Tal vez no sea una reunión secreta, para elegidos, pero lo que sí es cierto es que acudir a un concierto de Willie Nile, reunirse con otros que le comprenden con la misma intensidad que lo hace uno mismo, se convierte en un acto extraño, cargado de esa atmósfera de aquelarre místico que sólo la música puede lograr en un melómano. Su intensidad cual contador de historias, como artista es de un calado que sobrepasa la necesidad primera de actuar junto a una banda. Nile puede tocar en su banda, aunque si se enfrentase a su audiencia en solitario, con su guitarra y su teclado, tampoco se quedaría desnuda la propuesta. Y es que, aunque se dice de él que es el Dylan de Nueva York, al pisar la tarima es más un animal de escena a lo Joe Strummer, con esa misma pasión en movimientos, en querer subrayar con sus gestos, sus miradas, sus sonrisas o muecas lo que detalladamente relatan sus textos.

Si ya gracias a una pieza como ‘The Innocent Ones’, en la que Willie nos grita preguntando si hemos escuchado la llamada de los que lloran, de esos descorazonados que llevan la pena en sus ojos, se produce el primer incendio, la inicial sudoración, es cristalino el efecto del embrujo. Oírle cantar ‘Vagabond Moon’ es retrotraernos a 1980, a su LP homónimo, a esos días en que dedicaba canciones a los poetas bohemios que fueron más allá de la denominada como Generación Beat. Las sombras caen y la oscuridad es eléctrica al desmarañarse ‘Heaven Help The Lonely’, mientras los susurros de deseo colman la estancia. Un anhelo que se transforma en respeto ante una canción que pareciese salmo, un ‘Streets Of New York’ que agarra con las manos fotogramas de una ciudad, restos de asfalto y miedo, felicidad o duda que colman el amor por una urbe atemporal. Nadie canta mientras Nile, tras las teclas, se muestra a los asistentes como humano descarnado, vibrante, lleno de alma.

No pierde oportunidad de acercarse a sus fieles con la palabra, con el chascarrillo humorístico a la par que ácido y crítico, con la sinceridad de un corazón sacado del pecho. Se atusa una y otra vez el pelo mojado por las embestidas de sus movimientos, mientras el guitarrista Jorge Otero (líder de los asturianos Stormy Mondays) y el bajista Johnny Pisano le franquean con miradas tanto de complicidad como de rendida admiración ante tamaña leyenda viva. Hay un recuerdo a los caídos bajo el influjo de la fama, los que no han podido aguantar esa primera línea del flash y el foco que a la postre los engulló sin piedad; en honor a Michael Jackson y Whitney Houston estuvo dedicada aquella noche de martes ‘Rich And Broken’. Aunque no se partió allí su aguijón en pos del análisis certero y veraz, como demostró la presentación, por primera vez en Europa, de una de las canciones que compondrán su nuevo CD de 2012. Y es que ‘Holy War’ mete el dedo en la herida de los integristas y fanáticos religiosos, lo hunde hasta el fondo para acusar las perogrulladas de aquellos descerebrados que justifican la violencia y la muerte enmascarándolas con dos ya muy manidas palabras: “guerra santa”.

Los héroes musicales fueron homenajeados por medio de la letra que completa ‘House Of A Thousand Guitars’, mientras otros tributos a sus ídolos y colegas de profesión surgieron en forma de versiones. Se escuchó el ‘People Who Died’ de The Jim Carroll Band, aunque en los bises el cuarteto ejemplificó un verdadero tour de force de la mano del ‘Rockin’ In The Free World’ de Neil Young, el ‘California Sun’ de los Rivieras (aunque siguiendo Willie las directrices de la versión que años después, en 1977, harían los Ramones) y el ‘Sheena Is A Punk Rocker’ (Ramones). Alex Alexander no llegó en la batería al toque del fantástico Rich Pagano; de hecho, y aunque intentó añadir algunas partes sobre los parches que colorearan todavía más el resultado, en la primera mitad erró en varias transiciones y golpes de baqueta.

Así es este hombre que lo mismo se presenta como Hank Williams, Marlon Brando o Marilyn Monroe, este luchador inagotable que cual única arma alza el mástil de su seis cuerdas. Willie Nile es una de las pocas cosas ciertas, tangibles en un mundo en el que, como dice ‘Cell Phones Ringing (In The Pockets Of The Dead)’, los creyentes y los infieles se pelean en las calles mientras los cuerpos de los inocentes sólo tienen una hoja para cubrirse. Será que Aristóteles sigue navegando en un ferry camino a Marte.

sguillen

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