Entrevistas

Entrevista a Calequi: “Es un pecado prohibir la mezcla: la mixtura es lo más enriquecedor de la cultura”

Javier Calequi respira, transpira e inspira música. Esto se puede intuir al escuchar sus canciones -sazonadas por multitud de influencias- y es algo más que una sospecha cuando en su currículum aparecen artistas ilustres como Jorge Drexler, Coti o Kevin Johansen, pero la confirmación definitiva aparece cuando actúa con su banda y el lenguaje corporal sentencia: su hogar es el escenario.

Está ligado a la música 24/7. Y en todos sus frentes: compone, produce y gira por todo el mundo, pero en su hoja de ruta siempre saca tiempo para Calequi y las Panteras, una denominación surgida tras la pandemia bajo la que ya ha editado un LP (Gualicho, 2021), una banda sonora y numerosos singles, el más reciente, Adiós Elisa, con la colaboración de Xoel López. Este proyecto -en el que trabaja con la paciencia de un corredor de fondo- le ilusiona visiblemente y es la excusa perfecta para una conversación en el barrio de la Latina en Madrid. Una plática donde descubrimos a un sabio de la música, uno tan humilde que aún no es consciente de serlo.

Llevas tiempo aquí en Madrid, pero tus comienzos musicales fueron en tu Argentina natal.
Sí, allí pasé por diferentes proyectos y toqué con muchos artistas. Eso me hizo querer explorar qué sucedía fuera de Argentina, lo que me empujó para intentar otro tipo de carrera en otro lugar. Y aquí en Madrid lo encontré. Comencé haciendo música para publicidad y películas, además en 2017 comencé a tocar con Jorge Drexler y ahora soy su director musical. Mientras, en paralelo, seguía haciendo mi música. Ahora tengo mi proyecto Calequi y las Panteras, y continúo en eso. Incesante.

¿Cómo fueron tus primeros pasos en la música?
Comencé de muy chiquito con el piano, desde los 7 años, pero tenía una profesora un poco rigurosa y me desencantó un poco del instrumento. Luego comencé a tocar la guitarra, empujado un poco por mi hermano menor, y de ahí nunca paré.

Desde los 17 años me dedico a la música. Cuando terminé la secundaria ya había formado mis propias bandas y había empezado a tocar más profesionalmente con otros artistas. Empecé a tocar con una cantante de argentina Marcela Morelo, que en los 90 le fue bastante bien y hasta dejó su huella en España.

También comencé a empaparme mucho de la música latina con una banda de salsa que se había formado allí, Las Sabrosas Zarigüellas, algo muy raro porque -no como en el resto de América- la música latina no ha sido nunca muy fuerte en Argentina. Esa música me voló la cabeza: Rubén Blades, Willie Colón y toda esa gente. Comencé y no paré hasta que logré tocar con más artistas de todo tipo: indies, de multinacionales… Mientras, en paralelo, siempre estaba haciendo mi propio proyecto de forma completamente independiente. Esto es algo fundamental para mí.

¿Cuál fue el detonante para que te mudaras a España?
(Ríe) Es muy loco. Me vine de vacaciones aquí, no tenía pensado quedarme. Cambié mi pasaje de vuelta hasta 6 veces. En un momento pensé “si quiero dar un vuelco es ahora, no voy a dejar pasarlo más”, y la verdad es que funcionó. Tampoco quiero dar consejos a nadie de cómo reinterpretar su vida, pero en ese momento lo sentí así y dije “¡Me quedo aquí!”

Ya llevo quince años en Madrid, tengo mi familia y mis cosas aquí, así que me considero un madrileño más. Como dice Calamaro “un adoptado más” (risas).

Una vez aquí trabajaste con músicos que venían del otro lado del charco, como Coti.
Estuve en dos giras de verano de Coti por España, luego me pilló con Jorge y ya no pude continuar. Coti incluso me había invitado a tocar algunos conciertos en Argentina y no pude hacerlo. Me hubiese encantando porque le respeto mucho.

Vienen muchos artistas con los que yo tengo afinidad. A veces toco con ellos, otras sólo me tomo unas cervezas… En Argentina construí una pequeña carrera y me quedaron muchos amigos que aún mantengo.

Un proyecto con el que sacaste dos discos en 2017 y 2019 fue Dúo La Loba, con Guadalupe Álvarez Luchía.
Ese dúo lo formé con mi socia de la empresa donde hago música para publicidad. Hace bastantes años que tenemos la empresa y sigue funcionando a día de hoy. El proyecto salió bastante casual, quería hacer un disco de canciones que habían quedado rezagadas -algunas compuestas cuando tenía 15, 17 años- y de un estilo que me gusta, folklore latinoamericano, pero al que no estoy muy aferrado. Se lo comenté a mi socia “¿quieres hacer un disco con estas canciones y grabamos todo en vivo?” y a raíz de esto mantuvimos el proyecto durante dos discos.

La verdad es que el primer disco funcionó muy lindo, incluso vinieron algunos músicos de Argentina que son amigos míos de la infancia. También hice buenas migas con músicos de aquí que son geniales. Fue un disco-experimento del que surgieron una serie de presentaciones y hasta dio para otro disco, pero ya con la pandemia se medio clausuró el proyecto. Ya se venía desgastando un montón y la verdad es que yo tampoco me sentía muy representado por el estilo que estaba encarando.

Entiendo que el estilo que tienen Calequi y las Panteras sí que te representa, ¿cómo lo definirías?
Como dice Kevin Johansen, soy una especie de desgenerado, degenerado no DESgenerado. No tengo género musical. Si hay algo por lo que siempre me caractericé es que puedo componerte una especie de ópera y luego una canción punk, pero con Calequi y las Panteras es la primera vez que concentro un estilo musical, el estilo latino con el que me inicié y al que me apasiona darle una nueva vuelta.

Al veros en directo yo diría que vuestras principales características son: canciones muy rítmicas y muchas armonías de voz, pero sobre todo el ritmo.
Total, tienes toda la razón. Siempre digo a las chicas que si la canción no tiene cadera no me interesa mucho. No tiene por qué hacerte bailar, pero tiene que estar apoyada en un groove sólido. Si no lo tiene deja de ser interesante para mí.

Un gran maestro que tuve decía: “la música es ritmo, música/armonía y letras, si alguna de esas 3 cosas falla estamos mal”. Para mí el ritmo es sumamente importante, en la canción y en el género canción. No tiene por qué ser un ritmo de baile de salón, hay baladas que tienen groove.

En esas tres patas que nombraba tu maestro están las letras. Las tuyas pueden recordar a Kevin Johansen o Jorge Drexler, ¿son referentes tuyos?
Completamente. Son como un faro. Como Xoel también o un montón de músicos anglos o franceses. La letra es donde tenemos la primera posibilidad de conexión con la persona que escucha y me parece sumamente importante. Yo todas mis letras se las muestro a estas personas que nombrás, a mis amigos, porque para mí es muy importante lo que me devuelven.

Eres también un buscador de canciones, veo en redes que compartes tus descubrimientos a menudo.
Me encanta escuchar cosas nuevas o descubrir cosas viejas. Estoy todo el día pensando en música. Es mi vida, me salvó la vida y me la arregló. Estoy todo el tiempo descubriendo cosas, pensando en textos, pidiendo consejos… tengo la suerte de viajar por todo el mundo donde escucho y hablo con todo tipo de gente.

¿Cómo surgió el proyecto con las Panteras?
Tenía pensado hacer algo muy simple con tres voces: la mía y la de dos chicas más. Lo armé con ellas porque apenas las vi pensé que iban a cuajar bien entre ellas y conmigo. Laura ya trabajaba en la música profesionalmente, pero Luisa no. Ayer fui a ver a Luisa y está cantando con Xoel López, se me cae la baba por eso (sonríe). En spotify no sale como Calequi y las Panteras pero en vivo hay que ponerlo, porque son una parte importante del show y de la performance. Aunque, como viste en la sala El Sol, ya hemos dejado de ser un trío.

Cierto, en ese concierto fuisteis once sobre el escenario, ¿qué pasos disteis para llegar hasta allí?
El bautismo de Calequi y las Panteras fueron 65 conciertos en “Peor para el sol”, un pequeño bar. Seguí un consejo de Jorge (Drexler): “Javi, déjate de postear, métete en un bar, pídele un día que no vaya nadie y toca allí todas las semanas”. Hacía mucho que lo venía pensando y, a pesar de que era una situación rarísima porque no había pasado la pandemia, comenzó el experimento. Era para unas semanas y fueron 65 miércoles. Sólo paramos en los veranos.

El show éramos nosotros tres y se agotaba todos los miércoles. Una pequeña cantidad de gente, 40 personas, pero lo agotamos todas las funciones. Así se construyó el público que llenó la sala El Sol, yo no tengo 400 amigos (risas). ¿Que si fue nuestro Hamburgo particular? Total (risas), ahí empezó todo.

Entonces supongo que antes de llevarlas al estudio las canciones estarían ya muy probadas en ese directo como trío.
Exactamente. Por supuesto eran versiones mucho más reducidas, algunas sólo con guitarra, otras con alguna máquina que la acompañaba o incluso alguna versión completamente diferente al disco. Son canciones que ya venía arrastrando, durante la pandemia compuse mucho, mucho, mucho material. Si te fijas en spotify ya son 24 singles y el disco. Estuvo bien testar las canciones para un público desconocido que se las aprendía de show a show, fue de lo más lindo que me ha ocurrido en la música.

Además el disco ‘Gualicho’ (noviembre 2021) te lo produces tú mismo, ¿verdad?
Sí, me encanta producir, creo que soy mejor productor que músico (carcajada.) Me encanta tratar de imaginarme buenas asociaciones, me encanta pensar en qué se puede hacer, dónde te puede servir una persona, dónde uno hace más pie que otros… Esto es algo que tengo de toda la vida. Como decía mi mamá, “naciste para ser sargento” (risas). No soy una persona demasiado demagoga pero me encanta proyectar cosas.

¿Qué significa Gualicho?, no sólamente es el título del álbum, también mencionas esa palabra en varias canciones.
Un gualicho es un embrujo. Había estado girando por Latinoamérica y me impresionó mucho toda la cultura del pacífico. Colombia es un país magnífico donde prevalecen un montón de culturas, también se juntan y la mixtura es una locura. Una de ellas es la cultura del pacífico, que tiene todas estas cosas de los embrujos, los gualichos… También tiene que ver con Haití, con el vudú. A mí me resultaba muy interesante ir conociendo estas cosas, soy muy fan de D’Angelo también (ndr: D’Angelo tiene un álbum de 2000 llamado Voodoo) y había una conexión ahí que me resultaba familiar y que quería mostrar. A raíz de eso comencé a mezclar esa especia de drunk-groove con cosas latinas. Para mí es muy importante que se note esa influencia del pacífico latino, era algo que quería mostrar en el disco.

La canción que abre el disco es muy peculiar, a priori Los Gatos es sombría y melancólica, pero contiene unos colores y cambios que consiguen que no suene triste.
Es muy loco escuchar a toda la gente cantando “amor hay, pero no es para nosotros” (risas). En realidad es una frase de Kafka, no mía: “la esperanza existe pero no es para nosotros”. Lo que quería decir Kafka es que somos demasiado poco para el amor, pero lo decía de una manera burlona, hay un poco de ironía ahí.

Cuando comencé a grabar el disco y llegué a Los Gatos hubo un quiebre en todo, incluso en el repertorio que quería presentar. Me di cuenta de que había encontrado algo que realmente quería mostrar, que era eso que estábamos hablando al principio: el groove, las letras en primer plano.., buscar una sonoridad interesante pero a la vez conocida por mí.

Tu penúltimo single está dedicado a Matías Daniel Conte.
Matías Conte es… era mi mejor amigo. Digo era porque falleció en la pandemia de covid a 3 meses de la vacuna. No tuvimos una explicación muy grande, era una persona sana y muy joven, pero supongo que pertenece a ese porcentaje que le tocó. Fue de lo más trágico que me pasó en mi vida y quería plasmarlo en una canción. Él fue el líder de Las Sabrosas Zarigüellas -la banda donde empecé- y él me apadrinó y fue mi hermano.

Hicimos miles de cosas juntos, tocamos en muchos países, en provincias… en todos lados. Lo quería homenajear porque es un gran músico, no ha sido mainstream pero en el mundillo musical todos lo conocen. Ahora en Argentina van a hacerle un homenaje a su carrera. De hecho fue la persona que, cuando yo tenía veintipico años, me presentó por primera vez a Jorge Drexler: “te quiero presentar a este uruguayo, es increíble”. Drexler ya se estaba asomando como una figura indie de renombre con su disco Frontera. Estoy seguro de que sin él no estaría acá conversando contigo.

Acaba de lanzarse Adiós Elisa, con la colaboración de Xoel López, un artista que ha hecho el camino de ida y vuelta entre España y Latinoamérica.
España y Latinoamérica estamos completamente conectados y el ritmo que vivimos allí es muy inspirador para alguien de aquí. Me parece la mejor decisión para un músico ir a explorar nuevos ritmos, otras costumbres, cómo es el día a día, cómo es la música que se escucha… me parece totalmente enriquecedor.

Xoel es un caso increíble, uno de los más lindos que tiene España. Su música suena a él, pero suena a Latinoamérica, suena a Coruña, suena a España, suena a electrónica, suena a Europa… suena a todo. Su música está repleta de colores.

No se puede perder nada con el intercambio. Jorge (Drexler) conocí aquí (en España) la décima, o mira Kevin (Johansen) , un alaskeño que termina en Buenos Aires o Rosalía. La mixtura es lo más enriquecedor de la cultura, es un pecado prohibir la mezcla.

¿En qué momento exacto te diste cuenta de que la música era tu vida?
Desde muy chico. Desde los 16 años sabía que no podía hacer otra cosa y fue todo muy natural. Tal vez vez tuve mucha suerte también, no lo voy a negar, porque mejores músicos hay a la vuelta de la esquina. Lo sentí desde muy pequeño, lo corroboré de adolescente y no me permití parar. Ni siquiera tuve la opción de buscar otros empleos, sabía que era lo que quería hacer y lo tenía que llevar a cabo de alguna manera. Y aquí estoy (risas).


Texto: Rafael Mozún
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