El primer trabajo de esta banda de Seattle tuvo cierta repercusión, como otras de su mismo estilo, especialmente entre los aficionados a Tool. Probablemente debido a la poca afición al estudio de los artífices de Aenima no es raro que muchos de sus más acérrimos seguidores anden frecuentemente a la búsqueda de sonidos similares con que calmar sus ansias de nuevos discos.
Pues bien, aunque Rishloo comenzaron entrando en esa categoría de lleno con un interesante Terras Fames lo cierto es que desde entonces han ido a más. Eso sí, con idas y venidas de por medio y un amago de disolución. Sin cambios bruscos y sin dejar de lado la enorme influencia de Tool su sonido ha evolucionado poco a poco con Eidolon y Feathergun hasta llegar a este nuevo trabajo. Eso sí, alguien ha debido repetirle a menudo al señor Andrew Mailloux en los últimos años que su voz es estupenda o algo por el estilo porque, si bien el tipo tiene grandes habilidades, como demuestra en Just a Ride o Landmine, en ocasiones parece excederse un poco.
A pesar de ciertos momentos algo excesivos el disco tiene suficientes motivos como para darle unas cuantas escuchas e incluso unas pocas melodías bastante interesantes, como en Dark Charade o Winslow. El rock progresivo es un género en el que competición es dura, pero esta gente, aunque seguramente no encandilarán a los aficionados más clásicos, al menos están en un buen camino con composiciones más que decentes.
Texto: Juan Manuel Vilches
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