Hay un diálogo que se repitió bastantes veces en mi entorno durante la última década. “Si hay un grupo de punk que lo petaría si volviera sería Refused” decía uno, a lo que el otro solía responder “no tendrán cojones”. El primero acertó de pleno, el segundo no tanto. Porque sí que se atrevieron y lo efectivamente lo petaron. Desde el Coachella al Primavera, desde los late nights americanos a Youtube. Todos se quedaban boquiabiertos ante su directo. ¡Están en plena forma, suenan mejor que antes, qué formación, qué cantante! Fue el boom festivalero del verano y, como cabía esperar, acabó convirtiéndose en una gira mundial. Seguía habiendo expectación, pero está claro que el fuelle ha comenzado a desinflarse. Es lo que tienen los fuegos artificiales, que brillan con intensidad y hacen mucho ruido, pero duran poco en las alturas. Aún así Refused han logrado tocar en salas de un aforo que ni siquiera llegaron a soñar en su día. O quizá lo soñaron demasiado y de ahí que pasara lo que pasó. Sea como fuera, esta es la historia de un vino cojonudo que aumenta de precio tras unos años de reposo en la bodega, pero que a estas alturas su etiqueta está tan cubierta de polvo que uno ya no sabe ni que vino es el que se está bebiendo. Así que nada, camino de la Riviera a comprobarlo, intentar emborracharnos y no tener demasiada resaca al día siguiente.

Parodias de Critteria

Son muchos los grupos que se reúnen tras unos años de ruptura, sobre todo últimamente, pero pocos han suscitado tanta polémica como el caso que nos ocupa. La razón es bien sencilla y nos lleva al popular dicho de que por la boca muere el pez. “Nos vamos porque las canciones, cultura e ideas se convierten en productos pensados para ser vendidos (y de paso exigimos a los periódicos que quemen todas nuestras fotos para no mitificarnos)“. Esa fue una de las frases del rotundo comunicado que emitieron hace catorce años. Si de algo podíamos estar seguros es que de jamás volverían, pasara lo que pasara. Salvo por una excepción: un cheque de seis cifras. En mi caso particular nunca les otorgué demasiada credibilidad porque la reiteración debilita el argumento. Sus ideas eran buenas, pero su ambición también. Se encargaron de plasmarlo en un nuevo comunicado, esta vez para justificar su regreso. “Vamos a hacerlo, por última vez. Nunca se hizo justicia cuando salió The Shape Of Punk To Come, estábamos demasiado ocupados con discusiones internas como para centrarnos en el trabajo.” Bueno, seguramente volveremos a verles por aquí (igual dentro de 14 años, dijeron durante el concierto), fijo que a la gallina aún le queda alguna pepita por algún lado.

Llegó el día y las camisetas de “Refused Are Fucking Dead” ya estaban bien colgadas en el puesto de merch. En el escenario la batería presidía el chiringo tras un gigantesco telón en el que se podía leer el nombre de la banda a kilómetros. En el parche del bombo una pintada rezaba “15-M. Toma la plaza”. Una nueva peli con un guión cargado de tópicos y ajeno a la más mínima coherencia. Aunque la labia de Dennis Lyxzén sigue en plena forma, como pudimos comprobar en los numerosos discursos que salpicaron el set list. Uno de ellos fue el del apoyo a los grupos locales, en este caso Moksha y Buena Esperanza. Ahí fallé por culpa de un horario esclavista, así que centrémonos en el show de los de Umeå.

Antes incluso de presenciar el concierto ya nos lo sabíamos de memoria. El set list estaba siendo idéntico en cada fecha. Una hora exacta de un repertorio que comenzó con “The Shape Of Punk To Come” y la siempre espectacular caída de telón. Obviamente decidieron centrarse en el disco al que esa canción da nombre (tampoco es que su discografía de para mucho más), aunque con un trabajo tan único y redondo como ese, no necesitas muchas más banderas. Desde “Refused Party Program” a “Deadly Rythm“, “Summer Holidays Vs. Punkroutine” o la que ahora se antoja tan irónica “Refused Are Fuckin’ Dead“. Separando la ética como si de guisantes en una paella se tratara, he de reconocer que me los esperaba más suculentos. Me costaba creer que ese sonido fuera el que se hubiera cubierto de tantos halagos a lo largo del verano. Puede que las expectativas estuvieran demasiado infladas, que la siempre deleznable acústica de la Riviera lo desluciera o que un público aletargado empañaran una ejecución que sin lugar a dudas está realmente pulida, pero no es que me volaran la cabeza, precisamente. Toda la formación toca con una precisión matemática y en especial el batera David Sandstrom tiene una pegada admirable. Por su parte Dennis salta, baila con el pie de micro como si de una zorrita de cabaret se tratara y menea el trasero al más puro estilo de Raphael con bastante gracejo. Pero a pesar de todo, con sus trajes entallados, sus melodías dulcificadas, las lucecitas acompasadas y todo lo demás, no pude dejar de pensar que en realidad lo que nos regalaron a finales de los noventa fue “The Shape Of Pop To Come”. No hay discurso sobre Pussy Riot que pueda acercarles al punk o al hardcore ni por asomo, pero sí una puesta en escena que se aproxima bastante a todos los grupos poperos del Reino Unido que se han subido a ese mismo escenario desde el cual Refused intentaron defender su legado.

Además de los cortes mencionados, también hubo otras buenas canciones de su carrera, como “Hook, Line & Sinker” o “Circle Pit” y la brillante “Rather Be Dead”, aquella con la que se despidieron bruscamente entre sirenas de policía en el mítico concierto de Virginia en 1998. Tras el parón que precedía al bis nos fuimos preparando porque ya sabíamos lo que venía entonces, la esperada canción por la que estaba allí como mínimo el 75% del público, “New Noise”. Las luces y el volumen aumentaron de potencia y el público, por primera vez en todo el concierto, gritó al unísono y armó un pit en condiciones. Cinco minutos en los que al fin vivimos el concierto de Refused que siempre habíamos imaginado. Duró poco, eso sí, y no tardó en volver la chachara de Lyxzén y una ignorada “Tannhauser/Derive” que supuso el broche definitivo a la velada. Las luces se encendieron y nosotros nos largamos de allí, con un regusto de mediocridad en el paladar, con el conformismo de habernos quitado la espina de haber visto a la emblemática formación sueca y la sentencia de que el hype estaba demasiado alto.


Texto: Javi JB
Fotos: Héctor Vila
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