Aunque el sol a veces brilla en el cielo y uno intenta levantarse cada día con optimismo, es difícil ignorar que cada día andamos entre tinieblas más espesas. Este 2013 también han temblado los cimientos del festival rockero más sólido del Estado. Al Azkena Rock Festival le ha tocado afrontar su edición más complicada debido a una reducción del presupuesto, en favor de otros festivales más lucrativos para la promotora, como son el BBK Live o el En Vivo. De ahí que el cartel de este año se redujera a dos días y haya sido el más modesto de la última década, y no haya tenido grandes cabezas de cartel. Sin embargo, si de una cosa nos hemos dado cuenta todos los que hemos asistido a esta última edición, ha sido que el Azkena no es como la mayoría de festivales en los que lo único realmente importante son los grupos. En el Azkena se respira una esencia especial, un amor incondicional y homogéneo por la música dentro de un ambiente que lo hace único. A Vitoria no se va a escuchar Rock, se va a vivirlo.

De este modo, unas 25.000 personas, según fuentes oficiales, nos acercamos al núcleo de Gasteiz para vivir un nuevo fin de semana inolvidable. La jornada del viernes comenzó con una buena ronda de pintxos, como debe de ser para afrontar estoicamente el cartel de un día que para nosotros comenzó con los madrileños Sex Museum. Sin duda uno de los grupos más íntegros del panorama patrio y que en esta ocasión nos deleitaron únicamente con canciones anteriores a los 90, con la excepción de “Smoke on the Party”, su peculiar mashup de “Smoke on The Water” y “Fight For Your Right (to Party)”. Sin fisuras, como siempre.

The Sword cogieron el relevo con su tralla texana y un directo que sacudió la carpa. No quisieron perdérselo ni los Black Crowes, que vieron el concierto desde un lateral del escenario, ni Mike Byrne de los Smashing. Tras ellos, la confirmación más polémica de todo el cartel se subió al escenario principal: M-Clan. El momento césped para muchos suscitó nuestra curiosidad. Conscientes de que estaban en territorio hostil evitaron sus temas más comerciales, aunque no supieron aprovechar del todo la ocasión para ganar nuevos adeptos. Tarque demostró tablas, pero no por ello logró maquillar la mediocridad del combo. Cerraron con una renqueante versión de “Baba O’Riley”, y eso sí, les agradecemos que no se atrevieran a tocar “Carolina”.

Alberta Cross tienen buenos temas, como “Low Man” o “Lay Down”, pero no lograron trasladar la emotividad y pureza de su sonido al directo. Demasiado tibios y monótonos de forma que la voz de su frontman se acabó haciendo algo cargante. De todos modos fue un concierto agradable y seguro que ganan enteros en sala. Pero bueno, lo bueno estaba a punto de llegar. The Black Crowes era el plato fuerte del día y del fin de semana y las expectativas estaban muy altas. Pues bien, las superaron. Nos cogieron de la mano y nos llevaron a dar una vuelta por el Cielo. Su homenaje al rock fue inconmensurable y eso que no se centraron en un set de clásicos, que los hubo, sino también en joyas como “By your side” o “Good Friday“. Además, si no notó la partida de Luther gracias a la maestría de Jackie Greene, brillante tanto en las jams como en los coros. El apoteósico final con “Jealous Again”, “Remedy”, así como “Hard to Handle” y ”Hush” en el bis aún rebota en mi cabeza. A esas alturas el listón ya estaba muy alto y estaba claro que eran los grandes triunfadores del Azkena. Aunque sólo fuera por ellos habría merecido la pena ir a Vitoria.

Smashing Pumpkins creo que debieron confundir al público con un rebaño (aunque sí que es cierto que hay numerosas similitudes) y se dispusieron a dormirlo. Billy Corgan y su característica chulería decidieron centrar el show en su último disco Oceania, con temas que la mayoría no conocía y sin molestarse si quiera en intercalarlos con sus grandes éxitos. Aunque empezaron potentes, en parte gracias a la sorpresa de unos atractivos visuales, no tardaron en hundir el concierto y mecernos a todos en un letargo que casi nos manda directos a la tienda de campaña. Por suerte nos lo pensamos dos veces ya que aún había que ver a The Sheepdogs y resultaron ser la gran sorpresa del festival. Grandes canciones llenas de energía y calidad y una ejecución solida como el martillo de Thor. Arrolladores. Y de ahí al saco, que el día había sido largo y el sábado lo sería aún más.

Tras una gélida noche y una mañana sofocante, como viene siendo habitual, camino del centro para ver vacío el escenario de la plaza de la Virgen Blanca que tan buenos ratos nos dio en el pasado. Chuletón y txakoli y de vuelta al recinto para abrir la jornada con JJ Gray & Mofro. Lo que sospechábamos que sería un concierto resultón acabó convirtiéndose en uno de los mejores de todo el fin de semana. JJ Gray derrochó simpatía y agradecimiento por estar subido a ese escenario. Además hizo un despliegue vocal que nos dejó boquiabiertos, todo ello acompañado de vientos y percusiones frenéticas. Canciones como “Brighter Days” o “Lochloosa” nos conquistaron y se llevaron un poderoso y merecido aplauso.

Tras ellos fue el turno del grupo español del día: Los Enemigos. Sin duda alguna éstos tienen más prestigio que M-Clan, pero aún así dicen que o los amas o los odias. En nuestro caso no nos dicen nada, de modo que no podemos posicionarnos en ninguno de los dos extremos. Sonaron potentes pero también bastante cacharreros y es un grupo que en el En Vivo encajarían mejor, para qué engañarnos. Suponíamos que el contraste de calidad con el grupo que iba después sería brutal, y así fue, pero también resultó ser una sorpresa… para mal. Gov’t Mule siempre nos han conquistado con sus sets de casi 3 horas en salas. Su blues rock es sencillamente cautivador y su técnica con las cuerdas, tanto de la guitarra como de la garganta de Warren, envidiable. Esta era la tercera vez que venían al Azkena y confiábamos en que sería un gran concierto, pero finalmente acabó convirtiéndose en la gran decepción del festival. Podrían haber provocado asombro y emoción con una elección acertada del set list y todos los temas brillantes que tienen en su discografía, pero tan sólo lograron bostezos. Nos regalaron una jam interminable, agravada por una sonorización pésima, que decidieron terminar con un desafortunado bis sustentado en el reggae de “I’m a Ram” y una versión insustancial de “Love me do”.

Suerte que The Gaslight Anthem fueron el antónimo directo y demostraron que comprenden a la perfección lo que es un festival. Brian Fallon comenzó el concierto con un humilde chascarrillo acerca de lo buenos que le parecen los Crowes. La gracia es que les alabó diciendo que ellos no tienen temas tan buenos como “Hard To Handle”, la versión de Otis Redding. Por lo demás, una magnífica selección de sus mejores temas del Handwritten, el American Slang e incluso el primer tema que escribieron o “Bonzo Goes to Bitburg” de los Ramones, logrando un perfecto equilibrio entre la fiesta y la emotividad. Buen rollo infinito por parte del frontman y mucha grima a cargo del bajista, que miraba al público como si de un momento a otro fuera a bajar para follarnos a todos. Al igual que M-Clan decidieron acabar versionando “Baba O’Riley“, aunque la diferencia es que estos sí que lograron poner Mendizabala patas arriba. Geniales. No se quedaron cortos tampoco Walking Papers, el grupo de Duff McKagan (ex Guns & Roses), aunque vinieran sin Duff Mckagan. Tuvo que ser el teclista Benjamin Anderson el que supliera las líneas de bajo al estilo Ray Manzarek. Asimismo, Jeff Angell y el increíble batera Barrett Martin estuvieron soberbios y podemos afirmar sin tapujos que fueron el grupo revelación del festival, a pesar de que no tocaran “Already Dead”, uno de los temas que todos estábamos esperando.

En cuanto al premio al concierto más polémico de la jornada tuvo el honor de llevárselo Rocket From The Crypt. A estas alturas seguro que todo lo que habéis oído es que fue un absoluto despropósito. Y en parte es cierto, pero también lo es que fue el concierto más divertido de esta última edición. Salieron a escena con una tajada impresionante y Speedo la lió todo lo que pudo y más. Como el tío pedoflas que nadie aguanta en las bodas pero que al final es el que más anima el cotarro. Aportaron el toque punk que ansiábamos como agua de Mayo y cuando tocaron provocaron los mayores, y prácticamente únicos pogos, que pudimos ver en Mendizabala. Y cuando no tocaron Speedo se enfrascó en su monólogo particular, jugueteó con la cámara, se encaró con uno del público que le mandó a freír espárragos y recolectó unas cuantas camisetas sudadas de las primeras filas para olisquearlas y acabar lanzándoselas al batera en la traca final. Los que no se divirtieron en este concierto es porque no saben inglés, estaban sobrios o son un poco acelgas. Francamente, a esas horas la profesionalidad ya nos daba un poco igual.

Y con estas se acabó un año más el Azkena. Entonces todo lo que antes era una multitud cantando y bailando frente al escenario, se tornó en un mar de plástico bajo la luz de los focos. Los técnicos comenzaron a desmontar el escenario y los más alcoholizados yacieron en el asfalto como los caídos en una batalla. Mientras nos alejábamos camino de la zona de acampada pateando katxis vacíos llegamos a la conclusión de que, pase lo que pase, el Azkena Rock son los asistentes que acuden a él, haciendo una vez más gala de su indiscutible fidelidad. A pesar de los pesares podría decirse que esta última edición tiene un balance positivo y eso es algo a tener en cuenta. Sólo esperamos que el Azkena cuide al público en lo sucesivo, como el público le cuida a él.

Texto: Javi JB
Fotos: Musicsnapper & Javi JB
javijb

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