Paul Di’Anno + Ever Dream + Tubulto – Gruta 77 – 06/11/2011

Recuerdo la primera vez que vi a Paul Di’Anno en acción. Le tenía requetesabido de disfrutarle en los dos primeros LPs de la agrupación británica Iron Maiden, mis dos lanzamientos favoritos de dicha banda. Pero cuando lo hallé en su salsa sobre una tarima fue gracias a un vídeo VHS comprado en los 90 en la extinta tienda musical Madrid Rock, un lugar en el que eché horas y horas embebido de tantos y tantos discos compactos apetecibles. Lejos estaba todavía Youtube y esos clips a la carta en apenas segundos. La cinta en cuestión a la que me refiero, con el dibujo de un Eddie –personaje-mascota de los Maiden– que usaba una guitarra eléctrica cual hacha contra el público, llevaba por único título el del combo de marras, aunque realmente contenía el show ochentas del quinteto con Di’Anno en el Rainbow. Escasos treinta minutos, pero… ¡Menuda media hora! Allí aparece un Paul exultante, seguro, vestido todo de negro, con botas altas hasta las rodillas, cinturones, remaches, unas muñequeras interminables, pelo alborotado y la camisa con el cuello alzado a lo vampiro. Imborrable estampa. Cantaba tan bien como en los álbumes de estudio, lleno de confianza, subiendo en los momentos precisos y soltando esos grititos tan suyos, tan marca Di’Anno.

Los años fueron pasando y los diversos proyectos en los que se metió este vocalista le transformaron. El conjunto Killers, por ejemplo, resultó un quiebro de los 90 que, durando poco, nos ofreció a un artista diferente, poseído por lo que bandas norteamericanas como Pantera habían logrado con redondos de la talla de Cowboys Fron Hell –algo parecido le pasó al Judas Priest Rob Halford con sus Fight en aquella primera mitad de la década subrayada–. Aun así, Paul mantenía su gusto, su carácter, y hasta en el CD firmado bajo su nombre y apellido en 1997 –todo hard rock clásico–, obra titulada As Hard As Iron, el muchacho de Chingford (Londres) nacido en 1958 podía hacerte vibrar cantando aquello de ‘Rock The Boat’. Pero en su concierto madrileño del pasado 6 de noviembre, todo aquello parecía borrado cual ese sueño que desaparece por la mañana al lavarte la cara con agua fría. Un Paul Di’Anno en sus peores horas salió al escenario del Gruta 77, un cantante más envejecido de lo que aseguraría su edad y cuyas cuerdas vocales no daban más de sí tras diez días de conciertos. Orondo y dubitativo al no sentirse dueño de su garganta, aquel que cantase ‘Women In Uniform’ con los Iron Maiden salió a capear el temporal dejándonos jugar a un especial seudo karaoke.

Los miembros de Tubulto, el cuarteto de Villamuelas, sirvieron como primeros teloneros en aquella velada de cierre de la gira española de Di’Anno. El combo tiró de rock rápido y rabioso, cantado en castellano y sin mayores pretensiones que las de poner a la sala en pie. Luego llegaría Ever Dream, magnífica apuesta musical que acompañó cual propuesta telonera oficial al británico durante todo su periplo por la piel de toro. Esta formación en quinteto, liderados con tablas y fantástica voz por Celeste, mezcla arreglos de metal progresivo con rock vigoroso, hard imparable y unos estribillos pensados para enganchar tu oído a la primera escucha. Así me pasó a mí. Además saben jugar en campo ajeno, por lo que salpimentaron piezas propias como ‘Mortal Games’ con versiones de Metallica, Jimi Hendrix o Mötley Crüe. Dieron espectáculo y se hizo corta su aparición. Tras esto, y una vez preparado el equipo de la banda de Paul, se nos avisó de que el vocal saldría a cantar todavía cargando con un malestar en su laringe importante; que no había querido cancelar la cita con su público madrileño por nada del mundo.

Lo que se vivió en la siguiente hora y cuarto fue un show desigual, casi cogido con alfileres. Y no es que Paul Di’Anno no conozca lo mejor de su repertorio; el caso es que aquel hombre que se apoyaba en el pie del micrófono cual náufrago asiéndose a la tabla de su salvación, aquella leyenda, no podía con las estrofas que le tocaba gritar ante su afición. Su garganta se cerraba, fallaba, tenía que escupir de forma reiterada y, durante los primeros temas, entre disculpa y disculpa ofrecida a los presentes, miraba al cielo –el techo del Gruta 77– esperando una solución que no llegaría. Y así interpretó ‘Wrathchild’, ‘Murders In The Rue Morgue’, ‘Killers’, ‘Phantom Of The Opera’, ‘Charlotte The Harlot’ o ‘Running Free’, espetando una frase él y otra nosotros, su audiencia.

De sus días en Killers sonó ‘A Song For You’ o ‘The Beast Arises’, entre otros cortes que fueron recibidos con algo más de frialdad en los coros pero con igual pasión. Estábamos ante un artista de culto, ante un hombre que con su voz de antaño, con su forma de interpretar aquellos dos primeros vinilos de Maiden, daría un nuevo sentido al rock duro británico y engalanaría las raíces de la New Wave Of British Heavy Metal; sin embargo, y visto lo visto, el fuelle actual no le da para demasiada carretera. Eso sí, no faltaron los postres en forma de bises: la instrumental ‘Transylvania’ y su particular versión del ‘Blitzkrieg Bop’ de los neoyorquinos Ramones cerraron la jornada, dejándonos el regusto de haber compartido algo más de sesenta minutos con The World’s First Iron Man –así tituló uno de sus discos–, pero no disfrutado de la calidad que hace unas décadas fue tónica en él.

sguillen

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