Vetusta Morla – La Riviera, Madrid – 31/05/2014

Y ya van… 11. En el currículum del grupo tricantino figuran ya 11 Rivieras (llenas). Y quedan otras dos el próximo mes de junio. Y las que llegarán (da igual el número, todo menos pasar a un pabellón grande, por favor). Lo curioso es que, este año, lo vendieron todo cuando toda la información de la que se disponía era el nombre de la gira: La Deriva. Este sería el título de su tercer disco, publicado en abril, y del sencillo que lo lidera, el que abre sus conciertos y el que da sentido a una nueva etapa donde la fuerza que lleva el timón es, sin duda, la esperanza.

Tercera noche consecutiva para Pucho y los suyos en la sala de las palmeras, donde el ambiente previamente caldeado por los mexicanos Zoé, (que presentaban su último trabajo, Prográmaton) se mantuvo con una sesión de flamenco, culminada con una aplaudida “Entre Dos Aguas” de Paco de Lucía. Resultaba imposible contener ya la tensión del público madrileño cuando por fin apareció Pucho en escena, y, baquetas en mano, arrancó con la percusión que sirve de introducción a “La Deriva”, mientras el resto del grupo iba ocupando sus puestos.

Agradecidos por la confianza depositada en ellos, Vetusta Morla llegaban dispuestos a dar todo lo que les quedaba dentro, lanzando de primeras un trío de ases sin pausa. A la positividad de “La Deriva” le siguieron la calidez de “Fuego” y la urgencia y la crítica de “Golpe Maestro”, todas coreadas y vividas como si ya se trataran de clásicos de los madrileños, unas interpretaciones que dieron cuenta de que la calidad de sus directos no hace más que ir en aumento.

Con otra recién llegada, “La Mosca en tu Pared”, el Indio volvió a ser todo un espectáculo a la batería, además de ser la perfecta pareja de percusión de Jorge González. El entusiasta guitarrista Juanma Latorre no podía evitar tararear las letras que Guillermo Galván pronunciaba al apoyar vocalmente a Pucho, mientras manejaba cuerdas o teclas, y Álvaro Baglietto disfrutaba del bajo que tanto protagonismo ha cobrado en su nuevo disco. Todos perfectamente conectados, respaldando a su vocalista, que ha sufrido una más que evidente evolución. Ya dio señales de hiperactividad en la pasada gira (con aquel tentador bidón de gasolina), pero en este sábado noche alcanzó otro nivel. A la innegable potencia y presencia de su voz se une ahora la imposibilidad de quedarse quieto; gesticulaba, bailaba hasta la extenuación y a veces parecía querer echar a volar. Muy pronto tuvo que deshacerse del chaleco y su camisa azul adquirió un tono aún más oscuro.

En una noche dominada por sus nuevas composiciones, no podían faltar los temas que les han llevado a donde están ahora, acudiendo a la épica explorada en Mapas (2011) de la mano de “Lo que te hace grande” y revisitando Un Día en el Mundo (2008) cuyo título principal, así como “Copenhague”, han pasado por un filtro que las hacía poco reconocibles, hasta que Pucho pronunciaba la primera frase, y La Riviera se unía en una sola voz. El efecto de “Valiente”, también retocada, fue aún más demoledor, convirtiendo al local en un mar de brazos en alto que acabó rugiendo al adivinarse los primeros acordes de “La Cuadratura del Círculo”, uno de los mejores momentos del Indio y Jorge.

Entre fogonazos de luz y un Pucho desatado (acabará dislocándose algo, seguro) se materializó la fuerza de “Tour de Francia” y “Fiesta Mayor” arrancó a bailar hasta a Guille, gracias a su hipnótico bajo, requiriendo por tanto un cambio de letra, porque en La Riviera no había “mucha pista y poco baile”, precisamente.

Esta primera despedida fue respondida con el grito de guerra de la afición vetustiana, el famoso “lo lo lo lo…” de “Saharabbey Road”, tema que no sería el tradicional broche final, y ni falta que hacía; tenían preparado un final que iría directo a la fibra sensible. Encontrando aún grandes melodías y ritmos en los bises, con la belleza de la reciente “Sonata Fantasma” y la pegadiza percusión de “El Hombre del Saco”, llegó el gran cierre: “Los Días Raros”. La canción fue armándose poco a poco, fue adquiriendo capas, a medida que la emoción se apoderaba de un público que la coreó al unísono y vivió esa crecida y posterior explosión que sufre, dejando a más de uno con lágrimas en los ojos. Aún así y ante la despedida definitiva, reclamaban una más. De verdad, que no era necesario.

En una de sus intervenciones, Pucho nos habló-rapeó sobre las distintas derivas a las que nos enfrentamos a día de hoy. La que realmente importaba esa misma noche, la de Vetusta Morla, dejó una prueba de 120 minutos de que, si bien no hay timón, el viento está soplando con fuerza, y a su favor.


Texto y fotos: Beatriz H. Viloria

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