Fotografía y música: unión entre pasión e imagen (Primera parte)

Para poder entender la importancia que tiene la fotografía en el mundo de la música, y más concretamente en un género como es el rock, debemos volver la vista atrás hasta los años 50. En Estados Unidos sonaba con fuerza una música de la que decían hija de la gran piedra filosofal americana, el blues. El rock and roll, corriente que no tardo en correr por todas las arterias del país, era interpretado por músicos negros. Habían conseguido un salto cualitativo en la escala evolutiva, manteniendo las letras de sus progenitores pero añadiendo una pincelada de alegría. A esta última rama es a la que se agarrarían los primeros intérpretes blancos: Buddy Holly, Gene Vincent, Jerry Lee Lewis o Eddie Cochran. Estos jóvenes se convirtieron en un reclamo muy importante a la hora de vender esos nuevos sonidos. Su estilo vistiendo, sus peinados, su forma de vida era imitada por centenares de seguidores que clonaban a sus ídolos.

Pero, sin ninguna duda, el mayor estandarte y pieza fundamental para entender la importancia de la fotografía dentro del rock and roll, fue Elvis Presley. Hasta ese momento, la fotografía en el mundo de la música había servido para generar retratos costumbristas de las diferentes generaciones que se iban sucediendo. Y aunque había algunas excepciones, no fue hasta que se intentó explotar la figura de “El Rey del Rock”, el momento en el que la cámara fotográfica ampliaría su campo de acción. Comenzaba así el merchandising, aunque en menor escala que en los años 70 u 80. Ahora ya no era únicamente importante la música, la imagen se había convertido en el cincuenta por ciento del artista. Con la proliferación del single como medio de difusión de las canciones más pegadizas, se necesitaba nuevo material gráfico para cubrir las portadas de cada vinilo. Y fue en Elvis en el que intentaron imprimir los primeros tintes glamourosos.

Aunque para encontrarnos con la verdadera mina de oro para la industria fotográfica debemos adelantarnos a los años 60. La llegada, tras algunas variaciones, del sonido beat se convirtió en pieza clave para transformar el rock en algo comercial. Durante muchos años se tildó al rock and roll de música para delincuentes juveniles y gente marginal. Así que lo que se necesitaba conseguir era transformar el sonido en algo más accesible para una mayor franja de público, centrando toda su temática en letras pegadizas como el chicle. Potenciar una nueva forma de vida… y de eso sabían mucho los ingleses.

En el Reino Unido empieza a surgir una plaga de bandas que habían sabido adaptar una música incomprendida. The Kinks, The Hollies o los primeros The Who, fueron piezas angulares en un movimiento que crecía cada vez más. Unos seguidores, los “beats” –no confundir con los beatniks–, que acabarían sofisticándose cada vez más hasta terminar siendo el centro neurálgico de los finalmente denominados cual “mods”. Pero si hablamos del fenómeno beat, tenemos que referirnos a dos grupos ingleses que marcaron aquella época y que dejaron sus nombres escritos en letras de oro en el mundo de la música moderna.

The Rolling Stones, aunque ellos marcando la cara más negra y r&b, y sobre todo The Beatles se alzaron como padres de la llamada British Invasion. Ellos no fueron los primeros pero, gracias al gran trabajo de marketing que se realizó sobre ambos proyectos se consiguió crear un producto realmente apetecible. De eso sabe mucho Bob Gruen, fotógrafo que retrató en más de una ocasión a The Rolling Stones. Este profesional que trabajó durante varios años para el magazine musical Rock Scene, encaró la etapa setentas de los chicos de Mick Jagger.

Por otro lado, The Beatles tuvieron gran parte de culpa en el crecimiento del terreno fotográfico en aquellos años. Antes, las revistas del género sólo buscaban instantáneas promocionales para cubrir huecos y dar un toque más vivo a sus publicaciones. Ahora se seguía el lema de “una imagen vale más que mil palabras”. Para entenderlo mejor, fijémonos en una de las declaraciones de John Lennon sobre aquella época: «Los 60 vieron una revolución juvenil, no sólo concentrada en pequeños grupos o clases, sino la revolución de todo un sistema de valores. La juventud se apuntó primero y la siguiente generación, después».

Pero estos grupos eran algo más que música, eran los instigadores de todo el movimiento. Sí, los adultos de la época acabarían entrando en el juego, pero ellos necesitaban ganarse a los jóvenes. Esa era su audiencia potencial, así que la explotaría hasta límites insospechados. Largas sesiones de fotos eran el día a día de los de Liverpool. Cada vez se requería más material gráfico para saciar el hambre de imágenes de sus ídolos. Esas fotografías servían para potenciar unos sueños, unas expectativas, tanto musicales como sexuales. El cuarteto era considerado un fenómeno de masas. Pero, y eso lo demuestran gran parte de los documentales de la época, sus actuaciones en directo no valían para otra cosa que para mostrar a meros pin-ups. De hecho, los músicos han llegado a confesar que, ya siendo un grupo reconocido mundialmente, sus conciertos tenían una calidad pésima. Pero no por ser malos instrumentistas o cantantes, el problema residía en la incapacidad de poderse oír ellos mismos, todo ello provocado por los alaridos del público.

Aun así seguía existiendo una traba que impedía desarrollarse a sus anchas a los fotógrafos. Sus cámaras se valorizaban gracias a instantáneas promocionales y provocativas pero, ¿dónde está el factor musical? Los directos, momento en el que los grupos se liberan y muestran todo lo que encierra su arte, eran simples pantomimas. ¿Dónde estaban los sentimientos y la pasión? No fue hasta el nacimiento del rock (no confundir con el rock and roll), cuando realmente estalla la moda de los macroconciertos y las interminables giras. Era una oportunidad que nadie quería perderse. Grupos que habían bebido de los grandes del blues rock inglés, ahora saltaban a escena con nuevas directrices e ideas que lograrían desarrollar un género en el que poca gente apostaba.


FOTO Y MÚSICA
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Sergio Guillén

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