Menudo baño de nostalgia fue la visita de Kabrönes a Ciudad de México. Porque esta formación no es una escisión al uso de una banda de éxito. Su base son antiguos componentes de Mägo de Oz, sí, pero que fueron saliendo paulatinamente por diversas circunstancias (Salva en 2002, José en 2011 y Frank y Carlitos en 2020) y que ahora se juntan para cantar las canciones de la que podría considerarse como la formación clásica del combo. Es más, de los 8 miembros de esa maravillosa época la mitad son de estos Kabrönes, dos han fallecido en los últimos 14 meses y los dos restantes continúan bajo el nombre original.
Qué gran momento para estar vivo fue presenciar en primera línea la gestación, explosión y eclosión de una banda que, quién nos lo iba a decir hace un cuarto de siglo, en México es religión. Durante los primeros dos mil Mägo de Oz editaron discos históricos que redefinieron tanto el heavy metal como la música mainstream de la época. También tocaron en directo allá donde les dejaron, con multitud de fiestas patronales botando al son de ‘Fiesta pagana’ y un José pletórico que regalaba agudos por doquier con la adorable inconsciencia del veinteañero que era.
No todo fue positivo, porque la polémica siempre ha habitado en Mägo desde sus inicios. Hagamos cuenta de las vicisitudes de los madrileños en sus primeros años de éxito: fueron estafados por su discográfica, denunciaron condiciones deficientes en las grabaciones de sus álbumes, múltiples peleas entre ellos aireadas en los medios de comunicación, problemas de salud, faltas de profesionalidad como llegar muchas horas tarde a sus propios bolos en festivales, y un directo errático, alternando recitales superlativos (recordamos a Doro cantando con ellos temas de Rainbow) con otros lamentables donde los roces internos se hacían más que patentes. En definitiva, la tríada sexo, drogas y r’n’r en las peores combinaciones imaginables.
Hay cosas que parece que nunca cambian, hace pocos meses Kabrönes rompió relaciones con su antiguo mánager de forma abrupta y nada discreta, mientras que Frank ha estado ausente de esta gira ya que sigue rehabilitando una operación de médula. Pero volvamos al presente, donde José, Carlitos y Salva presentan un repertorio con el grueso basado en los tres discos que firmaron todos ellos: Jesús de Chamberí, La Leyenda de la Mancha y Finisterra, con apenas un par de apuntes de lanzamientos posteriores, la más moderna de 2007.
El inicio con ‘Maritormes’ ya provoca que nadie se quede sentado en La Maraka, y las letras son recitadas al dedillo por el respetable. Prosigue ‘La Santa Compaña’ y comprobamos, satisfechos, que la calidad de sonido tanto de la sala como de los músicos resulta en una mezcla más que disfrutable.
El debút discográfico de la formación clásica de Mägo de Oz fue Jesús de Chamberí, un intento de hacer un Jesucristo Superstar castizo, y aunque evidentemente no llega a la calidad de la partitura de Andrew Lloyd Webber, lo cierto es que les salió un mesías ciertamente canallita, reivindicativo y resultón, donde plantearon los postulados que persiguieron desde entonces: interludios celtas, melodías reconocibles y temáticas agrupadas bajo óperas rock.
En ‘El Ángel Caído’ constatamos que José Andrea no es -obvio- el de hace 25 años. Nosotros tampoco llegamos a las notas de antaño. Pero el vocalista aún conserva una voz llena de calidez y carisma. El mensaje social siempre ha formado parte de la banda, y ‘El que quiera entender que entienda’ es algo más que una proclama en una ciudad que actualmente refugia a una ingente cantidad de exiliados de numerosos países de latinoamérica, donde la supuesta “libertad” asesina homosexuales cada día.
Los momentos instrumentales también son marca de la casa, y mezclan ‘Gerdundula’, ‘Czardas’ y ‘Sueños diabólicos’ antes de homenajear a sus dos compañeros recientemente fallecidos, Fernando Ponce de León y Sergio Cisneros ‘Kiskilla’, con ‘Es hora de marchar’, preciosa versión de ‘Rainbow Eyes’. Alguna lágrima cayó con varias imágenes de los malogrados proyectadas, alguna incluso en Teotihuacán en sus primeras incursiones americanas.
Rainbow, el grupo que formó Ritchie Blackmore con Dio al dejar Deep Purple, siempre fue uno de los referentes máximos de Mägo de Oz. Una formación imprescindible que hizo de bisagra entre el rock duro setentero y el heavy metal de los ochenta y que dejaron composiciones históricas. A lo largo de su carrera, los madrileños también reinterpretaron ‘Gates of Babylon’ como ‘En nombre de dios’ o ‘Man on the Silver Mountain’. También es evidente que ‘Astaroth’ es clara deudora de ese estilo con sus cadencias árabes.
¡Qué bien se lo pasan estos cabrones sobre el escenario! José espacia sus agudos, Carlitos ve secundadas sus arrancadas guitarreras por gritos de júbilo, Salva mueve sus caderas imponiendo un ritmo tan trotón como efectivo y los “nuevos” cumplen sobradamente. Joaquín Arellano “El niño” ha puesto sus baquetas al servicio de multitud de bandas del género, Santiago Vokram al violín hace lo que quiere y además agita su arco con elegancia, Victor Manuel Conde “hace de Frank” con gran pericia, y el teclista… ¿hay algo más heavy que ver un teclado casi en vertical para que el público pueda ver sus evoluciones?. Detrás de ellos una IA desaforada patrocinaba las proyecciones.
La ranchera ‘Y ahora voy a salir’ se la dedican al público mexicano, que grita, baila, canta y agita pancartas confeccionadas para la ocasión. ‘La posada de los muertos’ fue single de Gaia II: La voz dormida y, aunque nos parece uno de los temas más flojos del LP, en directo monta un divertido jolgorio en un buen ejemplo de la vertiente festiva que les hizo grandes. “En realidad esta canción se tenía que haber llamado la canción de la cruda” sentencia José con vocabulario mexa.
‘El fin del camino’ siempre fue un tema imprescindible en sus primeros años, con un José que navega los sentimientos que también surcaron Ian Gillan, Camilo Sesto o Ted Neely en sus respectivos Getsemanís. Todas ellas tienen en común agudos desgarradores y el cantante nacido en Bolivia no tiene nada que envidiar a ninguno de los anteriores.
Tras un corto descanso llegó la hora de su canción bandera, una ‘Fiesta pagana’ que escuchamos por vez primera cuando apenas era un single de adelanto de Finisterra y que tuvo una gran acogida en una escena heavy que, más adelante, tuvo a bien denostarla cuando triunfó masivamente. Lo mismo pasó con ‘Molinos de viento’, otro himno rockero inmortal de los años 2000 que aún conserva su fuerza y frescura. El amor-odio que buena parte de los aficionados al heavy metal sienten por ellos es algo a estudiar: de bailar sus canciones en 2000 a decidir en 2001 que esas misma canciones eran una vergüenza para el estilo. Estos humanos…
Tras cerrar la noche con ‘Satania’, la banda deja sus instrumentos y se ponen a bailar ‘Mi gran noche’ de Raphael mientras saludan, firman y se hacen selfies con celulares prestados. Sentido del humor ante todo, un gran consejo final para la vida de unos músicos que han superado obstáculos de toda índole para volver a sonreír juntos mientras hacen coreografías con las guitarras. “Hasta siempre .. cabrones!!”
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