco se cierra subiendo el nivel, algo muy complicado si se tiene en cuenta en cuenta la enorme calidad del grueso de todo el artefacto. Esta canción que pone la guinda se titula ‘Roll on John’, una balada preciosa dedicada a Lennon y a la falta de una figura materna que coparon muchas de las composiciones del británico.

Es pronto para tirarse a la piscina, pero “Tempest” no es un “nuevo disco de Dylan”, sino que se trata de EL DISCO con el que se recordará su legado en este presente siglo haciendo de su obra una materia de obligada enseñanza en los colegios.


Texto: Carlos H. Vázquez

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