Creo que la mejor forma de resumir en una línea la última edición del Mad Cool Festival es decir que ha decrecido en asistencia, pero crecido en experiencia. La organización ha cogido el pulso al recinto de Valdebebas y descubierto cuál es el aforo e infraestructura idónea para que los asistentes disfruten del festival. La edición de 2018 siempre se recordará por dos cosas: uno de los mejores line-up de la historia del festivaleo patrio y la masificación. 80.000 personas pasaron cada día para asistir a los conciertos de Pearl Jam, Nine Inch Nails o Depeche Mode. Aquí podéis leer la crónica que hicimos. En esta ocasión la asistencia se ha reducido casi a la mitad. Este verano varios factores han impedido que la mayoría de festivales pudieran confeccionar carteles con grandes nombres y, por triste que sea, los headliners históricos siguen siendo el principal reclamo para las masas. Este año, el único cabeza de cartel real, si nos atenemos a los cánones tradicionales, era The Cure. Eso generó el falso prejuicio de que estábamos ante un cartel bastante flojo, sobre todo en comparación al de la anterior edición. Bastaba un poco de sondeo profundo para darse cuenta de lo equivocada que era esa idea, aunque realmente no nos dimos cuenta de lo poderosamente atractivo que era este Mad Cool hasta que empezó a desarrollarse. Ahora, en retrospectiva, podemos confirmar que ha vuelto a ser uno de los mejores festivales del año.

Si en algo se ha convertido el Mad Cool es en el festival más mediático del país. Por un lado, porque toda clase de famosillos e influencers sirven de altavoz en sus redes. Por otro, porque es un evento que trasciende a los medios especializados y cualquier medio masivo escribe sobre él, aunque sea para hablar de los mejores outfits festivaleros. La cuestión es que bajo todo ese barniz de superficialidad y postureo, tras la noria y los coches de choque, hay una programación tan heterogénea como desbordante de calidad. Sin lugar a dudas, se trata de un festival del que todo el mundo habla y en el que todo el mundo quiere estar (aunque mucha gente se escude en un argumentario de cartón piedra para no pagar un abono que, todo sea dicho, barato no es). No termino de comprender qué es lo que enerva tanto los puristas acerca de la purria que acude simplemente para rellenar su Instagram. Parece más productivo abrir la mente y dejarse llevar por lo único que realmente importa de un festival: la música en directo. Y de eso, el Mad Cool va sobrado. La realidad es que no hubo ni un solo minuto en el que no estuviera actuando alguien a quien quisiéramos ver.

Miércoles 10 de julio

Este año el Mad Cool ha quitado aforo, un escenario y las zonas VIP en la parte frontal de los escenarios principales, pero ha añadido un día. Porque la Welcome Party era más que un día al uso que una fiesta de bienvenida. Hasta dieciséis bandas programadas, aunque había una que centraba toda la atención: la omnipresente Rosalía. En mitad de un pequeño escándalo online por su despliegue de vanidad en Instagram haciendo uso de pieles de animales, logró llenar el recinto ella sola. No sorprende si tenemos en cuenta que los únicos días que este año han agotado el Primavera Sound y el BBK Live han sido los días en los que tocaba la catalana. El selitst no hace falta comentarlo demasiado porque todo el mundo se lo sabe de memoria. Desde un comienzo bastante irregular, vocalmente hablando, con “Pienso en tu mirá” hasta el coreado cierre con “Malamente”. Entre todo eso, los covers “Barefoot in the Park” de James Blake y un verbenero “Te estoy amando locamente” de Las Grecas, además de “Brillo” de J Balvin, única concesión al reggaetton junto a “Con altura” que va a hacerse a ese género en el Mad Cool si hacemos caso a la organización.

Aunque la puesta en escena es más austera de lo que imaginaba, las coreografías con su equipo de bailarinas son magníficas, así como lo es la envidiable voz de Rosalía. Es indiscutible también su capacidad de expresar de forma sincera ese sentimiento que lleva dentro. Sin embargo, su show no está a la altura de la hipérbole que hay montada a su alrededor. Es tan grande el hype que parece lógico que así sea, pero no tanto que en los sesenta minutos que dura el repertorio éste se desinfle en algunos momentos. Cuando mayor emoción cobró el concierto es cuando Rosalía logró que un público fragmentado en miles de pantallas (de un modo que nunca antes había visto) guardara silencio para recibir el debut en directo de “Milionària”, seguida de “Catalina”, ambas cantadas en a capela. En fin, que muy bien, pero sin pasarse.

Ella era la reina de la fiesta, pero hubo muchos más invitados. Los británicos Don Broco fueron los encargados de darnos la bienvenida con su peculiar fusión de rock alternativo, metal, funk y electrónica de la mano de sus tres discos publicados. Un directo vitalista y muy intenso. La rapera Anier es la revelación del género en España y lo demostró con solvencia en el escenario Mondo Sonoro. Por su parte, The Cat Empire llenaron de buen rollo un recinto que se entregaba a unos ritmos contagiosos idóneos para el atardecer, focalizándose en los cortes de su aclamado ‘Stolen Diamonds’. El gran descubrimiento que hicimos en esta primera jornada fue el de Whispering Sons. Épico post-punk venido de Bélgica que logró hipnotizarnos gracias a la sobria voz de la cantante y los inspirados riffs de los guitarristas.

Ya en la recta final, la otra diva del cartel del miércoles, Lykke Li, se encargó de demostrar que es mucho más que su hit “I Follow Rivers”, aunque por supuesto cerrara con una versión ralentizada de ella que la verdad desmereció bastante su carácter festivo. En realidad, ese es su rollo, cadencia y melodías oníricas que, a pesar de conformar un repertorio en exceso lineal, resultan muy evocadoras. Por contraste, resultó ser el concierto perfecto para que la puesta en escena más espectacular de todo el festival nos explotara en la cara: Bring Me The Horizon. Mira que les he visto en varios festivales ya, tanto en su etapa deathcore como en la actual de rock alternativo, y siempre me habían invitado a adoptar una profunda indiferencia. Sin embargo, en esta ocasión me obligaron a rendirme a su espectacularidad incendiaria. De la mano de unos visuales impresionantes, cañones de fuego y bailarinas ciberpunks, desplegaron una tormenta de hits tematizados, sacados exclusivamente de sus últimos trabajos, que provocaron el pogo más salvaje de todo el Mad Cool. Una gozada.

Jueves 11 de julio

Qué mejor manera de comenzar el día que con la multi-instrumentista Tash Sultana desplegando su talento bajo el sol abrasador. Hace un año estaba grabando vídeos con la go-pro en su habitación y ahora agota entradas de grandes recintos. No es para menos, es fascinante verla en acción. Toca unos quince instrumentos que va compaginando en una psicodélica mezcla de rock y electrónica. Se nota que lo ha petado demasiado súbitamente y a su show aún le falta progresión y coherencia, pero eso no resta valor a su locura musical. Ya lo irá puliendo para que su directo sea perfecto. De ahí corriendo a presenciar la primera visita española de La Dispute. Quizá ha sido demasiado tiempo esperándoles y las expectativas estuvieran muy infladas, pero su concierto resultó algo decepcionante. Sonaron apáticos, especialmente su cantante, que parecía ahogarse por momentos, posiblemente debido al sofocante bochorno de esa hora de la tarde. Se centraron en su último disco, ‘Panorama’, aunque también algunas de las mejores canciones de su gran ‘Rooms of the House’, pero las ejecutaron sin la intensidad que las caracteriza. Confiamos en que algún día se dignen a hacer una gira de salas por aquí y entonces puedan redimirse.

SG Lewis fue la primera joya electrónica con la que nos encontramos en el festival. A simple vista, daba la sensación de que se había descuidado un poco la propuesta de la música de baile en esta edición, en comparación con la del año pasado, pero nada más lejos de la realidad. Fue de las mayores fortalezas de todo el festival y el británico resultó ser una buena muestra de ello con su house de altísimo nivel. Lástima que tras él legara una de las mayores decepciones del fin de semana con Lauryn Hill. Sabemos que en la actualidad tiene otras prioridades, pero no esperábamos semejante pasotismo. Tras media hora de retraso que tuvo que ser cubierta por una sesión de la deejay, apareció con un impresionante outfit y mucha desgana. No había tiempo para mucho, pero lo mejor llegó en la recta final, con esa maravilla llamada “Miseducation”, seguida de “Doo Wop (That Thing)” y su conocida versión de “Killing Me Softly with this Song” de Lori Lieberman. Nada de los Fugees. Nada de magia.

Menos mal que le quedaba un rato de alguien a quien le sobra pasión: Iggy Pop. Setenta y dos años mejor llevados que los treinta de muchos de los que le observaban boquiabiertos en el público. Evidentemente, el paso del tiempo es inmisericorde incluso con él y está lejos de ser el tipo al que vimos hace no muchos años en el Cruïlla festival lanzarse al público y regresar sonriendo al escenario con la boca ensangrentada. Pero lo importante es que sigue facturando con tremenda solvencia himnos como el que dio comienzo al show, “I Wanna be your Dog”, o el resto que convirtieron a los Stooges en una referencia: “Search and Destroy”, “Gimme Danger”, “The Passenger” o la guinda final, “No Fun”, tras una deslucida versión de “The Jean Genie” de Bowie. Sea como sea, una leyenda viva.

Incluso los que somos fans de Bon Iver nos preguntábamos qué hacía su nombre encabezando el festival. Claro que eso te lo preguntas hasta que le ves en directo. Con la primera canción, que en este caso fue “Woods”, se disipa toda duda. Es tan prodigioso lo que Justin Vernon y su banda logra hacer encima del escenario, que cuesta creer como puede lograr ese nivel de perfección. Capas y más capas de sonido se van fusionando unas con otras, logrando crear una atmósfera de ensoñación que hace que un escenario principal se transforme de pronto en un auditorio. Los nuevos temas suenan increíbles en directo, aunque ni ellos mismos tenían muy claro si funcionarían. Logró un equilibrio perfecto entre sus canciones más folk y las más electrónicas e incluso nos regaló una preciosa “For Emma”, tocada por primera vez en 2019, que terminó por aspirar las pocas lágrimas que nos quedaban dentro. Cuánta belleza conjugada. Sobra decirlo, pero fue lo mejor de todo el festival y mira que hubo momentos para el recuerdo.

Tras picotear un poco por todo el festival y descubrir la sutileza de Amber Mark, el cachondeo innato de Perry Farrel y su nuevo proyecto Kind Heaven Orchestra, el verbeneo de los Chichos en los coches de choque, la electrónica con alma de soul de KAYTRANADA, o el desenfreno espontáneo de ese trío de locuelas llamadas Haiku Hands (otro gran descubrimiento), nos sumamos a uno de los mayores momentos corales del Mad Cool 2019, Noel Gallagher’s High Flying Birds. Consciente de lo que quiere escuchar el público, la mitad de su set está compuesto de las canciones de Oasis. Y es que tanto de la mano de su querido hermano como de la suya, es siempre un deleite sacudirse la nostalgia vociferendo las inmortales “Stop Crying Your Heart Out”, “Don’t Look Back In Anger” o “Wonderwall”.

Del set de Disclosure no esperábamos nada ya que, a pesar de las deliciosas producciones que tienen, en el FIB de hace unos años ya demostraron que son más de estudio que de escenario y suelen resultan tremendamente decepcionantes en directo. Volvieron a hacerlo. Exactamente lo contrario que Vampire Weekend, celebrando el carácter global de su propuesta, con globos terráqueos inflables incluidos, de la mano de dieciséis temas en los que se coló una fantástica versión del “New Dorp. New York” de SBTRKT. En el otro extremo The Hives hacían su parte con su desparpajo e intensidad habitual, aunque por alguna razón nos da la sensación de que han perdido frescura. Es curioso que los que no adolezcan de ese problema sean The Chemical Brothers, a diferencia de la mayoría de sus compañeros generacionales. Su directo sigue siendo una invitación al baile compulsivo, en gran parte gracias a sus hipnóticos visuales. De todo el live me quedo con su deliciosa “Wide Open”, seguida de “Galvanize”. El broche perfecto junto con un poco de la tralla selecta de la gran Charlotte de Witte en el Loop.

Viernes 12 de julio

Qué mejor manera de empezar que bailando. Sobre todo si se hace con alguien como Tourist. El británico es un productor excepcional, buena muestra de ello es el Grammy que tiene en el salón de su casa por haber co-creado “Stay With Me” junto a Sam Smith, y lo demostró sobradamente en la cabina, tanto con producciones propias como con remixes exquisitos como el de “Don’t delete the kisses” de Wolf Alice. La caja de ritmos le dio problemas y algunos temas fueron una versión, como él mismo describió, “ambient a capela”, pero aún así sonaron estupendamente. Después de echar un vistazo a los muy divertidos y festivaleros conciertos de Miles Kane y Marina, la electrónica más elegante siguió sonando en el Loop de la mano del grandísimo George FitzGerald. Apoyado en muchos temas por una cantante de voz tan housera como soul, focalizó la mayoría de su repertorio en su lanzamiento de 2018, ‘All that must be’, y, dado que se trata de uno de los mejores discos de electrónica de la década, sobra decir lo fascinante que fue.

Milk Teeth dieron uno de los conciertos más punk rockers y enérgicos de la jornada, así que nos dejaron con muchas ganas de verles en una sala pequeña en la que poder sentir su aliento. Sin duda la antesala perfecta para el que iba a ser uno de las actuaciones más destacadas del sábado: The National. Si algo están demostrando en esta gira es su compromiso con una inevitable madurez como banda. Una banda que no para de crecer y ahora está formada por una decena de músicos, incluyendo un nuevo percusionista y tres coristas (una de las cuales formó parte del grupo de Bowie). Podía haberse sumado también Sharon Van Etten, pero dudo que siguiera estando en el recinto para entonces. Toda la formación consiguió un intimismo coral que sin duda les hace más grandes que antaño. Matt Berninger ya no enloquece como antes cuando berreaba incluso sin venir a cuento, pero preserva ese aire bohemio y despreocupado con un punto imprevisible, además de mucho gusto por retozar con el público a pesar de lo agobiante que tiene que resultar eso. “Fake Empire”, “Mr. November” o “Terrible Love” volvieron a recordarnos por qué amamos tanto a esta banda.

Recuerdo que el anterior concierto que había visto de Smashing Pumpkins hace ya siete años me había resultado una turra considerable, pero creo que desde entonces tanto ellos como yo, tenemos una perspectiva más certera de la realidad. Desde luego ellos son muy conscientes de que el haberse convertido en una banda de culto tiene como consecuencia que lo peten más que cuando tenían que petarlo, a pesar de que siempre estuvieron ligeramente sobrevalorados y a día de hoy resulten vagamente trasnochados. No obstante, dieron un concierto más que digno frente a una puesta en escena a la altura de las circunstancias frente a tres llamativos inflables. Además, el poderío de “Tonight, Tonight”, “Cherub Rock”, o “Today”, es indiscutible.

Es sorprendente que en esta edición del Mad Cool hubiera incluso más RnB que hip hop, pero si rascabas, algo te encontrabas, como por ejemplo Vince Staples. En disco me había resultado un poco infumable, pero debo reconocer que en directo gana enteros. Tanto aquellos temas con una vocación más clásica como los de base más electrónica, resultaron muy oportunos antes de entregarnos al frenesí electrónico de Eric Prydz. Por suerte, en esta ocasión decidió tirar más al house progresivo que al techno e hizo que su sesión fuera una de las mayores fiestas del festival. Sacó todo el repertorio de pianos y bajos característicos de Pryda para cerrar con el subidón interminable de “Opus” que provocó la mayor ovación que se pudo escuchar en la carpa. Cambio radical con Wolfmother para inyectarnos la dosis de hard rock que tanto veníamos necesitando. Un concierto colosal, como el título de la tercera canción que tocaron. Tanto como para que los punteos de guitarra de canciones como “Apple Tree”, “California Queen” o “Joker & the Thief” nos hicieran agitarnos como si no lleváramos horas haciéndolo.

Aún había que bailar un rato con motivo de la celebración del décimo aniversario que hizo a Empire of the Sun famosos en todo el mundo: el ‘Walking on a Dream‘. Más allá de los dos súper hits “We are the People” y “Walking on a Dream”, además de los dos singles destacados de los siguientes discos “High and Low” y la definitiva “Alive”, no suscitaron mayor interés, pero hay que admitir que aunque fue por esas cuatro canciones, mereció la pena acabar el día con ellos, por supuesto sin desmerecer al contundente techno de Helena Hauff.

Sábado 13 de julio

Cat Power parecía una buena opción para comenzar la última jornada acompañada de una cerveza. Desgraciadamente, entre que llegamos tarde y que decidió acabar antes de tiempo para divagar de forma incomprensible mientras regalaba los setlist al público, nos quedamos con las ganas. Suerte que le encontramos dos buenas sustitutas: Jorja Smith y Le Butcherettes. La primera es una de las sensaciones del nuevo RnB y hay que admitir que tiene clase para dar y tomar. Fue un placer escuchar la sutileza convertida en canciones como “I Am”, “On my Mind” o la más celebrada, “Blue Lights”. Respecto a Le Butcherettes, la furia rockera de su cantante, que brota en forma de extravagante teatralización, es simplemente algo digno de ver. Además, fue la responsable de nuestros primeros bailes en forma de convulsiones.

Tras un paseo despreocupado por la sesión de Dr. Rubinstein y el concierto de Twilight Sad, llegamos a el que sabíamos de antemano que iba a ser uno de los más divertidos del festival: Prophets of Rage. En los últimos años hemos cogido la sana costumbre de saltar con ellos todos los veranos y es que resulta irresistible sucumbir ante el puñetazo que supone ver a los cantantes de Public Enemy y Cypress Hill escudados por casi la totalidad de Rage Against The Machine. Temas nuevos como “Hearts Afire” o “Unfuck the World” suenan poderosos, pero donde realmente todo arde en llamas es cuando tocan las canciones que todo el mundo quiere oír: “Testify”, “Guerrilla Radio”, “Take the Power Back”… o los trallazos definitivos “Bombtrack” y “Killing in the Name”. La mayor sorpresa fue escuchar por primera vez “Made With Hate” y un soberbio cover de “How I Could Just Kill a Man” de Cypress.

Desgraciadamente, nos vimos obligados a sacrificar a los siempre efectivos Mogwai para deleitarnos con el mejor live electrónico del Mad Cool 2019: el de Jon Hopkins. Lleva un año demostrando que es uno de los nombres del momento gracias a la presentación de su impresionante ‘Singularity’, que en esta ocasión no acaparó toda la atención, sino que también rescató alguno del ‘Immunity’. Una vez más hizo gala de su increíble sensibilidad y construyó capa sobre capa, creando atmósferas cerebrales de una intensidad que pocos consiguen gestar. Un rato más tarde, Bonobo, aún más popular que Hopkins, aunque en formato dj set, hizo una sesión espectacular. Da igual si pincha, produce o interpreta: lo hace todo al máximo nivel.

The Cure siguen estando a la altura de su legado, al menos en cuanto a reclamo se refiere, ya que lograron congregar la mayor asistencia de las cuatro jornadas del festival. Si les has visto en directo alguna vez ya sabes que tienes que tener o bien mucha paciencia, o bien ser muy fan del grupo. Al tocar un repertorio tan amplio y tan lleno de paja en muchos momentos, lo bueno es que puedes ir y venir, y sigues haciéndote una idea bastante aproximada de lo que ha sido la totalidad del concierto. Como se solapaban con varias propuestas muy interesantes tomamos la inteligente resolución de llegar al bis, que estuvo compuesto por nada menos siete canciones, todas ellas suponiendo la mejor artillería de Robert Smith, desde “Lullaby” a “Why Can’t I Be You” pasando por “The Caterpillar”, “Close to me” y, como no podía ser de otra manera, “Boys Don’t Cry”.

The 1975, el joven grupo inglés de pop alternativo, fue una de esas propuestas que mereció la pena acercase a ver. Con uno de los sonidos más cristalinos y fans más apasionadas (la totalidad de las inglesas que había en el recinto, por ejemplo), dieron una lección, no exenta de vanidad, de cómo se debe sonar en directo. Tocaron absolutamente todo lo que se esperaba de ellos, desde el arranque con “Give Yourself a Try” y “TOOTIMETOOTIMETOOTIME”, a la despedida con “Sex” y “The Sound” tras facturar los éxitos “It’s not living (If it’s not with you)”, “Chocolate” y “Somebody Else”. Tremendamente disfrutables, debo reconocerlo.

Tras la gratísima sorpresa que nos dio Rone en el Loop desplegando un house progresivo de una calidad desbordante, era el momento de tratar de comprender un poco mejor el porqué de uno de los mayores hypes de la escena rockera mundial de los últimos años: Greta Van Fleet. Tras varios intentos, era la primera vez que actuaban en España y demostraron ser poco más que una versión millenial de Led Zeppelin, por muy hartos que tienen que estar de escuchar comentarios similares. Sin embargo, aunque la comparación trate de menoscabar sus aptitudes, es evidente que también se trata de un halago. Suenan muy bien y cada uno de ellos toca de una manera envidiable, aunque los gorgoritos del cantante acaban saturando irremediablemente.

Estábamos ya en la recta final del maratón musical, pero aún quedaba una de las mejores bazas del cartel: Robyn. Todo lo que imaginábamos que sería, se quedó corto. Es tal el despliegue de talento y estímulos impactando en los cinco sentidos, que su concierto resulta una experiencia inolvidable. Cuando vimos que la decoración de su escenario era la más preciosista de todo el festival ya intuimos que se avecinaba algo único. La evolución de su música ha resultado tan orgánica que al escuchar todas sus canciones en directo parece que se tratara de un planteamiento operístico creado ad-hoc. Evidentemente, la esencia que desprende parte del que se trata de uno de los mejores trabajos del pasado año, el soberbio ‘Honey’, pero sus antiguos hits quedan tan bien adaptados a esta nueva etapa que todo el espectáculo tiene una perfecta coherencia. Sexualidad, intimidad, locura, seducción, romanticismo… Lo tiene todo. Como dicen por ahí, Robyn es la diosa del pop sin estribillos. Autenticidad y genialidad llevada a la máxima expresión melódica.

Llegada la traca final, empezamos por la espectacular exaltación queer-pop de la mano de Years & Years y su carismático líder Olly Alexander. Después nos pasamos por última vez por el Loop para saludar a Avalon Emerson. Uno de los mayores aplausos que merece el Mad Cool este año es por haber reunido un plantel de dj’s femeninas de un nivel tan alto que demuestra que en el circuito electrónico hay un reconocimiento paritario admirable. Por último, quemamos nuestro último resquicio de energía con Carpenter Brut. Uno de los principales estandartes de la newsynthwave por méritos propios. Su frenética mezcla de metal y sintes ochenteros ponen la banda sonora a unos visuales demenciales en los que exuberantes mujeres practicando aerobic se combinan con escenas de decapitaciones y desmembramientos de toda índole, extraídos de películas de Serie B. La fiesta comenzó con “África” de Toto y terminó con “Maniac” de Michael Sembello y en medio de todo eso, una locura indescriptible. Visto lo visto, cómo no vamos a tener un buen recuerdo del Mad Cool. Todo lo mejor, por muchos años.


Texto: Javi JB
Fotos: Mad Cool
javijb

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