I Am Ozzy (confieso que he bebido) – Memorias de Ozzy Osbourne

Tras casi cuatrocientas páginas lo primero que uno se pregunta es ¿cómo es posible que este libro no haya salido antes? Porque los aficionados a descubrir los detalles de las carreras y las composiciones de grandes músicos están más o menos acostumbrados a tener cada cierto tiempo entre sus manos nuevas biografías que relatan los pormenores de las vidas de algunos de los músicos más relevantes del siglo XX, como Miles Davis, Jimi Hendrix o Keith Richards. Y es ahí donde cualquiera cosa que tuviera algo que ver con Black Sabbath necesitaba su hueco. Porque, a pesar de los continuos esfuerzos por apearles del carro del éxito por parte de ciertos sectores, los cuatro de Birmingham dieron con un sonido único en unos años en los que parecían estar permanentemente acompañados de la más inspirada de las musas.

Sin duda, la figura de su carismático cantante es la más interesante y divertida para cualquier obra como la que nos ocupa. John Michael Osbourne (1948) ha sido durante muchos años el ejemplar perfecto de estrella de rock: alcohólico, drogadicto, hiperactivo, desequilibrado, según él mismo disléxico, pero sobre todo un tipo con suerte, un extraño talento (seguro que incluso para él mismo) para llegar a la gente con su peculiar forma de cantar y un ojo magnífico para rodearse de algunos de los mejores músicos de rock de la historia.

En sus años de juventud aparece como un ladronzuelo de poca monta y bastante torpe en una ciudad en la que el único futuro posible estaba en las cadenas de montaje en cualquier de las fábricas existentes. Nunca se le dieron bien los estudios, debido según él mismo a su –muchos años más tarde diagnosticada- dislexia y déficit de atención con hiperactividad. Algo a lo que incluso le llegó a ver ventajas: “una de las pocas ventajas de ser disléxico es que cuando digo que no leo las críticas significa que no leo las críticas”. Así que, tras una breve estancia en la cárcel, pasó por unos cuantos trabajos en los que no terminaba de encajar: afinador de bocinas, matarife, en la metalurgia, etc.

Los años con Black Sabbath y Las historias sobre los procesos de grabación de sus discos son de los momentos más interesantes, sobre todo para aquellos más interesados en descubrir los entresijos de la parte musical y menos en los pasajes más morbosos y dedicados a las anécdotas propias de la vida de estrella del rock. Ozzy cuenta la historia –más o menos conocida- sobre la orientación de la banda hacia un sonido más oscuro citando a Tony Iommi: “¿no es raro que la gente esté dispuesta a pagar para asustarse? Quizá deberíamos dejar de tocar blues y escribir canciones que den miedo” a lo que Ozzy añade “tiene gracia, porque pese al cambio de orientación seguíamos siendo una banda de blues de doce compases”. Y es que Black Sabbath no fue sólo la canción de la que tomaron su nombre y que dió comienzo a un sonido “maligno“, este emblemático tema tiene mucha historia. El título, al igual que la mayoría de las letras de la banda, se le ocurrió a Geeze Butler, que lo tomó prestado de una película de Boris Karloff (Las Tres Caras del Miedo en su versión española) y la primera vez que la tocaron en directo todas las chicas salieron asustadas de la sala y claro, ahí estaba Ozzy para poner las cosas en su sitio a los demás: “oídme, en una banda se está para follar, no para que las tías salgan corriendo, ¿no?” Y por si no quedaba claro su opinión al respecto, comenta más tarde sobre la cuestión de la magia negra y el satanismo que el interés de la banda era únicamente por la teatralidad de ellas y que personalmente: “no me interesa el espiritismo, sólo lo espirituoso”.

Según Ozzy, la grabación del primer disco ni siquiera les llevó 12 horas… y lo que más sorprende desde el punto de vista de hoy día es que tampoco había escuchado la mezcla definitiva ¡ni habían visto la portada! Cuando el disco llegó a sus manos: “no habíamos participado en absoluto en el diseño del disco”. Incluso se incluyeron varios efectos, como la campana y la tormenta sobre el riff de Black Sabbath, en los que la banda tampoco participó. Otros tiempos.

Tradicionalmente N.I.B. ha sido nombrada también como Nativity in Black e incluso bajo aquel nombre salieron los dos discos tributo a la banda, pero resulta que el título respondía a una broma sobre la barba de Bill, que a los demás les parecía la punta de un plumín. Una auténtica estupidez que seguro en su momento tuvo mucho más sentido teniendo en cuenta las cantidades de alcohol y marihuana que consumían los cuatro. Por cierto, que la introducción de Geeze está grabada en una sola toma. Cosas de aquellos años en los que antes de llegar al estudio se habían tocado los temas millones de veces. Bueno, y un enorme talento.

Uno de los temas clásicos, Evil Woman, es una versión de la banda de Minneapolis Crow, que les fue instaba a grabar para incluir al menos un single en el primer álbum. Curiosamente, en la edición americana del álbum ésta fue sustituida por Wicked World, que volvió a aparecer en la edición del primer álbum remasteriza de 1996. Sobre ella, Ozzy dice “si escuchabas con atención podías oír las influencias jazzísticas en nuestro sonido, como el swing que le ponía Bill a la introducción de Wicked World. Lo que pasaba era que lo tocábamos ochocientas veces el volumen de una banda de jazz.”

La grabación de Vol.4 debió ser la mayor juerga de la historia. Alojados en una mansión en Bel-Air, se decidieron a titular aquel trabajo Snowblind, a lo que se opuso la discográfica porque no querían problemas: “aún así, conseguimos meter alguna referencia a la cocaína (…). Si leéis con atención, veréis que hay una dedicatoria a la ‘gran empresa COCA-cola de Los Ángeles’.”

Ozzy es un tipo modesto y probablemente casi siempre con ese mismo sentimiento de ser un zoquete que tenía en su adolescencia. Incluso en la época en la que Black Sabbath estaban en la cima y sus miembros se comportaban como estrellas del rock caprichosas, la música parecía estar por encima de todo eso. Sobre la grabación de Supertzar comenta “entré en los estudios Morgan y me encontré un coro de cuarenta personas (…) tenían montado un escándalo como si dios estuviera dirigiendo la banda sonora del fin del mundo. No intenté siquiera añadir mi voz al conjunto”. Y no es la única vez que cedía su puesto. Para Technical EcstasyBill había compuesto It’s Alright, que a mí me encantaba. Bill Tiene una espléndida voz y no tuve ningún problema en cederle el micrófono”. Aunque, visto lo visto y el estado en que se encontraba de forma habitual, no sería extraño que esta versión no fuera la más exacta dado que la banda andaba ya por aquel entonces bastante harta de las barbaridades y desplantes de Osbourne.


El comienzo de su carrera en solitario estuvo marcado por el alcohol y las drogas –una vez más- y sobre todo por el comienzo de un exhaustivo control de su carrera por parte de su mujer, Sharon. Ella es la auténtica artífice del éxito de Ozzy en solitario y él no le resta méritos. Muy al contrario, se deshace en halagos durante toda la segunda mitad del libro. Eso sí, las perlas que suelta Ozzy sobre cualquier tema no cesan, porque a propósito de su cambio de look propuesto por Sharon durante la primera gira de Blizzard Of Ozz comenta: “ahora, cuando vas a un concierto, no sabes quién pertenece a la banda y quien al público porque todos tienen la misma puta pinta”. Cuánta razón…

A Randy Rhoads le dedica una gran cantidad de piropos, aunque no es la primera vez que muestra el cariño que tenía por su joven guitarrista. A este respecto es llamativo el espacio que le dedica y lo poco que menciona a otros músicos como Jake E. Lee o Zakk Wylde. Pero bueno, él mismo llega a mencionar lo quemado que le dejaron sus problemas legales con Bob Daisley y Tommy Aldridge y desde fuera cada nueva incorporación a su banda ha parecido desde entonces la llegada de un nuevo empleado más. De aquellos años con Randy resulta esclarecedora una de las últimas conversaciones que tuvo con él, en la que el guitarrista le hizo saber su decisión de dejar la banda para comenzar estudios universitarios. Randy no era una estrella al uso.

En líneas generales, Ozzy aparece retratado como un auténtico patán, que bien podría haber acabado muerto en cualquiera de sus desmanes y excesos con las drogas o incluso en la cárcel desde bien joven. Él mismo se describe en varias ocasiones como un payaso, un adjetivo que durante años se ha encargado de hacer suyo, especialmente desde que en Goodbye to Romance, que compuso como despedida de Black Sabbath, decía: “I’ve been the King, I’ve been the clown”.

Pero tras esta inmersión en muchos de los detalles más ridículos, curiosos, extravagantes y vergonzosos de la vida de Ozzy, hay que quedarse con la parte más interesante de todo esto -la música- y es que en Black Sabbath “ningún ejecutivo nos había juntado en una oficina londinense cargada de humo. No éramos una estrellita, un nombre chulo y unos cuantos músicos de estudios que cambiaban en cada gira. Éramos de verdad”.

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Ozzy Osbourne
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