Mogwai + Gruff Rhys – Sala San Miguel (Madrid) – 26/10/2011

A estas alturas todo el mundo sabe que el secreto mejor guardado de Escocia es lo que los hombres —no— esconden bajo sus faldas, pero está claro que Mogwai no es ninguna incógnita para el público español. Entradas agotadas en Barcelona, también en Bilbao, y casi lleno en Madrid, en ese trozo del Palacio Vistalegre que bajo el nombre de Sala San Miguel han habilitado para conciertos. Con todo a su favor, el quinteto de Glasgow estuvo inmenso y esa noche la capital implosionó desde las tablas de ese escenario con el post rock de Mogwai.

El artista invitado era el cantante y guitarrista de Super Furry Animals, que esta vez acompañaba a Mogwai —literalmente— en solitario. Pasen y vean, el gabinete del doctor Gruff Rhys: ruidos de pájaros, baterías programadas, efectos en la voz, samples en finés, carteles de aplausos, teclados casi de juguete… hasta un metrónomo analógico. Después de una intro de 7 minutos, muy ambiental y llena de grabaciones en loop, ya empezó con canciones desde la mesita en la que tenía todos sus trastos. Un freak atrapado en un metro cuadrado, pero un freak entrañable al fin y al cabo. Su espectáculo, sin embargo, el make it yourself en su versión más lúdica, sólo convenció a ratos. Para terminar, otro cartel: game over.

Mogwai son conscientes de lo valioso que es su último disco, ese tan aclamado, ecléctico y cañero Hardcore Will Never Die, But You Will. Por eso dedicaron la primera mitad de su actuación a presentarlo, y por eso cuando salieron al escenario, Stuart Braithwate y su telecaster escocesa ya se ganaron al público con las primeras notas de “White Noise”, el tema que abre el disco. Con el violinista que les acompaña a veces en el escenario, el bajo de Dominic Aitchison sonaba demasiado alto, pero en poco tiempo el sonido alcanzó la perfección, en toda su vastedad. Y hora de rotar, algo que hicieron durante todo el concierto casi como por orden aleatorio: Barry Burns abandonaba las teclas, se colgaba la guitarra y empezaba a cantar “Travel Is Dangerous”.

Después de “Death Rays”, esa formación tan típica postrockera se mantuvo en “Rano Pano”, con tres guitarras al frente saturando distorsión, mientras esa melodía repetida hasta el clímax se encargaba de zarandear al público. Pero Mogwai también es un grupo de contrastes, por lo que a continuación fue el momento de sacar a Jim Morrison de la tumba con esas suaves acordes de piano y guitarra que abren su penúltimo álbum, The Hawk is Howling. El éxtasis total llegó con “Mexican Grand Prix”, con su violinista al micro, aunque sustituido en el estribillo por unas voces electrónicas sampleadas. Para terminar de presentar el disco —una pena que “George Square Thatcher Death Party” se cayera del setlist— parecía coherente tocar su última canción, “You’re Lionel Richie”. Como ya se había demostrado en “How To Be a Werewolf” y según se acabó de confirmar en este punto, para Mogwai el directo es como la pólvora: saben transformar pasajes que en disco pasan algo desapercibidos en las mayores explosiones postrockeras, y vaya si hubo esa noche.

Stuart Braithwale chapurreaba a menudo, entre canción y canción, algún que otro “muchas gracias” y entonces ya le había agradecido a la audiencia que hubiera ido a verles a ellos y no a Coldplay. Esa última parte del concierto estuvo dedicada a rescatar temas del resto de su discografía, pero de su reciente EP, ni acordarse. Hubo momentos de piano en “Auto Rock”, partes muy cañeras en “Like Herod” y mucha distorsión en “Batcat”, aunque bien podrían haber aprovechado a Gruff Rhys para que cantara “Dial: Revenge”. En los bises echaron la mirada atrás y cerraron con “New Paths To Helicon, pt. 1″, “We’re No Here” y un colosal y prolongado acople de todo lo que había sobre el escenario. Nada de irse sin hacer ruido.

Pues algunos le conceden a Mogwai la fama de tener uno de los directos más ensordecedores del mundo. Nadie se quejó de nada durante la hora y cuarenta minutos que duró el concierto, porque todo el mundo disfrutaba, ellos sobre el escenario y la audiencia en trance, mientras la música fluía. Pero sea o no una leyenda urbana, hay algo que nadie negará: merece la pena perder un poco de audición por ver a Mogwai en directo.


Texto: Miguel E. Rebagliato

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