El repertorio giró en torno a “IV” su último trabajo, así sonaron “Kitsune”, “Viesca” entre maravillosos arreglos orquestales, “Oro Rojo” o una inconmensurable “Strelka”. También hubo tiempo para bucear entre “II” y “III” sus anteriores discos para dar forma a “Marte”, “Danubio” o “Zanzíbar” entre idas y venidas de otros músicos, caras conocidas de la escena y la orquesta que aparecía y desaparecía entre juegos de luces intensos, cuidados hasta el extremo para acentuar la sensación hipnótica de las cuerdasy percusiones de unos Toundra pletóricos, sonrientes y desafiantes a los que se les quedó corto el tiempo.
Tras “Requiem” y “Bizancio” el bis tuvo que resumirse en “Magreb”, no hubo tiempo para despedirse con “Cielo Negro”, cosas de los grandes recintos, pero daba igual, ya habían hecho historia, David había ganado a Goliat y recordaremos aquella noche como la noche en que Malasaña llenó el Palacio de los Deportes.
Texto: Esther Al-Athamna
Fotos: Héctor Vila
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