Crónica de Dark Funeral, 23/03/10 en Penélope

Que el Black metal es un estilo muy minoritario es algo que todos tenemos asumido. En parte, es hasta comprensible que así sea. Sin embargo, éxitos relativos de público como el del pasado, y extinto, Lorca Rock festival en el que todo su cartel estuvo compuesto por grupos de metal extremo, dejamos lugar a la esperanza. El pasado 23 de marzo comprendimos que fue en vano. Desde que Dark Funeral vinieran en el 2006 junto a Naglfar, Endstille y Amoral llevábamos esperándolos en la capital con gran ansia. En esa ocasión actuaron en la sala Heineken y fueron a verles medio millar de personas, aproximadamente. Esta vez fue en Penélope y a pesar del discazo que han sacado, a pesar de que hiciera cuatro años que no venían y a pesar de los esfuerzos de The Music Live Shows, tan sólo ciento treinta personas asistieron al concierto. El resultado es siempre desolador en estos casos. Si la gente no va los conciertos es complicado traer a esos grupos y así, poco a poco, el metal extremo en directo muere cada vez un poco más. Un círculo vicioso, que no interior, en el que, muy a nuestro pesar, se destruye la maltrecha escena blacker de este país.

Centrémonos en cualquier caso en lo que ocurrió aquella noche en materia metálica. A ambos lados de Dark Funeral esta vez se encontraban Zonaria, Nefarium y Carach Angren en un lote llamado A Declaration Of Hate, y es que si de algo va sobrada esta gente, es de odio. Dark Funeral, además de pioneros del Black metal sueco, son uno de los máximos representantes del metal satánico en la actualidad. Alegría y jolgorio en estado puro, vaya. Vinieron para presentar su último y desgarrador trabajo, Angelus Exuro Pro Eternus. Hacía cuatro años que no publicaban nada, y desde entonces tanto Matte Modin como Gustaf Hielm han dejado el grupo. El único miembro original que permanece en sus filas es Lord Ahriman, pero la esencia sigue siendo exactamente la misma; salvajismo metálico con un trasfondo aún más aterrador. El concierto podía haber sido más, mucho más, pero tuvimos que conformarnos con lo que fue, que no fue poco…

Los horarios de la sala Penélope suelen ser bastante intempestivos, lo mismo que el curfew, por lo que nos perdimos a Carach Angren y sólo llegamos a ver el último tema de los italianos Nefarium, “Cumshot In The Holy Cunt”. Un título que inspira al romanticismo, cuanto menos. El siguiente grupo en tocar fue Zonaria. Suecos, al igual que Dark Funeral, aunque bastante menos contundentes. Los minutos pasaban pero la sala no se llenaba lo más mínimo. El ambiente era totalmente desangelado, de ángeles buenos y malos, vaya, que allí no había ni dios. Tanto, que aquello parecía más un Campo Santo que un concierto de metal. Es curioso que para expresar esa idea todas las alusiones acaben siendo bastante irónicas. Pero bueno, vayamos con Zonaria… No deja de sorprenderme un poco la elección de estos compatriotas para telonear a Caligula y los suyos a lo largo de toda la gira. En primer lugar, porque un grupo con algo más de renombre habría hecho que el pack funcionara mejor. Son muy desconocidos fuera de Suecia y además, su estilo está bastante más cerca del Death que del Black. Curiosamente se les ve bastante más “positivos” que el resto del cartel, no digamos de Dark Funeral. Sonríen constantemente, les gusta el sol y, por si esto no fuera poco, descubrimos por su twitter que fueron a visitar alegremente el Vaticano. Y nos consta que no con la intención de prenderle fuego. Vaya, que no es que respiren satanismo por sus poros, precisamente.

Con escenografía tribal, aunque oscura gracias a unas sutiles corazas uniformadas, se presentaron ante los cuatro gatos negros que poblaban la pista. Interpretaron lo más granado de sus dos discos Infamy And The Breed y The Cancer Empire, además de un adelanto, “Silent Holocaust”. Este grupo con nombre de hortaliza tiene un buen directo y no cabe duda de que suenan bien pero no logran impresionar. Que tampoco es necesario, pero yo esa noche tenía ganas de que me arrancaran el corazón y se lo merendaran entre todos. Y me quedé con las ganas.

Cuarenta minutos después se despidieron alegremente y comenzó el descanso y cambio de backline antes de que Dark Funeral salieran a escena. Y ya que nos ponemos en situación y hay que esperar un rato a que los orcos negros salgan a escena voy a contar una historieta del grupo para hacer tiempo. Parece que toda formación de Black Metal que se precie tiene que tener una anécdota siniestra ligada a su historia para avivar su leyenda. Excepcionalmente, en este estilo la mayoría de estos cuentos no son tal, sino que ocurrieron realmente. Mientras que la memoria de Mayhem está llena de suicidios y asesinatos, Emperor comparten con ellos la quema de iglesias y el acuchillamiento de uno de sus miembros por parte del batera del grupo. Y así un largo etcétera. Dark Funeral, por su parte, también están vinculados, aunque de forma indirecta, con un suceso truculento.

Resulta que Rodrigo Orias, un joven blacker chileno de 24 años, conoció a Dark Funeral en el año 2003 cuando tocaron por primera vez en Chile. En el backstage del Teatro Novedades, el joven les confesó que su música era una auténtica obsesión para él y le pidió a Emperor Magus Caligula que le hiciera una cruz invertida en el brazo con un puro cubano. Lo hizo encantado, claro.

Un año después, Rodrigo Orias degolló al sacerdote Faustino Gazziero en el interior de la Catedral de Santiago Chile. Mientras le apuñalaba una y otra vez no dejó de gritar “por Satán” ante la mirada incrédula de todos los feligreses que en ese momento asistían a la misa. Acto seguido, riendo, se untó la cara con la sangre del sacerdote y se apuñaló a sí mismo en el cuello, con la misma daga de 14 centímetros, en un intento fallido de quitarse la vida. Cuando preguntaron a Caligula -o más bien culparon de ser en parte responsable del asesinato- por su opinión al respecto, éste declaró: “Tengo que decir que estoy algo impresionado por lo que hizo, pero en realidad no me preocupa”. Rodrigo Orias fue internado en un centro psiquiátrico de alta seguridad después de que se le diagnosticara esquizofrenia paranoide. El año pasado fue puesto en libertad.

Bien, pues seguimos con el relato de lo acontecido en la sala Penélope. Descuidad, nadie sangró en esta ocasión. A falta de veinte minutos para que el reloj marcara las diez de la noche Dark Funeral cogieron sus hachas en forma de guitarras y tomaron el escenario. Abrieron con “The End Of Human Race”, la primera canción de su último disco, para después descargar temas más antiguos como “The arrival of Satan´s Empire” y “Thus I Have Spoken”.

Su mera presencia hace que el espectáculo, por leve que sea, sea absolutamente infernal. Odas a Lucifer en toda su indumentaria, colgantes con la cabeza cabrona de Bafomet, cruces y pentagramas invertidos allá donde miraras. Hasta el parche del bombo de la batería de Dominator mostraba todos los designios del anticristo en una permanente influencia maligna. Su presencia es tan imponente que realmente parecen orcos fieles de Melkor y Sauron, más allá de personas normales y corrientes disfrazadas. Pero bueno, es evidente que gente que compone líricas tan tiernas como las de, por ejemplo, “An Apprentice of Satan” no es muy común. Son satanistas convencidos y en el directo es como mejor despliegan su rabia infernal.

La vocalización de Emperor Magnus Caligula, como siempre, parece provenir del mismísimo Averno. En lugar de cuerdas vocales estoy convencido de que son trituradoras de carne las que emiten esa aterradora combinación de alaridos. No obstante, en algunos momentos se le vio acusado por un leve ahogamiento. Y es que no quiero ni pensar el calor que debe de hacer dentro de esas armaduras tocando bajo los focos a esa velocidad. Lamentablemente, el público no se agitó mucho más que ellos, y a pesar de que el pogo no es algo que vaya muy ligado a este género, siempre se agradece que los asistentes respondan de alguna manera. Como anécdotas curiosas, entre la fauna local pudo distinguirse a un punki orondo que correteaba hecho un ovillo de un lado para otro sin enterarse muy bien ni de por qué estaba allí y un clon de Varg Vikernes que observaba todo con la mirada acerada de quien quiere matar a mucha gente. Inquietantes ambos, cada uno a su manera.

El repertorio, exceptuando los nuevos temas, fue bastante similar al de sus anteriores conciertos. Nos obsequiaron con trallazos demoledores como “Stigmata”, “666 Voices Inside” y la mejor canción del Secrets of the Black Arts y puede que de su carrera, “My Dark Desires” y terminaron muy antes de tiempo con “My Funeral”, un buen tema de su último disco, pero que no fue la mejor elección para dar por terminado el concierto.

Hasta ahora me he dejado llevar un poco por la pasión, pero para concluir esta crónica hay que remitir a la realidad: no fue un buen concierto. Tocaron por tocar, para extender la mano y llevarse su cheque con el trabajo a medio acabar. No tuvieron la garra que de otras veces y la falta de asistencia les desmoralizó. Si ya son bastante misántropos por norma general, como no tengan un estímulo que les incite a desgarrar oídos con todo su potencial, adoptan una actitud pasota. Tanto, que tocaron una hora de reloj, es decir, veinte minutos menos de lo pactado por contrato. Eso es algo que desde luego no les deja en buen lugar, de igual modo que nosotros al salir de la Penélope tan pronto no lo hicimos con buen sabor de boca. Y es que cuando tocas a medio gas, el fuego se queda en una llamita ridícula que apenas logró chamuscarnos el alma.


Texto: Javi JB
Fotos: Pat Blanco

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