Crónica del Dreambeach Villaricos 2015

Vivir el Dreambeach de Villaricos es como hacerte un tatuaje. Se sufre, pero el recuerdo que te queda es imborrable. En mitad de una tremenda ola de calor, la costa de Cuevas de Almanzora en Almería se llenó de la mejor música electrónica del mundo, y cuando decimos que se llenó, no podríamos ser más claros, dado que el festival andaluz batió su propio record de asistencia. Este año acudieron hasta 20.000 personas más que el anterior y fue un fin de semana en el que pensaremos recurrentemente hasta el año que viene, concretamente hasta que comience una nueva edición.

La fiesta comenzó el jueves, pero no pudimos llegar hasta el opening set de tres horas que preparó Sven Väth el viernes. Tirando de vinilo como mandan los cánones, comenzó tibio, pero acabó con gran dignidad, que para eso es uno de los grandes del techno. Mientras tanto, SFDK, como única representación hip hopera del cartel, tuvo una buena acogida, lo que sin duda es una señal de que deberían reforzar este apartado de cara al futuro. La conexión entre rap y electrónica siempre ha sido una garantía festivalera. Tras ellos, un aluvión de drum and bass internacional en el Open Air San Miguel, un escenario magnífico que sin duda resultó idóneo para recibir a nombres Calyx & Teebee, Neonlight,Camo & Krooked o Spor. Sin embargo, a nosotros nos seducía más la propuesta inicial del escenario principal, y es que allí pinchaba Eric Prydz, uno de los principales reclamos del cartel. Nos brindó una gran sesión de progressive house en la que una vez más hizo gala de su talento, aunque sin duda algunos audiovisuales la hubieran enriquecido bastante.

Entre que su predecesor acabó antes de tiempo y Fatboy Slim se retrasó bastante, el ambiente ya estaba de lo más caldeado cuando el emblemático productor se subió al escenario principal. A los 52 años sigue derrochando la misma energía que cuando tenía 30. Es puro espectáculo. Comenzó con fuerza y un potente acid house que poco a poco fue derivando hacia un excesivo matraqueo, en el que sus temas míticos se redujeron a meros destellos en forma de sampler que desaparecían tras el subidón. Todo lo que vino después siguió esa línea, desde R3hab a Headhhunterz o Blasterjaxx. Era el momento perfecto para centrarse en las dos carpas.

El refrescante e intimista live de Dosem dio paso a una tremenda ristra de estandartes del sonido Detroit cuyo primer exponente fue Octave One con su enérgico directo y temazos como el “Black Water”. Al mismo tiempo, la irresistible Nina Kraviz llenó la Dreams Tent con su magnífica técnica y selección tecnófila de tintes oscuros. En el Bull Stage, Derrick May tuvo algún problema técnico, pero eso no le impidió comenzar poniendo un musicón de órdago. Desgraciadamente luego se desinfló un poco y tuvo demasiados altibajos, aunque acabó con el listón bastante alto para dar pie al grandísimo Carl Craig, que no defraudó lo más mínimo. Calidad electrónica por los cuatro costados hasta que a un iluminado del público se le ocurrió arrojar un objeto desde la pista hacia la cabina y precipitó el final de su set.

Por su parte, Luciano facturó una buena sesión granada de loops pero fue Pan-Pot el que realmente se lució. Un gran plato antes del cierre de la noche que protagonizaron mano a mano Ben Klock y Marcel Dettmann con su particular lección de techno, mientras Stacey Pullen y su señorío hacían lo propio en el escenario colindante. Si lugar a dudas, a lo largo de todo el fin de semana, la mejor oferta musical se concentró en las dos carpas. Los dos inconvenientes que presentaban era el efecto invernadero que se producía en su interior, y que las convertía en poco menos que microondas, así como su ubicación, que provocaba que a veces se escuchara más la música del escenario principal que la de la propia carpa en la que te encontrabas. No obstante, magnífica jornada que finalizó con la pateada de rigor para salir de los kilométricos aledaños del recinto, en lo que bautizamos como la larga macha. Suerte que los bocatas de panceta hicieron más ameno el paseo al amanecer.

La jornada del sábado comenzó a lo grande, con uno de los mayores alicientes del Dreambeach 2015: Paul Kalkbrenner. Ni la hora, ni el escenario eran los idóneos, pero el punto positivo es que no pudimos presenciar su sesión ni con más ganas ni más frescos. El día anterior había publicado nuevo disco y había llegado el momento de ver qué tal sonaba en directo. El veredicto es: impecable, soberbio, delicioso. ‘Berlin Calling’ es irrepetible y no esperábamos que llegara a su nivel, pero ‘7’ tiene varios temas igual de buenos que algunos del álbum que le dio la fama. Presentó unos cuantos temas nuevos, como los increíbles “Cloud Rider” y “Feed Your Head” y otros tantos clásicos como “Sky & Sand”, “Altes Kamuffel” o “Jestrupp”, en hora y media que se hizo demasiado corta. Con el aplauso final supimos que había terminado la mejor actuación del festival. Tras el tocaba el turno de ver el live de Modestep, pero no fue posible por su cancelación a última hora. Así que nada, mejor nos quedábamos en la Dreams Tent, que el programa era fantástico. Primero el directo de Âme y después Dixon. Los dos estuvieron espectaculares, especialmente el primero. Techno-house elegante y muy fino de primer nivel.

Maceo Plex hizo lo que se esperaba de él, dar una lección de techno sin fisuras. En la misma onda horas antes desplegó su arte el iraní Dubfire y sus adictivos beats arrítimicos, aunque viniera sin su espectacular Hybrid y se hiciera más monótono. Los amantes del dubstep más anfetamínico y el drum and bass se lo gozaron de lo lindo gracias a un menú lleno de manjares tamborileros. Primero Sub Focus en la principal, al que los problemas técnicos le martirizaron y empañaron casi toda la actuación de su Mc. Al que sí que le salió todo bien fue al prestigioso Andy C y una metralla sin tregua que incluyó mezclas propias de “Lean On” o “Take Ü There”. En cuanto al dj set de Pendulum, máxima expectación a pesar de que solo queden dos tras la partición de la banda original hace unos años. No derrocharon la calidad de su predecesor, pero hits como “Tarantula”, “The Island” o “Watercolour” arrancaron ovaciones.

El escenario principal fue un despliegue de EDM, al que es inevitable comparar con el bakalao de antaño y cuya comparación le deja por los suelos, pero es cuestión de gustos y a la chavalada le enloquece, a juzgar por como lo abarrotaron nombres como Nicky Romero o Sander Van Doorn. Subidones permanentes al ritmo del one, two, three, four y mucha pirotecnia y lucecitas. Esperábamos poder escuchar algo de eurotrance, pero esperamos demasiado. Sota, caballo y rey. El único respiro nos lo dio Paul Van Dyk, toda una institución del trance, que no se anda con rodeos ni florituras, aunque adaptara un poco su discurso a las circunstancias. Armin Van Buuren, ya con la luz del día, se adaptó todavía un poco más y tiró por la vena más pistera, comercial y matraquera que se le ocurrió. La gente enloquecida, cómo no. Precisamente por eso damos las gracias por un festival tan heterogéneo, porque hay cabida para todos los estilos, desde el minimaleo al hardstyle y por eso puedes elegir, si volar con la mente o saltar con el cuerpo. De modo que esperamos que dure muchos años y que cada año sea más exitoso que el anterior. Que no decaiga la fiesta.


Texto: Javi JB
Fotos: Dreambeach

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