El mejor festival de punk rock de Europa no es un festival. Si hay algo que nos quedó claro en la semana de locura que vivimos en Tolmin (Eslovenia) del 8 al 12 de agosto de 2022, fue eso. Porque nunca un nombre ha descrito tan bien algo como lo hace el Punk Rock Holiday. Unas vacaciones inolvidables en las que se reúnen unos seis mil punk rockers procedentes de Australia, España o Estados Unidos pasando por -especialmente- Alemania. Un campamento de verano donde se teje una comunidad en la que, de pronto, te da la sensación de que tienes un centenar de amigos íntimos. La base punk rockera sin duda hace que la utopía se consolide rápido, pero es que la atmósfera que se vive en ese bosquecillo esloveno no se parece a la de ningún otro evento europeo. Se suele decir que el PRH ha cogido el testigo de nuestro añorado Groezrock de Bélgica. Y en muchos aspectos así es, pero la realidad es que es otra cosa. Una experiencia de la que todo el mundo que la ha conocido habla como si se tratara de una fantasía personal hecha realidad.

Hay tres pilares que hacen que el PRH sea tan especial. En primer lugar, el emplazamiento. Eslovenia es un país con una naturaleza increíble y el valle del río Soča es uno de esos rincones que parecen sacados de un calendario de paisajes. En la confluencia del río Tolminka y el Soča se encuentra el espacio donde tienen lugar los festivales. Porque el PRH no es el único, aunque sí el más importante tras la marcha del Metaldays, que llevaba celebrándose aquí desde hace 18 años y en el que han actuado desde Slayer a Motörhead. Una de las cosas que más les gustaba a los metaleros era precisamente que el festival se levantaba en un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial. De hecho, donde ahora se ponen las Quechuas en su día estuvieron las tumbas de los alemanes que vencieron a los italianos en la mayor derrota de la historia militar trasalpina. Hoy están en un espectacular mausoleo construido junto al río que cada verano se llena de los unicornios y flamencos hinchables que se han convertido en el icono del festival. La explicación de que los asistentes empezar a traer toda clase de colchonetas es que el agua está tan fría que no aguantas mucho rato metido.

El segundo pilar que convierte el PRH en algo único es la ausencia de foso en el escenario principal. El festival tiene dos, uno pequeño en la playa en el que tocan grupos desde el mediodía hasta media tarde y otro más grande en el centro del recinto donde actúan las bandas principales. En ambos todo aquel que lo desee puede subirse para hacer stage dives a placer. Lógicamente eso provoca que los más motivados se pasen medio festival haciendo crowd surfing, así como invasiones puntuales del escenario en momentos álgidos como los que luego comentaré. Ya hemos visto esta particularidad en algunos (muy pocos) festivales alternativos, pero en este está tan integrado en la filosofía del festival que hace que cada concierto sea una fiesta memorable. Toda la crew de seguridad está muy formada en cómo gestionar la locura y rara vez pierden el foco de cómo tratar a los stage divers. Además, la comunidad es especialmente respetuosa consigo misma y dudo que haya otro festival en el mundo en el que haya tantas mujeres y niños haciendo crowdsurfing con semejante despreocupación.

El tercer pilar que sustenta la incomparable esencia del PRH es el cartel y, sin embargo, es de lo menos importante del festival. Voy a explicarlo. Cada año se reúne en Tolmin uno de los line-up de punk rock más atractivos del mundo, eso es indiscutible. Lo consiguen precisamente celebrándolo de lunes a viernes en lugar de en fin de semana. De esta forma pueden pillar las mejores giras europeas del mes de agosto. Además, hacer que algunos de los grupos más grandes del mundo, como Bad Religion, NOFX o Descendents toquen en un escenario más reducido de los que están acostumbrados en los últimos años, que encima no tiene foso, es algo realmente encomiable. Pero a donde iba, el cartel es lo de menos, porque lo que da identidad al festival es el propio festival. La comunión del público y la música más allá de la fama de quién la esté interpretando. Por eso, si se cae un cabeza de cartel, como este año sucedió con Bad Religion (que tuvo que cancelar la gira europea debido al estado de salud del bebé de Jay Bentley), nadie exige un sustituto. Al fin y al cabo prácticamente todos los asistentes hemos visto a casi todos los grupos del cartel cuarenta veces. La realidad es que al PRH se viene por el PRH y el cartel es lo de menos.

Lunes

El primer día del festival se supone que es el martes y en la víspera es el warm up, pero a efectos prácticos y con la salvedad de que aún no hay conciertos en la playa, todo empieza el lunes. Grupos como Bike Age, Chump o Spider se encargaron de inaugurar el escenario principal mientras muchos aún estábamos llegando a Tolmin. En nuestro caso un transfer que dio mil y un rodeos desde Venecia hizo que llegáramos justo para The Real Mckenzies y no pudo ser un mejor comienzo. Puede que los canadienses sean la mejor banda del mundo para comenzar una fiesta. Lo tienen todo: raíces, actitud, diversión y talento. Y, sobre todo, buenas canciones. Con “Pour Decisions” se desató una locura que no dejó de crecer con “Get Lost”, “Mainland”, “Nessie”, “Best Day Until Tomorrow” o “Chip”. Es increíble la cantidad de joyas que tienen en su repertorio. Me quedo con la imagen de un asistente con sobrepeso completamente desnudo haciendo el remolino con su pene encima del escenario. Instantes después un miembro de la seguridad le invitaba a abandonarlo con palmaditas resignadas en la espalda y nosotros pensábamos que estábamos en el lugar más loco del mundo.

Tras ellos se subieron a la palestra Ignite, uno de nuestros grupos preferidos de hardcore melódico hasta que hace dos años Zoli Teglas abandonara la formación. La idea de sustituirlo por un vocalista de heavy metal es tan peregrina que no hay más que ver el resultado. No cabe duda de que Eli Santana es un buen cantante, pero es escuchar en directo las canciones de esa obra maestra llamada ‘Our Darkest Days’ y sentir que estás viendo a una banda tributo en la que los colegas invitaron al metalero del grupo para no dejarle solo. Aún así lo pasamos bien a la vez que volvíamos a echar mucho de menos a Zoli. A la gente le dio igual y celebró cada canción con pasión, e incluso auparon a hombros a Santana tras invadir el escenario en lo que fue una de las imágenes del festival.

Por último en este warm up, uno de los mayores alicientes de toda la semana, los héroes del punk rock Descendents. Sobre el escenario dos leyendas absolutas del género: Milo Aukerman y Bill Stevenson, arropados por los siempre efectivos Karl Álvarez y Stephen Egerton. La mezcla de sensaciones era genial. Por un lado excitación al saber que estábamos a punto de liarnos a stage dives al ritmo de himnos que han puesto banda sonora a nuestra existencia desde la adolescencia. Por otro una absoluta ternura al contemplar a una banda de yayos rockeando, uno ataviado con una cantimplora y otro con mascarilla. Donde desde luego no demostraron ser unos jubiletas fue al facturar 30 canciones sin tregua. La primera ya fue “Everything Sux” así que os podéis hacer una idea del despliegue que fue aquello. En el último tramo cayeron “Bikeage”, “I’m the one” y “I don’t want to grow up” del tirón para terminar con un bis de tres canciones en el que “Get the time” fue la guinda. Probablemente la ocasión en la que hemos visto a Milo en mejor estado vocal. Fue una actuación dignísima. Les queremos con locura.

Martes

El segundo día de festival pudimos recorrerlo de arriba abajo. Desde la zona de restauración (donde sin duda destacaba la opción vegana), al puesto de merchandising (no apto para bolsillos austeros) o el half pipe en el que disfrutamos de algunas buenas exhibiciones. Aunque durante el día sin duda es la playa la que acapara toda la atención. A partir del mediodía, y hasta media tarde, grupos internacionales actúan en un pequeño escenario junto al río. Los escuches desde el pit o desde una colchoneta sobre el agua sientes que no podrías estar en un lugar mejor. Además, algo muy especial de este escenario es que muchos de los grupos que tocan llevan años viniendo como público. El PRH es también un escaparate de nuevos talentos como los noruegos Pay To Breath, los alemanes Skin Of Tears o los holandeses Dowzer. De todos ellos recomendamos especialmente a los segundos. Buenísimos. Creedme, su nombre no les hace justicia. Aunque, sin lugar a dudas, las vencedoras del día fueron Petrol Girls. Siempre que las vemos en concierto salimos con energía renovada, pero es que esta vez fue una explosión de feminismo y sororidad. Ahora y siempre girls to the front.

Llegado el atardecer comenzó la fiesta en el principal. Abrieron No Trigger con un concierto que simplemente fue correcto. Por lo visto y nuestra experiencia, está claro que les sientan mejor las salas. Aún así teníamos muchas ganas de escuchar en directo su reciente “Dr. Album” y las nuevas canciones ganan en contundencia. El cantante tuvo que aguantar durante medio concierto como se subía gente el escenario a colocarle pegatinas en la camiseta. Al principio se reía. Luego no tanto. Tras ellos, Get Dead. El frontman, con esa actitud de pandillero socarrón, por sí solo podría llenar el escenario. Todo carisma. Ellos también presentaban el disco que lanzaron hace dos años, ‘Dancing with the curse’, y fue un no parar de golpearnos el pecho. Cuando el de las pegatinas volvió a la carga fue rápidamente aplastado dialécticamente por Sam King y se acabó la gracia.

Otros que siempre funcionan como un reloj en directo son Authority Zero. Claro que cuando tienes en tus filas una de las mejores voces del punk rock actual es difícil que la cosa se tuerza. Donde fallaron estrepitosamente fue al hacer el setlist. Empezaron con mucha fuerza enlazando “A Passage in Time”, “Take of Leave It” y “Revolution”, pero a partir de ahí la cosa se fue desinflando. Claro que cuando tocas más de quince canciones y aún así pasas de algunas de las mejores de tu carrera, como “Mexican Radio”, “Bayside”, “One More Minute” o “Big Bad World” es lógico que dejes bastante insatisfecho al público. No tardaron en levantar los ánimos hasta lo más alto Comeback Kid en lo que fue uno de los conciertos más demenciales de toda la semana. Todo el concierto fue un no parar de gente volando desde el escenario pero es que con “Wake the Dead” llegó uno de los momentos más épicos. No solo hubo invasión del escenario y un sing-a-long que tuvieron que escuchar hasta en Liubliana, sino que los stage dives, volteretas y crowdsurfing llegaron al público situado encima de la tarima. Obviamente nos contagiamos del frenesí ante la fascinada mirada de Andrew Neufeld al ver la que se estaba liando.

El cierre del día correspondió a uno de los emblemas del punk rock europeo, No Fun At All, en lo que fue su repentino último concierto en quién sabe cuánto tiempo. La razón: la polémica surgida a raíz de las acusaciones de la mujer del guitarrista de Sick Of It All a consecuencia de un encontronazo que tuvieron en el Brak Rock Festival el fin de semana anterior. La organización del festival se encontraba en ese momento en el PRH y acabó emitiendo un comunicado que dio la razón al cantante de No Fun At All, aunque en ese momento ya habían suspendido el resto de fechas de su gira y lanzamiento de nuevo disco. Por lo pronto su concierto fue tan soberbio como siempre, con el añadido de que tocaron del tirón su clásico ‘Out Of Bounds’, además de la ristra de himnos patineteros de siempre.

Miércoles

Tras la clase mañanera de yoga frente al escenario presencial (recordemos que esto es un campamento de verano ininterrumpido) aprovechamos para acercarnos a las gargantas de Tolmin, un espectáculo natural próximo al pueblo que, desgraciadamente, estaba demasiado atestado de turistas. Después, fiesta en la playa a cargo de un sinfín de grupos: Eat Defeat, Captain Asshole, Here For A Reason, Odpisani, A Part of Us, Cookie Break, NofNof y Direct Hit. Mentiríamos si dijéramos que prestamos mucha atención a la mayoría de ellos. El río tiene demasiadas distracciones. Sin embargo, los últimos dieron el mejor concierto de la semana en el escenario pequeño. Qué barbaridad Direct Hit. Son rabiosos, son divertidos, son originales… Son una pasada de grupo. De lo mejor de todo el line-up.

El primer grupo que actuó en el principal fue Odprava Zelenga Zmaja y batió dos récords en el PRH’22. El primero: fue el que público gente congregó. El segundo: fueron los que mejor sonaron. Nos habían dicho que eran una versión local de Me First & The Gimme Gimmes. Pues bien, nada que ver, pero lo que sí hacen es tocar como un reloj suizo. Además, la ecualización fue un logro impresionante del técnico de sonido. Tras ellos The Flatliners, que nos encantan y ejecutaron “Hang My Head”, “Liver Alone” o “Eulogy” tan bien como siempre, pero en comparación con todo lo que estábamos viendo resultaron demasiado sobrios y contenidos. Los ánimos de caldearon al máximo con los siguientes: los inigualables The Bouncing Souls. Qué tendrá este grupo que lo hace tan especial. Además de unas canciones increíbles, se entiende. De algún modo y sin tener mucho que ver con ellos, su aura me recuerda a la que tenía No Use For A Name. De verdad que es escuchar “Lean On Sheena”, “Kate Is Great” o “Gone” y se me humedecen los ojos. Como no podía ser de otra forma, “True Believers”, que me parece uno de los grandes himnos del punk rock, incluso a la altura de “Bro Hymn”, se convirtió en uno de los momentos más memorables del PRH’22. Bengalas e invasión del escenario mediante, por supuesto. Bendita locura.

Con Lagwagon, como no podía ser de otra forma, no decayó la cosa. Unos días atrás les habíamos visto en el primer concierto de su gira europea en Madrid y fue uno de los mejores conciertos que les recordamos. Sin embargo, en Tolmin ya llevaban cierto rodaje y la voz de Joey Cape estaba más resentida. De todos modos, está en mejor forma que en giras recientes y fue un buen setlist coronado por su himno absoluto “May 16”. Lo que fue realmente impresionante fue lo de Flogging Molly. Es un grupo muy querido en Europa y se prodiga menos de lo que nos gustaría. No pudimos quitarnos la espina en la última edición del Tsunami Xixón Festival porque el sonido fue deplorable, así que los aguardábamos con ganas e incluso superaron nuestras expectativas. Una fiesta de principio a fin. Y eso que el comienzo no pudo estar más arriba con “Drunken Lullabies”, pero son tan rematadamente buenos que son capaces de mantener ese listón incluso con las canciones menos conocidas. Al público le dio igual una que otra. Se las bailó con la misma intensidad y una sonrisa desbordada. Sin discusión, la propuesta más sólida que vimos en toda la semana. Brillantes.

Jueves

Cuando llevas ya tres días con semejante intensidad incluso desearías que el jueves fuera un día flojo para tomártelo con más calma. Nada, imposible. Volvía a ser una jornada de infarto. Por cierto, aún no he comentado nada del puesto de nuestros compatriotas de American Socks, una marca de calcetines comandada por los gemelos que en su día tocaban en Daylight y hoy lo hacen en Arc de Triomf. En él tuvieron lugar numerosos conciertos acústicos tanto de los grupos que formaban parte del cartel como otros invitados. Todos estuvieron geniales: The Real Mckenzies, Chaser, The Baboon Show, Chuck de Mad Caddies, Steve de Belvedere, Authority Zero, CF98 o Melonball. Y hablando de estos últimos, cualquiera que oiga esa palabra y haya estado en el festival te dirán que son prácticamente sinónimos. El motivo: un cóctel diabólicamente adictivo. No sé qué le echan pero cuando te fallan las fuerzas te tomas uno de esos y te conviertes en el Demonio de Tazmania. Vale doce euros el vaso, eso sí, pero a veces es inevitable hacer una concesión al brebaje.

Venga, al escenario playero. Lo que más ganas teníamos de ver eran The Decline y Makewar. De los primeros esperábamos más garra, aunque nos conquistaron con su versión de “The Answer is Still No” en homenaje a No Use For A Name en este décimo aniversario de la muerte de Tony Sly. Por su parte, Makewar nos gustaron mucho más. Tienen tanto nivel como actitud y estamos deseando seguirlos aún más de cerca. Otro grupo que disfrutamos enormemente fue P.O.Box. Divertidísimos, nos dieron justo lo que necesitábamos antes de irnos a reponer fuerzas al restaurante de comida local del pueblo.

Claramente fue la tarde que más fuerte empezó de todas. Los responsables: ese ciclón rockero llamado The Baboon Show. Mira que los hemos visto veces desde que explotaran allá por 2017 pero es que nos siguen sorprendiendo como la primera vez. Son tan salvajemente arrolladores que es imposible no emocionarse al ver cómo prenden fuego a cada escenario al que se suben. Figuradamente, que es aún más impresionante. El cierre con “The Shame” y “Radio Rebelde” fue apoteósico, aunque lo hubiera sido aún más si no se les hubiera echado el tiempo encima y hubieran tocado la versión que tenían preparada de ”People Have The Power”.

Lo que vino a continuación esperamos olvidarlo pronto. Conocimos a Misconduct hace casi veinte años cuando actuaron en un pequeño pub de Burgos para presentar su genial disco ‘United as One’. Fue legendario. Escucharlo resulta un tanto anacrónico pero la verdad es que sigue siendo muy disfrutable. Pues bien, dos décadas después físicamente están muy bien conservados, pero el frontman les lleva por unos derroteros bastante cuestionables. Solo tocaron dos canciones de aquel álbum, las dos de seguido y colocadas entre una inoportuna versión de “Bro Hymn” que no podía venir menos a cuento en ese momento y una canción acústica compuesta para la ocasión llamada “Punk Rock Holiday” y que resultó algo incómoda de presenciar. La verdad es que tras el concierto nos hubiera gustado dar un abrazo a cada componente del grupo.

Lo mejor del concierto de Zebrahead estuvo al principio y al final. Por un lado tocaron por primera vez en directo “Homesick for Hope”, que sin ser gran cosa siempre está bien descubrir una canción nueva. Por otro cerraron a lo grande con “All My Friends Are Nobodies” y “Anthem”, aunque me dio la impresión de ser un show algo impostado. Desde la interpretación a la animación festiva, con los hinchables y todo lo demás. Como si el grupo en realidad no se estuviera divirtiendo. Dan, el guitarrista, tenía una expresión de puro tedio, cuando él es justamente lo contrario. Apuesto a que si hubiera estado tocando con su otro grupo, Death By Stereo, su actitud habría sido bastante diferente.

La cosa no mejoró mucho con Mad Caddies teniendo en cuenta que está siendo la peor gira de su carrera. Resulta que un cisma en el seno del grupo ha provocado que el cantante venga solo y el resto de la banda se quede en Estados Unidos. Ésta ha sido sustituida por un elenco que apenas se sabe las canciones. O, para ser justos, que no ha tenido tiempo suficiente para preparárselas. No hay cohesión, ni compenetración, ni fluidez, ni nada. Ese es el motivo también de que el setlist sea más sosegado que nunca, lo cual no nos desagrada porque los medios tiempos de Mad Caddies son una auténtica delicia. El concierto con el que Chuck y los mercenarios debutaron en Madrid fue terrible, pero debo admitir que el del PRH estuvo bastante bien. El buen rollo que se respiraba entre el público era infinito y ayudó mucho, está claro, pero creo que hay algo que podríamos denominar “el efecto Punk Rock Holiday”. Aquí todo sabe mejor, como cuando haces picnic en el campo. También por fuerza la banda se tiene que ir engrasando paulatinamente, pero esperemos que haya pronto una reconciliación y la próxima gira de Mad Caddies sea realmente de Mad Caddies.

Ahora vamos con el concierto del festival. Sé que parece que estoy diciendo eso de muchos, pero el de Interrupters fue realmente EL concierto. La última vez que los vimos, en tiempos pre-pandémicos, nos parecían un grupo muy bueno. Ahora nos parece uno de los mejores de toda la escena punk rocker internacional. Un grupo destinado a coger el relevo de los grandes cuando éstos se retiren, como sus mentores Rancid, por ejemplo. Porque cuando comenzaron muchos les tildaban de una copia con cantante femenina de los de Tim Armstrong. Ahora ya han dejado claro que tienen una identidad propia. Suenan tan engrasados y cristalinos que es difícil distinguir su sonido en directo del sonido de estudio. Las canciones nuevas son una maravilla, pero ese final dominado por “A Friend Like Me”, “By My Side”, la versión de “Sorrow” (que podría tomarse como un homenaje a su cancelación, igual que hiciera Steve de Belvedere en su acústico al día siguiente) y “She’s Kerosene” hizo que levitáramos. Qué grupo más impresionante. Por supuesto fue el que más público reunió de todo el PRH’22. Hasta los más apalancados de la zona de acampada se acercaron a verlos.

Viernes

El último día comenzó con cierta aura melancólica. Principalmente porque era el último y ya nos habíamos acostumbrados a la imprevisible rutina del paraíso. Además, el sol que nos había acompañado durante toda la semana dio paso a una lluvia insistente que no se detuvo hasta la tarde. Entre eso y la ausencia del cabeza de cartel, muchos amigos (porque a esas alturas del festival ya los considerábamos como tal) decidieron adelantar su regreso. Además, para qué engañarnos, teníamos una resaca importante tras cuatro días de excesos (tras los conciertos hay pinchadas que se prolongan casi hasta el amanecer). Aunque lo que pasaba verdadera factura a estas alturas era el dolor corporal. En las primeras filas el vapuleo es constante y las malas caídas tras los stage dives no ayudan. Sea como fuera, se nos pasó pronto la tontería gracias a Downway en lo que fue el último concierto del escenario de la playa hasta el año que viene. La imagen de un unicornio pinchado flotando en la orilla fue dolorosa.

Chaser no lo tenían nada fácil para levantar semejante estado de ánimo. Había muy poca gente congregada aún frente al escenario principal y se intuía un concierto bastante descafeinado. Pues bien, nada más lejos de la realidad. El carisma del cantante es abrumador. Consiguió ponernos las pilas a todos en cuestión de minutos. Apenas les habíamos prestado atención en el pasado así que se podría decir que fue nuestro gran descubrimiento del festival. No hubo más que pasar por el puesto de merch tras su concierto para darse cuenta de cuántos fans habían ganado. Tremendos.

Belvedere lo tenían aún más difícil si cabe, porque si bien ya había más gente cuando empezaron, su música es más técnica y exigente. Y el cantante tiene que estar a lo que está y no puede moverse demasiado, no digamos ya bajar al barro. Aún así, tienen canciones tan redondas que es imposible no percibir su talento aunque te den igual. Además, nos regalaron una versión de “Do What You Want” que seguro que tocan más rápida de lo que la hubieran tocado ellos, así que genial.

Para Anti-Flag ya estaba todo el mundo que quedaba en el festival. Es un grupo que gusta a todo el mundo al que le gusta el punk rock y sus conciertos siempre son garantía de diversión. No dejan mucho lugar a sorpresas, eso sí. Su actuación fue una actuación calcada a la que habíamos visto días atrás en Asturias. Incluso las consignas y discursos están recitados palabra por palabra en el mismo momento del setlist. De igual modo, echamos de menos el numerito de bajar la batería al público en mitad del concierto para que Pat Thetic tocara una canción en el epicentro del circle pit. Si bien es cierto que antes sonreía durante todo el show y ahora parece una mueca de dolor. No obstante, y dejando a un lado ese final pachanguero en el que tocan un popurrí de The Clash, Sex Pistols, Green Day o los Ramones, dieron un concierto a la altura de las expectativas.

Circle Jerks son tan míticos que no hace falta ni presentarlos. Pioneros absolutos del hardcore punk junto a Black Flag y Dead Kennedys, vinieron para demostrar a un público, que quedó claro que no es muy amante del old school, cómo empezó todo. Siempre es un placer reencontrarse con Keith Morris de la mano de cualquiera de sus proyectos (dentro de nada estarán OFF! por Europa) y más aún con Greg Hetson, al que añoramos en Bad Religion (resultó algo irónico que viniera él y no su antiguo grupo). Me parece muy entrañable su mirada al tío de la barca en la foto superior. Les dio tiempo a tocar nada menos que una treintena de canciones, con necesarias pausas incluidas para contar batallitas y tomarse un respiro. Porque estas canciones no tendría sentido ralentizarlas. O se tocan rápidas o no se tocan. Y ellos lo saben. Sonaron de lujo, la verdad.

Hasta el día anterior todo el mundo estaba expectante para ver si finalmente la organización lograba encontrar un sustituto para Bad Religion o no. Suponemos que para confirmar un nombre menor prefirieron una alternativa más cachonda y eso es lo que hicieron: trasladar su característico cierre-karaoke al escenario principal. De la mano del grupo esloveno Pigs Parlament, que se aprendieron decenas de canciones en tiempo récord, distintos cantantes de varios de los grupos que tocaron en el beach stage, en esta o ediciones pasadas, desfilaron por el escenario para interpretar un sinfín de versiones clásicas de NOFX, Blink-182, H2O o The Distillers. Después, homenaje a los organizadores y tartazo en la cara para celebrar el décimo aniversario de este sueño llamado Punk Rock Holiday.

Al día siguiente, mientras hacíamos la mochila, no podíamos más que elucubrar sobre nuestro regreso a Tolmin. Porque así es este festival, un chute demencial y adictivo de emociones extremadamente intensas. Algo tan diferente a todo lo demás que es inevitable desear volver una y otra vez. O añorarlo cuando estás frente a una barrera antiavalanchas en un festival ubicado en un descampado. Mientras tanto, siempre podemos recurrir a los tremendos vídeos que grabó la organización y que podéis ver aquí. También os dejamos un breve resumen que grabamos aquí y la after movie oficial aquí. La próxima edición ya está confirmada: mismas fechas, mismo lugar. Y bueno, nuestra asistencia también, claro. Hasta que deje de ser divertido.


Texto: Javi JB
Fotos: Kuckuck Artworks & Javi JB
javijb

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