Molly Hatchet – Ritmo y Compás – 28/11/2010

Para ser de una ciudad alejada del Estado de la Estrella Solitaria, estos jinetes eléctricos de Jacksonville supieron agarrarse a las crines del southern rock como ya lo hicieran los también de Florida Lynyrd Skynyrd unos años antes. De hecho, la banda en la que militase frente al micrófono el hoy desaparecido Ronnie Van Zant, acabaría captando con su proceder a unos Hatchet que no perdieron el tiempo una vez Epic Records desdobló un contrato sobre la mesa de sus oficinas.

Entre lo ya mamado en cada concierto por los bares del Condado de Duval y lo que el productor Tom Werman tenía que decir al respecto –les metió en el cuerpo el gusanillo del hard rock, apartándoles de la moda imperante en aquellos 60 y 70 de generar blues extendido rozando lo progresivo con pimienta country–, el primer vinilo de Molly Hatchet resultó un esperanzador soplo de aire que puso la arcilla base para que con el frío y los años el sonido del combo se fuese endureciendo. Desde aquella etapa de iniciación hasta nuestros días ha corrido la cerveza, se han puesto en los asadores carnes de diversas calidades y las canciones colmaron jarras y jarras. Por ello, la llegada del conjunto a España en este 2010 a grito de Justice, el título de su último CD, prometía la actualización de una maravilla añeja que nunca pasará de moda. Y así lo representaron fielmente sobre el escenario.

Ya estaba la sala Ritmo y Compás presentando un insuperable aforo cuando el combo al completo apareció por el lugar para darse los últimos retoques en el camerino en cuanto a indumentaria se refiere. Dave Hlubek, el único componente que queda de la formación original setentas, entró cojeando y apoyado sobre un bastón, por lo que prefirió quedarse directamente en escena haciendo tiempo mientras revisaba su guitarra o calentaba dedos. Se le veía cansado pero orgulloso, mirando en ocasiones su reloj de pulsera con el deseo de que sus compañeros de lances se le uniesen en la que sería una noche para enmarcar.

El concierto arrancaría con un ‘Whiskey Man’ que es corte certero, aunque a ellos les sirvió para ir poniendo todo en su sitio. Mientras la base rítmica de Tim Lindsey y Shawn Beamer –excepcional baterista capaz de afinar la caja con una mano mientras mantiene el desarrollo instrumental con la otra, como demostró entonces–, o la bravura de un Hlubeck estático pero completo en su técnica a las seis cuerdas, empujaban la recreación de su éxito incluido en el LP Flirtin’ With Disaster, Bobby Ingram y Phil McCormack aquejaban problemas con sus correspondientes salidas de sonido –en especial la del micrófono del vocalista–.

Bounty Hunter’ ya nos los devuelve en la consonancia y unidad con la que siempre se les ha sentido en sus álbumes de directo. Un tema ineludible en su lista de canciones para tocar en vivo, al igual que ‘Gator Country’ y los gestos de Phil con los brazos imitando la mandíbula de un cocodrilo –con ese «chonc, chonc» que igualmente utilizase en su día Tony Joe White en ‘Polk Salad Annie’ para referirse a los aligators en pleno festín carnívoro–. La composición se cerró con las notas más representativas de ‘Dixie’ –también conocida cual ‘Dixie’s Land’–, la creación de Daniel Decatur Emmett que en el siglo XIX sirvió para representar a la Unión de Estados Sudistas. Dave trufó el momento con un despliegue southern extendiendo la esperada bandera, aunque en esta ocasión con la cara de un Elvis Presley tocado con sombrero vaquero en su centro

El disco Justice encontró supremas representaciones gracias a ‘Been To Heaven Been To Hell’, dedicada a su tierra de Jacksonville, la propia ‘Justice’ o ‘I’m Gonna Live ‘Til I Die’, que McCormack dedicó a su amigo desaparecido Ronnie James Dio, posiblemente una de las leyendas más queridas de géneros como el hard rock o el heavy metal. No se dejaron ‘Beatin’ The Odds’, ‘Fall Of The Peacemakers’, un solo de batería de la mano de Beamer –arrancándolo con una estructura similar a la del inicio del ‘Fireball’ grabado tras los parches por Ian Paice junto a Deep Purple– o el intrépido cabalgar de ‘Flirtin’ With Disaster’, canción que cerró el espectáculo desde los bises. Pero no lo hizo sola, pues antes el rendido tributo a sus contemporáneos, colegas de estilo y profesión y sinceros camaradas Lynyrd Skynyrd se materializó bajo la versión de ‘Free Bird’, homenaje en el que las notas del teclado de John Galvin y el apasionamiento postrero de Ingram se cobraron los mayores aplausos.

Poco se puede comentar de unas canciones tan directas y que se digieren sin ningún tipo de problema si eres de los que aúllan con The Marshall Tucker Band, 38 Special o The Charlie Daniels Band. Los viejos búfalos del southern rock siguen levantando polvo y callando muchas bocas a su paso.


Texto: Sergio Guillén. Fotos: África Paredes

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