Turborock 2011 (y II), (Santander, 3/9/2011)


Foto: Roberto Ortiz

Más caña, a más volumen y con más público. En tres palabras eso fue lo que nos trajo la segunda jornada del Turborock en Santander. El sábado predominó el rock afilado y oscuro, nuestros oídos se resintieron más y también hubo más asistentes desde primera hora hasta llegar a rondar las novecientas personas mientras tocaban los cabezas de cartel. Pero será mejor extenderse un poco más, porque la velada dio para mucho, y muy bueno.

Llegué al Escenario Santander poco después de las cinco de la tarde, con la digestión recién empezada, y tuve el tiempo justo para ver cómo terminaban de tocar los madrileños Layabouts. Poco puedo comentar sobre los diez minutos escasos que pude ver al grupo, pero sí que son dignas de mención las caras de susto de un público mayoritariamente resacoso y que se encontró con un brutal aumento de decibelios respecto a la noche del viernes.


Foto: Roberto Ortiz

La actuación de Jesse Malin sirvió para relajar los tímpanos. El vocalista de D Generation mostró una cara bien distinta a la que veríamos más tarde. En el cartel figuraban como St. Mark’s Social, o, lo que es lo mismo, estuvo él con su guitarra acústica y acompañado solo por un piano. Por su formato se podría decir que su concierto fue el momento más “íntimo” del festival, aunque la cosa tampoco fue así exactamente. Malin es un frontman nato, y su potencia sobre el escenario es notable incluso en desenchufado. Así que entre temas propios, monólogos y versiones de Neil Young o Replacements terminó el concierto abajo del escenario y rodeado por un público sentado en torno a él como si fuera una asamblea del 15M. En fin, un buen concierto para ver a media tarde.


Foto: Roberto Ortiz

The Del Lords contaban con el aval de que en sus filas se encuentran Scott Kempner (Dictators) o a Eric Ambel (The Yayhoos), pero eso no tiene por qué ser suficiente. The Del Lords presentaron un muestrario de clichés recurrentes en el “rock maduro” (un poco de Lou Reed, un poco de blues, un poco de Neil Young, una versión del “Louie Louie”…), sin dejar huecos para que se colara la pasión y pero sí para que el público se aburriera. Digamos que son un claro ejemplo de lo que pasa cuando se confunde un artesano con un artista. O de que el rock, cuando se olvida de lo que es el roll, se convierte en una cosa mucho menos excitante.


Foto: Carlos Caneda

Así que antes de que terminara ese concierto subí a la terraza, donde estaban tocando los santanderinos Soul Gestapo. Y este fue el típico momento en el que surge la duda sobre cuál es el punto en el que un grupo debe ascender a categorías superiores. O, hablando en términos del turborockeros, descender al escenario principal. Soul Gestapo poseen ya un repertorio más que sólido y saben de sobra cómo hacer para que ese equilibrio entre potencia y melodía brille en directo. Los únicos inconvenientes fueron el sonido bajo y plano que salía del pequeño equipo de sonido de este escenario, aunque también se agradecía que dieran una pequeña tregua a los oídos; por lo demás dieron un concierto sobresaliente.


Foto: Roberto Ortiz

Los Buzzcocks llegaron y arrasaron. Alguien entre el público decía que ya no tenía quince años para disfrutar del concierto de una banda como esta. Y desde luego que los del grupo hace mucho que dejaron de ser adolescentes. Y es cierto que nada se salió del guión que todos esperábamos. Pero cuando el grupo empieza a tocar todos esos prejuicios se vienen abajo. Porque es muy fácil adivinar de antemano qué repertorio van a tocar, pero es que su cancionero es uno de los más espectaculares que haya dado el punk. Y aunque estén mayores, tienen energía como para volarte la cabeza como si les escucharas por primera vez. Por algo fueron el primer grupo en conseguir que se montara un pogo, después de día y medio de festival…


Foto: Roberto Ortiz

A continuación Urge Overkill consiguieron enfriar los ánimos del público. El cuarteto se ha reunido y acaban de sacar nuevo LP después de quince años de parón, y eso en principio es una buena noticia, pero una vez que salen al escenario la cosa no se ve tan clara. Suenan consistentes, sí, pero algo se ha debido de perder en este tiempo porque ahora sus canciones tienen un poso AOR muy poco excitante. Supongo que a los más fans les gustaría lo que vieron, pero a mí me resultó un tanto prescindible.


Foto: Roberto Ortiz

The Bellrays son un ciclón. Son el grupo que yo haya visto en directo que mejor ha sabido tomar el testigo de los MC5 (con permiso de Primal Scream). La presencia sobre el escenario de Lisa Kekalua es muy potente, porque sus compañeros de banda no se andan a la zaga. Y hay que saber hacerlo muy bien para conseguir que un cañonazo como el suyo mantenga la forma y no se convierta en una gran pelota de ruido. En cualquier caso, para muchos aficionados esto no debería ser ya una sorpresa, dada la afición de los californianos por los escenarios españoles: solo en Cantabria se les ha podido ver en tres ocasiones en los últimos años. Y una vez perdido el efecto sorpresa sí que se nota que los dejes metálicos le han comido terreno a las partes más negras y refrescantes de su sonido. Pero bueno, quizá esto solo sea la apreciación quisquillosa de uno que ya sabe de antemano qué derroteros puede tomar su directo.


Foto: Roberto Ortiz

El último gran retorno que acogía el Turborock era el de los neoyorquinos D Generation tras más de diez años de silencio. El concierto de Santander tenía el valor añadido de ser una de sus tres únicas citas en Europa, junto con la de Londres y, por supuesto, la de Benidorm, la otra sede del Turborock. Y al contrario que con el de Urge Overkill, este ha sido un regreso de los buenos. Desde el arranque con “Be My Baby” seguida de “Degenerated” hasta el final con “No Way Out” montaron una gran fiesta, con el grupo totalmente engrasado y con Jesse Malin hecho un fiera (insisto: es un frontman enorme).


Foto: Roberto Ortiz

A Slim Cessna’s Auto Club les correspondió cerrar los conciertos del sábado. Estos locos de Denver dejaron el listón muy alto en su gira de la pasada primavera, así que iba bastante escéptico sobre si llegarían a dar la talla en un escenario grande y sin poder mezclarse con el público como cuando están en salas pequeñas. Pero se las apañaron para arrasar de nuevo con esa apisonadora empujada a fuerza de country, gospel, punk, imaginería de la América profunda, fervor religioso y alcohol de alta graduación. Este es otro concierto que, como el de Man or Astroman? del día anterior, dejó muchas imágenes imborrables, como la expresión demenciada de los dos vocalistas mientras se echaban bendiciones o la guitarra de dos mástiles decoradas con estampas de la Virgen y de Jesucristo.

A partir de ahí llegó el momento de los pinchas y de empezar a despedirse del Turborock 2011, un festival en el que se han vivido un buen puñado de buenos conciertos. Ojalá se puedan ver más ediciones a esta altura, y se pueda mantener este formato no masificado.


Texto: Carlos Caneda
Fotos: Roberto Ortiz

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