En los últimos años hemos asistido a un curioso proceso en el que el indie parece haber sustituido al pop como corriente musical dominante. La mayor parte de revistas generalistas le dedican más espacio que a cualquier otro género y las bandas indies suenan en anuncios y en las ráfagas de radio. También han proliferado cientos de blogs y revistas digitales dedicadas únicamente a la música indie y, por supuesto, muchos, muchísimos nuevos grupos.
Pero con todo esta invasión el concepto de indie como independiente ha perdido todo su valor. Ya no define a unos músicos con pocos medios o que no dependen de las grandes discográficas. No tiene nada que ver con una independencia creativa. El indie ha pasado a definir un género musical entero, en el que no caben otros sonidos, y que ha conseguido rodearse de un extraño y falso halo de intelectualidad que lo sitúa erróneamente por encima de otros géneros.
El argumento más recurrente para que unos géneros se consideren mejores que otros siempre ha sido que “la música de calidad” nace de un interés no comercial y en su propia concepción subyace la intención de permanecer. Es decir, el valor de la música es mayor en tanto sea más independiente y esté más alejado de la industria que maneja su producción. Pero la música indie, como el pop o el rock, es una música que se produce como mercancía de la que hay que sacar un provecho y un beneficio. Se asume que el pop es un producto comercial, pero el aura de autenticidad que rodea a los músicos indies no es más que otro factor del proceso de venta.
¿Es más auténtico Sr. Chinarro que Duncan Dhu? No lo sé, pero lo que es seguro es que ambos graban sus discos según las mismas reglas que dicta la industria musical y son consecuencia tanto de sus propias decisiones y supuesta independencia musical como de los gustos de los consumidores, la elección de un sonido u otro por los productores, la mayor o menor dedicación de la discográficas a la promoción o la presencia en los medios de comunicación.
Que la música es una forma de reafirmar nuestra individualidad ya no debería extrañarle a nadie. La experiencia emocional que la música es capaz de provocar es seguramente el factor esencial en todo esto sólo se trata del gusto personal de cada uno. Pero si es así, una música no puede tener más valor que otra únicamente en función de su resistencia a la lógica del mercado. Y aún si quisiéramos basar su valor sobre su independencia tendríamos primero que analizar hasta qué punto el proceso creativo es independiente de los procesos sociales y comercial que se hallan en toda creación artística.
Así, lo que nos encontramos con un panorama en el que, al contrario de lo que pudiera parecer en un principio, de lo que menos se habla es de música. Porque se mencionan las mismas influencias una y otra vez, escenas de una u otra ciudad e, incluso, obras cinematográficas, pero finalmente de lo que se trata todo esto es de imagen. La imagen como forma de integración y que refuerza una posición en la sociedad, de la cual la música indie es tan sólo un elementos más. Una forma de participación, de pertenencia a un grupo o punto de encuentro. Y, mientras no seamos plenamente conscientes de la función que cumplen determinados géneros musicales en la sociedad, no seremos completamente independientes.
Texto: Juan Manuel Vilches
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La verdad la mayoria de las bandas indie actuales me suenan casi igual, con ese sonido tan particular de Group love, arcade fire, mika, y otros por el estilo.
Claro hay otras bandas indie mas enterradas que no comparten el mismo sonido, o que si lo hacen logran cosas muy extrañas.
Podria mencionar aqui el ¨¨cluster¨ musical de Metronomy, jungle, chet faker y esos grupos que incluso experimentan con microtonos rayando en la barrera de lo agradable.
Podriamos meter tambien aqui a las bandas de indie rock que tienen popularidad media como los kooks, foals, o mas desconocidas como nothing but thieves o mutemath